Twitter fue concebido como una red social. Como la competencia de Facebook. Pero el tiempo y los usuarios la hemos convertido en un formidable medio de comunicación.
En un medio de comunicación poderoso. Instantáneo. Democrático, poliglota, masivo y de nicho, casi personal, a la vez. Sin censura, pero exigente con la exactitud en el uso de las palabras y la fidelidad en el relato de los hechos. Es un medio de comunicación de todos y de nadie. Un medio caliente, para cabezas frías.
Basta mirar lo que ha ocurrido esta semana para darnos cuenta del poder de Twitter. El domingo por la noche apenas la Casa Blanca anunció que el Presidente Barack Obama haría una declaración para que el mundo entero prendiera sus televisores y sintonizara los canales de noticias. De inmediato empezaron las preguntas y los rumores sobre la noticia que daría el Presidente de los Estados Unidos. A los 15 minutos ya se sabía: Osama Bin Laden había sido dado de baja.
Poco a poco, con trinos en todos los idiomas, se fue configurando la noticia. Fue en Pakistan dijeron en ruso; estaba en una casa grande y fortificada, complementó alguien en francés; fueron los marines que llegaron en helicóptero, puntualizó otra voz en español.
Los medios tradicionales apenas si reaccionaban. Cuando la gente se empezó a congregar frente a la Casa Blanca y el Times Square en NY para celebrar las imágenes transmitidas desde un iPhone o un Blackberry aparecieron primero en Twitter. Fue impresionante ver a miles de personas de todo el mundo construyendo una noticia. La misma noticia. Y no sólo lo que había pasado sino su contexto. Alguien se despachó un perfil del terrorista, otro recordó el atentado a las Torres Gemelas y la Estación del Tren en Madrid. La información y sus comentarios fluían a tal velocidad y en tal cantidad que resultaba dificilísimo seguirlos todos.
Cuando finalmente el Presidente Barack Obama salió al corredor de la Casa Blanca para dar la noticia no tenía en realidad nada nuevo que decir. Ya nos habíamos enterado por Twitter como, cuando y en donde había muerto Bin Laden. De hecho, ya había empezado al polémica acerca de si Estados Unidos había hecho justicia o consumado su venganza.
Uno podría pensar. Claro, es que se trataba del terrorista más buscado del mundo por el país más poderoso del mundo. Es el poder de la tecnología, el Gobierno y los medios de los Estados Unidos. Puede ser. Pero apenas 48 horas después, con una noticia muchísimo menos importante y guardadas las evidentes y necesarias proporciones, ocurrió algo parecido en la modesta Colombia.
El Procurador General de la Nación no había acabado de leer su decisión de suspender al Alcalde de Bogotá, Samuel Moreno cuando la noticia le daba la vuelta al país con todas sus señales particulares incluías, como en dónde y qué estaban haciendo el Alcalde y el Presidente de la República al momento de conocerse la noticia, la reacción inicial de la ciudadanía y los partidos.
Abundaron explicaciones jurídicas sobre lo que seguía del proceso, el significado de la medida, las normas aplicadas, los posibles sucesores etc, etc, etc. Por primera vez no había necesidad de acudir a la radio para saber al minuto el desarrollo de la noticia.
Algo similar había pasado unos días antes con la Boda Real o los partidos en la Champion’s League del Real Madrid y el Barcelona. Más atrás con el desplome del Gobierno Egipcio, el tsunami en Japón o el rescate de los mineros en Chile. Mucho más atrás con el Golpe de Estado en Honduras.
Twitter es la nueva estrella de los medios de comunicación. Su valor radica en que es el medio de comunicación por excelencia: abierto, flexible, inteligente, oportuno, veraz, con pesos y contrapesos, equilibrado, local y global. Todo en el mismo paquete.
Y como si todo esto fuera poco: gratuito. Casi. Casi perfecto.
Espere: Twitter, un medio caliente para cabezas frías