El paro de los caficultores completó 9 días y en una encuesta de Caracol y El Espectador, el 61% de los encuestados está de acuerdo con esta protesta. Un movimiento así solo es posible sostenerlo con la solidaridad de la gente: los estudiantes de Pasto, los sindicatos de Popayán, los cacaoteros y los comerciantes del norte del Tolima, etc, etc.

Sus críticos dicen que los cafetaleros son “consentidos” porque reciben subsidios. Toda la agricultura europea, norteamericana y japonesa es subsidiada. Que van a recibir un subsidio de $115.000 por carga de 125 kilos, pero no es suficiente porque el costo de producción está alrededor de $700.000 y el precio de compra alrededor de $500.000. Que les van a ampliar los plazos de pago en dos años porque van a perder sus fincas, Colombia tiene las tasas de interés activas más altas del mundo, hoy la tasa de usura supera el 30% efectivo anual y el gobierno no las baja a pesar de que la tasa del Banco de La República es de 3.75%.

La economía cafetera recibió su golpe mas duro en los 80’s cuando se rompió el pacto Internacional del Café y de un sistema de cuotas acordadas con los países consumidores se pasó a la mas salvaje competencia entre productores.
La Federación Nacional de Cafeteros a pesar de esta situación nunca se adaptó. Los sacrificios que le pidió a los cultivadores nunca los asumió, mantuvieron una costosa nómina, oficinas lujosas, gastos de representación en el exterior elevados y una burocracia endogámica que no se renovó y que tomó medidas improvisadas en sus programas de sustitución de cultivos como el cardamomo y el maracuyá, que llevó a la quiebra a numerosos campesinos.

Hoy, el cultivo orgullo nacional asociado con prosperidad y el surgimiento de una clase media de pequeños propietarios es el detonante de la mayor protesta agraria en décadas. Es el grito angustiado de los millones de campesinos que no quieren renunciar a lo que han sido y saben hacer, que no van a abandonar sus tierras para entregárselas a la megaminería.

El gobierno tiene la obligación de propiciar cambios de fondo en su política agraria, comenzando con una reingeniería de la federación nacional de cafeteros y una renovación de sus directivas por personas con mayor capacidad de mercadeo y sensibilidad social , que hagan mas rentables las tiendas Juan Valdez, que dieron en el pasado pérdidas y solo ahora empiezan a dar una mínima utilidad. Y sobre todo definir qué va a hacer con los pequeños y medianos agricultores, si les va a “tirar un salvavidas” o los va a dejar ahogar en el mar de TLC’s que ha firmado o asumir los costos de agudizar el conflicto social en el campo.