En Oriente Medio y Norte de África se produce un tercio del petróleo mundial. Los disturbios políticos en Libia, cuyo resultado final es incierto, han disparado el precio del crudo por encima de $ 100 dls. el barril. Como es normal en una economía globalizada por los combustibles, este trastorno en los precios internacionales tiende a trasladarse a los domésticos, lo cual genera presiones inflacionarias, descontento en los consumidores e inquietud en el Congreso.
 

En Oriente Medio y Norte de África se produce un tercio del petróleo mundial. Los disturbios políticos en Libia, cuyo resultado final es incierto, han disparado el precio del crudo por encima de $ 100 dls. el barril. Como es normal en una economía globalizada por los combustibles, este trastorno en los precios internacionales tiende a trasladarse a los domésticos, lo cual genera presiones inflacionarias, descontento en los consumidores e inquietud en el Congreso.
 
El argumento central que hemos escuchado estos días  en contra del alza de la gasolina consiste en que nos deben vender la gasolina a lo que nos cuesta producirla, transportarla y distribuirla, más un margen de utilidad “razonable” para cada una de esas actividades.
 
Proceder de esta manera implicaría reversar la política consistente en alinear los precios domésticos con los internacionales, que es lo que ha hecho posible la reducción de cuantiosos subsidios regresivos a cargo del Estado (o sea de todos en favor de algunos); permitido que Ecopetrol haya contado con los recursos financieros necesarios para expandir su capacidad de producción de gasolina y otros derivados del petróleo; y aumentar las reservas de crudo con las que cuenta el país. Además, que vía regalías, impuestos y utilidades, hayamos tenido el dinero para afrontar los incrementos dramáticos en las coberturas de salud y educación de estos años, tanto como las onerosas expensas que, infortunadamente, hemos tenido que realizar en seguridad.
 
No son logros menores. Al comenzar la década pasada era inminente la pérdida de la autosuficiencia petrolera. Con ella habría surgido la necesidad de importar combustibles y una factura gigantesca que nos habría obligado a utilizar una elevada proporción del gasto público simplemente a mantener la economía en movimiento. Impopulares como en su momento fueron esas determinaciones, no hay duda de que fueron benéficas para la sociedad.
 
El argumento central en favor de la alternativa que algunos parlamentarios han esgrimido consiste en que si el precio de la gasolina permite recuperar costos y garantiza un margen de adecuado de utilidad, no se configura subsidio alguno para los consumidores, no importa que el precio de oportunidad -el del mercado internacional- sea superior.
 
No es verdad. La manera más sencilla de replicarlo consista en recordar la controversia, ya superada, sobre el precio interno del café. Por muchos años los productores -en su mayoría campesinos pobres- fueron obligados a venderlo dentro del país a precios inferiores al del mercado internacional. Esta era una solución injusta: el conjunto de los caficultores es más pobre que el de los colombianos.
 
Leído este párrafo imagino que desde la orilla opuesta alguien salta para señalar que el ejemplo no es pertinente: el petróleo, que no el café, es de todos; por ende, es correcto que resolvamos pagarlo al precio que nos convenga. Acepto la premisa pero no la conclusión.
 
La manera adecuada de “socializar” un bien público es a través de los dineros que llegan a los presupuestos de la Nación y las regiones, en este último caso vía transferencias del IVA, regalías y la sobretasa a la gasolina que se utiliza para financiar la construcción de los sistemas de transporte masivo. Por el contrario, la fijación de su precio en un valor inferior al de oportunidad en el mercado internacional, beneficia a los estratos altos de la población, que son altos consumidores de gasolina, frente a la totalidad de la población.
 
Es también relevante tener en cuenta que hace algunos años se tomo la decisión de colocar a Ecopetrol en el mercado de valores; confiando en que la empresa seria manejada con estrictos criterios de rentabilidad empresarial, miles de colombianos son hoy accionistas suyos. Regular el precio de la gasolina de modo que lesione las finanzas de la empresa les causaría daño injusto y tendría implicaciones graves para el clima de inversión.
 
Para evitar estos impactos negativos cabe una alternativa igualmente mala: hacer recaer el peso de los subsidios en el Fondo de Compensación Petrolera que, como se encuentra en déficit, no podría asumirlos sin respaldo del Presupuesto Nacional, ya sobrecargado de onerosos responsabilidades como las que implicara la Ley de Víctimas.
 
Por supuesto, no podemos cruzarnos de brazos ante la dramática escalada de los precios del combustible. Cuando estos superen cierto nivel, tiene lógica ponerle topes a los gravámenes cuya base es el precio. También es pertinente revisar la política consistente en hacer obligatoria la mezcla de gasolina con etanol. No para revertirla, porque es razonable por factores ambientales, sino para lograr que el precio de este carburante, que es elevado como consecuencia del alto margen de protección concedido los productores nacionales, disminuya. La solución es sencilla: basta abrir las importaciones para que podamos traerlo del Brasil.