A Samuel le toca timonear. No puede seguir como va. Le toca, como le oí alguna vez al presidente Uribe sobre si mismo, abordo de su avión, “cabalgar sobre el lomo de la iniciativa”. Esta es mi fórmula: rectificar su agenda por el lado de la movilidad, aceptar que se equivocó en ese tema, ceder con el metro y metérsela toda a Transmilenio; son 10 millones de dólares por kilómetro de Transmilenio contra 100 millones de dólares por kilómetro de metro. Si nos vamos a endeudar de esa manera, Samuel puede mostrarle a la ciudad que es mejor hacerlo para dar gratuidad en educación superior, es decir, reducir al máximo, sino a cero, los costos de acceso a estudios técnicos y tecnológicos de los bogotanos de estratos bajos y medios. Esta iniciativa tendría valor técnico y valor político. Valor técnico, porque la ciudad orientaría su deuda hacia aumentar el capital humano y reducir la desigualdad en la ciudad, ambas al mismo tiempo. Valor político, porque la gratuidad ya le dio votos a Samuel cuando la propuso para el bachillerato. Se trata entonces de apalancar lo que ha mostrado que funciona. Timonear de esta manera requiere coraje. A lo mejor Samuel se da la pela de mejorar la movilidad física con Transmilenio, y la movilidad social con la gratuidad en educación superior.