Por Marc Hofstetter
 
¿Compró Ud. una vivienda hace pocos años y ahora no puede creer lo que sus vecinos están pidiendo por propiedades como la suya? ¿Anda buscando vivienda para comprar y las que ha visto le han parecido  escandalosamente caras?
 

Por Marc Hofstetter
 
¿Compró Ud. una vivienda hace pocos años y ahora no puede creer lo que sus vecinos están pidiendo por propiedades como la suya? ¿Anda buscando vivienda para comprar y las que ha visto le han parecido  escandalosamente caras?
 
Compré mi casa hace seis años. En estos días, por casualidad, ví los precios de algunas viviendas de mi vecindario que están en venta. Con asombro constaté que están pidiendo cerca del doble de lo que me costó la mía en 2005. Pero claro, de 2005 a 2010 algo de ese incremento está explicado por la inflación, por el hecho de que año a año los bienes y servicios en Colombia aumentan de precio. Pues bien, la inflación acumulada entre 2005 y 2010 no llega al 30%. En otras palabras, mis vecinos pretenden vender sus propiedades más de 50% por encima de la inflación, comparado con los precios vigentes hace un lustro.
 
 –Es que este barrio se valorizó mucho—me decía un vecino. –La gente se dio cuenta que este es un tesoro escondido en Bogotá—apuntaba otro. –Una cosa es que pidan eso, pero otra muy distinta es que alguien lo pague—replicaba el escéptico del combo.
 
Pues bien, parece que ninguno de mis colegas de tertulia está en lo correcto. En Colombia el precio de la vivienda se ha incrementado vertiginosamente en los últimos años. De acuerdo al índice de vivienda usada del Banco de la República, si alguien compró una casa en 2005 por 100 pesos, hoy en día la puede vender por 186 pesos. Si a eso le quita lo que la inflación se comió en ese periodo, la rentabilidad de su inversión fue de 48%. El fenómeno no es de mi barrio; y las casas sí se están vendiendo a estos precios.  
 
Si los activos hipotecarios se valorizan 50% real en cinco años, deberían encenderse algunas sirenas de las autoridades económicas. Es posible que este incremento sea consecuencia de los fundamentales de la economía, que refleje el vigor de la misma, la renovada confianza, que algo de ese incremento esté impulsado por la seguridad recobrada, o que simplemente estemos recuperando el terreno perdido durante la crisis de final de siglo. Pero también es posible que estemos ante una potencial burbuja.  
 
Los economistas somos malos para predecir burbujas. Sólo nos ponemos de acuerdo sobre el tema cuando éstas se revientan. Y cuando esto sucede, las consecuencias son severas. Para la muestra un botón: si Ud. en lugar de comprar una casa en Colombia en 2005 por cien pesos, la hubiera comprado en Estados Unidos por 100 dólares, en 2010 le habrían dado 63 dólares por su propiedad. Bancos, compradores y gobierno deben estar atentos al tema. La memoria de la catástrofe de final de siglo cuando los precios reales de la vivienda en Colombia cayeron cerca de 30% aun está fresca. Y no queremos revivirla.