Antonio Quinto Guerra Varela

Antonio Quinto Guerra Varela

Candidato conservador a la Alcaldía de Cartagena

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Quinto Guerra lleva 34 de sus 53 años haciendo política en Bolívar. Comenzó a los 19 como concejal del municipio de Mahates, donde nacieron sus padres. Cuatro años después saltó a la Asamblea. También fue director del Fondo Departamental de Transportes y Tránsito, secretario general de la Gobernación de Bolívar y asesor jurídico de la Corporación Nacional de Turismo. Pero fue con su llegada al Concejo de Cartagena en 2004 que comenzó a consolidarse en la política local.

Pese a haber lanzado su campaña a la Alcaldía de Cartagena el año pasado durante su fiesta de cumpleaños y ser el candidato de gran parte de la clase política tradicional cartagenera, el exconcejal conservador Antonio Quinto Guerra tiene embolatado a dos días de las elecciones el triunfo que él y sus seguidores daban por descontado desde antes que la campaña comenzara oficialmente.

A Quinto, como le llaman en Cartagena, la competencia se le puso cuesta arriba con la llegada del periodista Manolo Duque, quien sin experiencia política ni conocimientos sobre lo público se trepó en junio en las encuestas hasta empatarlo. Desde entonces Manolo ha sido su principal contendor porque no baja en intención de voto e inclusive en algunas mediciones es puntero.  

El camino se le complicó todavía más a Quinto la semana pasada, cuando la Registraduría dejó en firme las firmas que tenían en vilo la candidatura de Manolo y por cuyo revés los simpatizantes manolistas lo señalan de estar detrás.

Guerra tiene el apoyo de 11 de los 19 concejales, la casa Blel (en cabeza del excongresista condenado por parapolítica Vicente Blel), los representantes Pedrito Pereira y Hernando Padauí y la familia Char de Barranquilla a través del cantado alcalde Alejandro Char. Además tiene el apoyo de los empresarios cartageneros Roberto Gedeón y  Ricardo Segovia.

Este abogado de la Universidad de Cartagena, criado en el tradicional barrio de Getsemaní, proviene de una familia numerosa, la mayoría de ellos abogados. Su esposa Delia Martelo trabaja en la Fiscalía de Cartagena, tiene a su hija Luz Marina en la Procuraduría Nacional y a una tía en la Procuraduría Regional de Bolívar. Pero el más conocido de su núcleo es su tío Julio Varela, conservador purasangre de Mahates a quien Quinto reemplazó en 2004 en el Concejo de Cartagena y quien es hoy uno de sus principales asesores en su aspiración a la Alcaldía.

Con 4.800 votos, Quinto ganó en octubre de 2003 una de las 19 curules de la que fue dueño durante tres períodos consecutivos, hasta el semestre pasado cuando la dejó para dedicarse de lleno a la puja por la silla de alcalde. Y ese paso por el Concejo fue clave para aumentar su caudal de votos: de los menos de cinco mil de hace 11 años pasó a sacar en las regionales de 2011 casi 10 mil, convirtiéndose en el segundo concejal más votado de Cartagena.

Al tres veces presidente del Concejo, dos personas que coincidieron con él en esa corporación se lo describieron a La Silla como un jugador “sagaz” que ha sabido meter a la gente de su grupo político en la Alcaldía a través de órdenes de prestación de servicio. Para muchos en Cartagena esa sagacidad es sinónimo de malas prácticas y por eso la veeduría Veedores Ciudadanos lo denunció ante la Fiscalía, el semestre pasado, argumentando un supuesto tráfico de influencias.

Según esa denuncia, Guerra extorsionó a un grupo de contratistas que legalmente se ganaba la contratación del aseo, el alumbrado público y la vigilancia. Señalamiento negado por él y por el que los veedores le pidieron esta semana a la Fiscalía celeridad en la investigación porque, aseguran, el candidato tiene un patrimonio económico superior a los $5 mil millones que no va acorde con el sueldo de un concejal.

Guerra tampoco escapó a la polémica en 2013 cuando hizo parte del grupo de 13 concejales que viajaron a Puerto Rico y Panamá, sin que hubiese claridad sobre el origen del dinero con el que se financió ese viaje. La veeduría Cartagena Visible lo denunció a él y a los otros 12 ante la Procuraduría Regional de Bolívar porque las explicaciones dadas sobre la plata fueron contradictorias: unos dijeron haberse ido con recursos propios, otros invitados por los países que visitaron y unos más por gestión de la Cámara de Comercio de Cartagena.

Más allá de esos titulares, a Quinto no lo ven como alguien que dio grandes batallas por la ciudad ni intervenciones de peso durante sus 11 años en el Concejo. Percepción que contrasta con las evaluaciones hechas por el Observatorio del Concejo (iniciativa de la Fundación Cívica Funcicar). En 2014, Guerra obtuvo 71 puntos sobre 100 por la calidad de sus intervenciones, siendo uno de los cuatro mejor evaluados del año pasado. Es decir, participaba haciendo referencias legales y estadísticas y no solo con enunciados generales.

Sin embargo, esa experticia técnica y su larga hoja de vida como político no han sido suficientes para quitarse de encima las etiquetas de clientelista ni burócrata. Un politólogo local, que pidió no ser citado, se lo definió a La Silla como un “político de corte burocrático que no representa una nueva forma de hacer política para Cartagena”,  que no suele pronunciar discursos largos ni profundos ni hacer política desde la tarima. Por el contrario, opta por el contacto más directo con los líderes barriales y en reuniones de poca gente.

Y fue con esa fama a cuestas que Guerra inició su campaña por la principal silla cartagenera. Proselitismo que ha venido haciendo desde mucho antes que la ley lo permitiera porque, según registros en redes sociales y en prensa regional, su publicidad en las calles comenzó a aparecer desde finales del año pasado, aunque el Consejo Nacional Electoral establece que solo es permitida tres meses antes de las elecciones.

Siete fuentes le aseguraron a La Silla que Guerra empezó la campaña confiado, creyendo que ningún jugador pondría en peligro su llegada al Palacio de La Aduana el primero de enero próximo. Y se confió tanto, nos explicaron las fuentes, porque no solo comenzó con el apoyo de la clase política tradicional y de casi todos los líderes barriales sino porque no había hasta abril pasado un precandidato fuerte que le hiciera contrapeso.

Las toldas de Guerra cantaron victoria con tanta antelación que no vieron venir a Manolo Duque. El periodista se convirtió en menos de tres meses en un fenómeno porque en junio pasado una primera encuesta lo mostraba como la revelación de la contienda al empatarle, con menos de tres puntos de diferencia, a un candidato que llevaba más de un año en campaña.

El ascenso vertiginoso de Manolo se explica, en parte, por su manera de acercarse y hablarle a la gente y por la plata que los impulsores de ese proyecto comenzaron a mostrar en las calles cartageneras. Lo que hizo que muchos de los líderes barriales, conocidos en Cartagena como ‘puyaojos’, cruzaran la orilla y terminaran poniéndole sus votos al periodista.

Y es que en la actual contienda los cálculos de las inversiones hechas por ambas campañas, tanto la de Quinto como la de Manolo, van acompañados de varios ceros a la derecha. Un político activo en estas regionales nos aseguró que la plata puesta desde ambas orillas no baja de los 15 mil millones de pesos. Cifra que genera suspicacias porque quien llegue a fungir como alcalde no devengará, durante los cuatro años de administración, más de 300 millones de pesos.

A dos días de las elecciones, la polarización en Cartagena es tal que pocos se atreven a vaticinar a un ganador. Así el conteo de votos le dé a Guerra la victoria este domingo, para la Cartagena política el exconcejal ya tiene a cuestas una derrota: no haber llegado a  las urnas con la tranquilidad a la que desde el año pasado venía apostándole.

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CONEXIONES

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