La imagen que el espejo nos devuelve con motivo del aseo matinal, no permite apreciar los cambios que el paso del tiempo va dejando. Los percibimos en las personas que conocemos y hemos dejado de ver por tiempo prolongado, o en nosotros mismos cuando tenemos la mala suerte de ver fotografías nuestras de épocas pretéritas.

Algo semejante nos sucede con el país en el que vivimos; en él inmersos, pareciera que no cambiara y que sus problemas de violencia, desigualdad y pobreza fueran los mismos de siempre. No lo son. Hemos dado saltos de canguro.

La imagen que el espejo nos devuelve con motivo del aseo matinal, no permite apreciar los cambios que el paso del tiempo va dejando. Los percibimos en las personas que conocemos y hemos dejado de ver por tiempo prolongado, o en nosotros mismos cuando tenemos la mala suerte de ver fotografías nuestras de épocas pretéritas.

Algo semejante nos sucede con el país en el que vivimos; en él inmersos, pareciera que no cambiara y que sus problemas de violencia, desigualdad y pobreza fueran los mismos de siempre. No lo son. Hemos dado saltos de canguro.

En el período comprendido ente el año 2000 y el 2011, el crecimiento económico, a pesar de la contracción del producto ocurrida al final de la década, ha sido superior al de la población. Esto ha hecho posible que el ingreso per cápita, que era de US $ 2.385 en el año base, en el pasado fue de US $7.324, Multiplicarlo por tres no es poca hazaña.

Como no faltará quien diga que esas cifras esconden la pobreza que nos agobia, hay que anotar que mientras en aquel entonces ella afectaba a casi la mitad de la población, en la actualidad el índice de pobreza es del 37.2%. Hay que reconocer, sin embargo, que el año pasado se realizó un cambio de metodología que tuvo efectos estadísticos positivos; bajo las antiguas reglas el resultado habría sido menos bueno.

Estas modificaciones en la métrica fueron realizados con el acompañamiento del Banco Mundial y la Cepal, y obedecen al estado del arte en la materia; no se trató, pues, de una operación de maquillaje como las que realizan algunos otros países de la región.

No hay razones para estar satisfechos; la pobreza sigue siendo un terrible flagelo; afecta a más de 16.5 millones de colombianos. Pero si el país logra crecer en los próximos veinte años a una tasa media del orden del 5%, lo que es difícil pero no imposible, Colombia será un país mucho mejor.

Las exportaciones en el mismo período se han cuadriplicado, jalonadas, es verdad, por las de minerales y energéticos, poco intensivas en empleo. Pero las llamadas no tradicionales, representadas por productos que tienen un componente importante de valor agregado, han crecido a buen ritmo al pasar de US $ 6.3 millones a US $ 16.9. Esto a pesar del desplome de Venezuela, que llegó a ser el destino de la cuarta parte de nuestras exportaciones de manufacturas, y de la notable apreciación del peso. Sometidos a duras condiciones para competir, nuestros empresarios y trabajadores han dado la medida.

Las importaciones también han crecido a buen ritmo, especialmente en los rubros de bienes de capital y materias primas, que ayudan a que la producción nacional absorba tecnología y, por esa vía, se haga más competitiva, bien para competir en los mercados externos, ya para defenderse mejor de las importaciones.

Uno de los muy pocos consensos existentes entre los economistas consiste en que la tasa de inversión determina el crecimiento futuro de la economía. Pues bien: esta ha pasado de representar el 14.5% del PIB al doble de esa cifra. Aún descontando los recursos de la inversión estatal que se pierden por fenómenos de corrupción o ineficiencia, y los proyectos del sector privado que, como es inevitable, en alguna proporción fracasen, estamos logrando adiciones significativas en el acerbo de capital con que el país cuenta para transitar los caminos del futuro.

Las tasas de inflación e interés, así como las relativas a las finanzas publicas, muestran mejoras notables. La reciente incorporación del principio de sostenibilidad fiscal en la Constitución, si se implementa con disciplina, debería evitarnos dolorosos ajustes como los que han tenido que realizar varios países europeos para corregir beneficios excesivos financiados con deuda.

La reforma a la seguridad social en salud, iniciada en 1993 con la expedición de la vilipendiada Ley 100, muestra un desempeño estupendo en materia de cobertura. En el 2000 estaban afiliados 23.9 millones de personas, mientras que en la actualidad lo está cerca de la totalidad de la población: 43 millones. Sí, lo sé: son graves los problemas de calidad y la insolvencia del sistema no ha sido corregida.

Y ya que damos vuelta para mirar la cara sombria de la moneda, señalemos que la cifra de informalidad laboral es aterradora: más del 50 % de la fuerza laboral se gana la vida en el rebusque callejero. Sobreviven “gracias” a la congestión vehicular y a los semáforos. Corrigiendo por ingreso per cápita, el desempeño de Colombia es uno de los peores del mundo. Obedece a una combinación fatídica: elevados impuestos a la generación de empleo, mal diseño de los subsidios a los estratos bajos -que “premian” la informalidad-, e incentivos tributarios al uso del capital, que sólo en parte se han corregido.

Otro problema grave es el pensional. Menos de un tercio de la población cotiza para una pensión de retiro; una fracción aún menor, logra pensionarse. El sistema tradicional o de prima media es estructuralmente deficitario: garantiza pensiones que no pueden financiarse con el monto capitalizado de los aportes, lo cual significa que las generaciones actuales estamos transfiriendo a nuestros hijos y nietos una carga injusta: tendrán que cotizar para financiar sus propias pensiones y pagar impuestos para atender los deudas que les vamos a dejar. Onerosa, además: equivale a una y media veces el valor de todo lo que producimos en un año.

¿Tendrá el gobierno el coraje de afrontar estos problemas antes de quedar atrapado en la batalla por la reelección? Ojalá. De ellos, y de la mala calidad de la educación, depende que no avancemos en equidad social.