Un amigo me hizo una consulta sobre un asunto familiar. Quería usar La Silla para pedir ayuda. Por supuesto, le dije que no. Este es un lugar para temas de interés público y no para asuntos personales. Pero al conocer su historia, no pude más que cambiar de opinión.
?Con mi familia tenemos una finca que heredamos de los abuelos ?empezó mi amigo. Uno de mis hermanos es el gerente familiar y se entiende para todo con el administrador de la finca, al que contratamos hace muchos años ?continuó mi amigo, sin poder ocultar su angustia.
Si transcribo todos los detalles de la larga conversación que tuvimos, seguro usted cambiaría de blog. Por eso hago una apretada síntesis de lo que le pasa a mi amigo.
En las cuentas de distribución de utilidades que el administrador le presentó a la familia, aparecen en total 1.230 millones de pesos en los últimos ocho años (alrededor de 154 millones por año). Revisé entonces las ventas y los costos e hice un sencillo cálculo. Me dio que las utilidades en esos ocho años debieron ser mucho más elevadas: 1.375 millones en total (para un promedio de 173 millones por año). ¿A dónde irían a parar esas ganancias de casi veinte millones anuales que no recibieron mi amigo y sus hermanos?
Como el administrador es muy responsable (eso dice el hermano de mi amigo), la finca presenta su declaración de renta y paga cumplidamente sus impuestos. Me pasó entonces las declaraciones, pero solo encontré cinco de las ocho que debería haber presentado en los últimos años (me queda la duda de dónde están las otras tres, o si en esos años no declararon). De todas formas, en esos cinco años las ventas declaradas para impuestos sumaron 7.700 millones, mientras que los libros de la finca reportan 9.000 millones para los mismos años. Parece entonces que el administrador no solo presenta cuentas dudosas a los dueños, sino que además declara mucho menos para efectos del pago de impuestos.
Al darle estos datos a mi amigo, su angustia empezó a transformarse en rabia. Me contó que su hermano, el gerente de la empresa familiar, está desde hace meses renegociando el contrato con el administrador de la finca. ¡Pero lo hace a escondidas! Sin contarle nada a sus hermanos, los demás dueños. Y sin poner siquiera un aviso en el periódico, para tratar de encontrar un mejor administrador, que deje las mayores ganancias a los ancestrales propietarios.
?Yo creía que este negocio lo manejaba mi hermano de manera transparente, como en una urna de cristal, tal como ordena el Santos de mi devoción ?exclamó mi amigo. Y ahora… ¿quién podrá defendernos? ?gritó, tomándose la cabeza entre las manos.
Ayuda para dummies
? La finca = Queda en Córdoba y se dedica a explotar níquel.
? El administrador = La empresa Cerro Matoso S.A.
? El gerente familiar = Servicio Geológico Colombiano (antes Ingeominas) y Agencia Nacional Minera, ambos del Ministerio de Minas y Energía.
? Ganancias repartidas a los dueños = Las regalías.
? Libro de cuentas de la finca (ventas y ganancias) = Sistema de Información Minero Colombiano – SIMCO (exportaciones y regalías distribuidas).
? Ganancias reales que deberían repartirse = Las regalías, según cálculos propios aplicando la fórmula legal (Ver El níquel en Colombia, pp. 34-35).
? Ventas en las declaraciones de renta = Información pública de la DIAN.
? Las cifras = Miles de millones de pesos (y no millones, como las de mi amigo).
? Los dueños (mi amigo y sus hermanos) = ¡Usted… y todos los demás ciudadanos colombianos!
¿Se podrá seguir negociando así el patrimonio de la Nación, a puerta cerrada, en secreto y a espaldas de sus verdaderos dueños? En los próximos meses se cierra la negociación sobre renovación del contrato con Cerro Matoso S.A. La Silla Vacía y otros analistas vienen advirtiendo desde hace tiempo los enormes riegos de este tipo de negociación. Y los perjuicios para el país de continuar así. Pero… ¡seguimos en las mismas!