Por: Casa de las Estrategias.
La semana pasada, el presidente ejecutivo de Google presentó una propuesta para coadyuvar en la lucha contra el narcotráfico en Méjico. El sistema consistiría, principalmente, en una gran red de información encriptada de denuncias que permitiría que la gente, que tiene datos sobre las actividades de los narcos en este país, denuncie sin tener contacto con autoridades locales que pueden estar cooptadas por los carteles mejicanos.
Una de las cosas que llama la atención, es una de las frases dadas por los directivos de Google, donde explica que dado que el crimen es experto en innovación y uso de tecnologías, es claro que las empresas de tecnología tienen mucho que aportar en el largo plazo. Esto, aunque puede tener algo de obvio, muestra algo de fondo, y sin muchas salidas, que se ha debatido en varios debates sobre seguridad ciudadana y redes criminales: los aparatos estatales siempre están detrás, tecnológica y logísticamente, de los grupos de narcotráfico.
Sobre lo anterior, vale la pena destacar que en el tema de tecnología las iniciativas en Colombia han sido muchas y desde muchos frentes. Empezando desde el Plan Colombia desde finales de la década de los 90 que militarizó y tecnificó profundamente el combate contra el narcotráfico, hasta todas las iniciativas de observatorios públicos y privados alrededor del país que producen información, principalmente, cuantitativa sobre las cifras básicas del crimen y la violencia.
Sobre las tecnologías militares, se puede resaltar que han tenido impacto, principalmente, en los temas macro del narcotráfico: grandes operativos monolíticos contra laboratorios y cultivos que exigen el uso de bastantes recursos y que en la mayoría de los casos son fácilmente anticipados por las redes del narcotráfico, dada su capacidad para permear poblaciones y conectarse con sistemas de comunicación eficientes; como el voz a voz y el rumor en los municipios y regiones.
Por otro lado, el auge de los observatorios (o sistemas de información) tiene varios aspectos a resaltar. Primero, han tenido su foco central, específicamente los públicos, en producir cifras sobre homicidios, casi en tiempo real; es decir, tener esta variable como la única forma de medir la actividad del narcotráfico y como información de alto uso mediático. Segundo, la información ha estado concentrada y producida por funcionarios públicos, ignorando, en muchos casos, los aportes que pueden lograr la academia y centros de investigación privados con esta información. Por último, estos observatorios públicos han corrido el riesgo de convertirse en herramientas de campaña, en tanto han permitido que funcionarios con aspiraciones electorales publiquen información según unos intereses políticos, especialmente, en un tema que mueve tanto a los electores como es el de seguridad.
Retomando la propuesta de Google llama la atención que, a pesar de los avances en dispositivos, tanto discursivos como tecnológicos para hacerle frente al narcotráfico en Colombia, todavía el tema de denuncias y de justicia cercana a la cotidianidad -que es desde donde se alimentan las redes de los narcos- se encuentra congelado y es torpe para recoger información valiosa desde “abajo”.
Sobre esto, y recordando algunas de las charlas y textos de Mauricio Rubio sobre el tema, es importante analizar que al parecer el estado con sus instituciones todavía se encuentran en alto grado de inoperatividad ante el dinamismo del narcotráfico, en tanto su estructura y formas de operar requiere de largos procedimientos (muchos innecesarios) para combatir redes que, como las mejores multinacionales, están en constante cambio según unas especificidades del contexto.
Pensar, entonces, en tecnología para combatir el narcotráfico va más allá del uso de costosos dispositivos, armas, vehículos y demás material bélico y de inteligencia. La apuesta, más bien, tendrá que ver con la capacidad que tiene esta tecnología, como el caso expuesto, en esta columna, de Anonymous en Méjico, para moverse a la velocidad y dentro de los lugares de las redes del narcotráfico.
Un primer acercamiento a esto pasaría por algo cercano a lo que propone Google en Méjico. No obstante, el tema de denuncias y recolección de información no puede convertirse en algo parecido a los blogs de narcos en Méjico que se quedan en fotos y relatos eternos de masacres, más bien pasaría por entender que las denuncias cotidianas, escolares, familiares, etc.; pueden servir como pequeños relatos sobre prácticas discursivas y factores culturales desde los que se nutren las redes de base del narcotráfico. Un segundo momento, debe buscar que estas tecnologías de información se interconecten con organismos de producción de información, logrando que otros sectores se unan a la investigación y monitoreo de comportamientos criminales y, de este modo, ir despolitizando el uso de cifras de (in)seguridad en el sector público.
Por último, y a más largo plazo, la tecnología debe proponer nuevas formas de interacción (más allá de redes sociales), las cuales abran un espacio para jóvenes que encuentran el sentido en una pandilla de barrio al servicio de una red de narcotráfico o de venta de drogas. Aquí lo importante es articular estas tecnologías a proyectos de vida diferentes, como pueden ser los artísticos y, así, desarticular lentamente desde “abajo” prácticas narcas cotidianas que terminan asfixiando las posibilidades de los jóvenes en zonas con presencia de estas redes criminales.