Cuatro y 40 de la tarde del sábado 24 de abril. Un grupo de jóvenes del Polo Democrático Alternativo reparte respetuosamente en la carrera 15 de Bogotá el periódico de su colectividad e invita a los transeúntes a votar en las elecciones a la presidencia por Gustavo Petro. Varios de ellos lucen camisetas con el nombre y la figura del candidato.
Cuatro y 40 de la tarde del sábado 24 de abril. Un grupo de jóvenes del Polo Democrático Alternativo reparte respetuosamente en la carrera 15 de Bogotá el periódico de su colectividad e invita a los transeúntes a votar en las elecciones a la presidencia por Gustavo Petro. Varios de ellos lucen camisetas con el nombre y la figura del candidato.
Cuando se les acaban los periódicos algunos se van caminando hacia el sur, otros hacia el norte. Seis de ellos –cuatro chicos y dos muchachas– van a entrar por la puerta principal de Unicentro, un centro comercial que en un fin de semana de alta temporada como los previos al Día de la Madre recibe más de un millón de personas.
–“¡Alto ahí, se me quedan quietos!” –grita un celador–. Los jóvenes se quedan paralizados y le preguntan: ¿“qué pasó”?
–“Está prohibido entrar con esas camisetas, no pueden entrar aquí”.
Uno de los chicos le dice que no están haciendo nada y que en realidad no van al centro comercial sino a sacar el carro que está en el parqueadero. Y le muestra las llaves.
–“¡Que no!” –le grita–.
Los jóvenes responden con cortesía que entonces cómo hacen.
Yo intervengo y le digo al celador: “Señor, los jóvenes no están haciendo nada malo, déjelos entrar”.
Varias personas se acercan y se solidarizan con ellos. “Hombre, son pelados. Además estamos en época electoral y es chévere que los pelados participen”.
El celador se ve rodeado y exclama: “Lo siento, pero yo recibo órdenes”.
Justo en ese momento van caminando tres jóvenes con camisetas de ‘Santos Presidente’ en el interior del centro comercial. Una señora le señala al celador y le dice: “Mire allá, si es por política ahí van unos muchachos con camisetas de otra campaña”.
–“Ah, pero es que esas son de Santos” –dice el celador–. ¿Y..? “Pues que a nosotros nos dieron órdenes de que aquí solo entran ellos. Nada de ese Petro, nada de ese Polo. Solo Santos”, sentencia el guardia.
Otra historia
A finales del 2001, en una de las conversaciones que los periodistas solíamos tener con los miembros del secretariado de las Farc , tuve una larguísima charla con Simón Trinidad.
“Simón, a mí me cuesta trabajo creer que para ustedes todos los políticos colombianos de lo que llaman establecimiento son malos”.
Él le dio la vuelta a mi interrogante, y contrapreguntó: “Si usted es capaz, nómbreme aunque sea dos”.
–“Mockus y Peñalosa. Esos tipos son muy transparentes con los dineros públicos. Además, ¿sí se ha dado cuenta de cómo transformaron Bogotá?
–“No sé –me respondió–. Yo a Bogotá hace años que no voy.
–¿Verdad? ¿Desde cuándo?
–“Hace mucho. La última vez que fui estaban construyendo un centro comercial muy grande por allá lejos en el norte de Bogota.
–¿Unicentro?
“Eso, ese”.
–A mí de dio mucha risa su respuesta.
Él me dijo: ¿“En serio”? Esa vaina era muy lejos.
–No solo me da risa eso sino todo lo que significa su respuesta. “Por andar aquí en el monte se ha perdido todo lo bueno que ha cambiado Bogotá”.
Serio como es él, me dijo:
“Habrá cambiado en algunas cosas, pero en otras no. A mí no me venga con cuentos de que, por ejemplo, a la izquierda, a los opositores los dejan expresarse libremente”.