Y pensándolo bien, la puntuación en el título de esta entrada está mal. Debí decir: ¡Cómo! ¿Piensa El Colombiano? No, no piensa. Y en lo único que parece coherente es en creer que el colombiano, en minúsculas, tampoco.
Por Leopoldo Fergusson (@LeopoldoTweets)
La semana pasada un incidente nos dio una oportunidad única para entender la posición del principal periódico de la segunda ciudad más grande del país. En sus palabras, El Colombiano sigue una línea editorial en la que promueve el debate desde el respeto y la argumentación. En consecuencia, le aceptó la “renuncia” a un columnista que se alejó de esos principios.
Para el debate, someto respetuosamente a los lectores la siguiente conclusión.
Por respeto, El Colombiano entiende evitar adjetivos que descalifiquen a la Iglesia católica. Entiende además por argumentación válida cualquiera, incluida la tautología o el porque a mí me parece, siempre y cuando la opinión no incomode a la dirección. Consistente con lo anterior, entiende por falta de argumentación la que, pese a tener una estructura lógica, riñe con su opinión. Finalmente, El Colombiano respeta la libertad de expresión, que significa: no se debe matar a la gente por sus opiniones, aunque es admisible cerrarle sus espacios de expresión (como expulsarlos de El Colombiano) si le faltan el respeto a la autoridad equivocada.
Acompaño mi conclusión de la siguiente argumentación.
Resumamos la columna de la discordia. Primero, dice el columnista, un concepto enviado por la Universidad de la Sabana a la Corte Constitucional, donde la homosexualidad se equipara a una enfermedad, es “obsoleto, retrógado” e inspirado en conceptos religiosos que no deberían ser tenidos en cuenta en una universidad moderna o en la corte. Segundo, guiarse por esos principios sería tan “aberrado” como hacerlo por otros preceptos consignados en la Biblia, como la pena de muerte para los hijos desobedientes o discriminar a los discapacitados, entre otros ejemplos. Tercero, concluye, en estos temas, como en la homosexualidad, dios se equivoca.
¿Cuál es la falta de respeto?
Primera hipótesis: a El Colombiano le parecen irrespetuosos los términos del columnista. Pero una búsqueda en el periódico arroja columnas que acuden a los mismos términos para calificar instituciones o grupos de personas. Vea esta (obsoleto), esta y esta otra (retrógrada), y esta (aberrante). Que yo sepa, a sus autores no les han aceptado la renuncia por irrespetuosos. Queda descartada la primera hipótesis.
Segunda hipótesis: El Colombiano defiende el respeto, sobre todo, cuando se trata de discutir las creencias religiosas. El problema es que las columnas citadas que acudieron al término “retrógrada” lo hicieron para describir, y dos veces, a la mayoría islámica. La segunda hipótesis tampoco sobrevive.
Tercera hipótesis: a El Colombiano le molesta la falta de respeto a la Iglesia católica en particular. Pero en su editorial del 8 de enero de 2015 tras el ataque a Charlie Hebdo, cuyas caricaturas claramente le faltan el respeto a Mahoma, El Colombiano afirmó que es legítimo el “derecho a cuestionar, impugnar o satirizar entidades o dogmas filosóficos o teologales”. Es decir, sobre este derecho no hay salvedades para ninguna religión. Descartada.
Estamos en problemas. ¿Cómo encontrar una posición editorial que sea coherente con defender la irreverencia contra cualquier religión (como hizo El Colombiano en el caso Hebdo), echar a quien la practique contra los católicos (como sucedió la semana pasada), y no expulsar a quien apunte contra los musulmanes (como en el ejemplo presentado)?
Examinemos dos posibilidades.
Primero, cuando El Colombiano defiende la libertad de expresión a raíz del caso Hebdo, quiere decir que defiende el derecho de los columnistas y caricaturistas de vivir, pero no de escribir o dibujar. ¡Está bien que los echen de los periódicos, pero no que los maten! ¡No es para tanto! Casi me convence, pero esta hipótesis es incompleta. Como vimos El Colombiano conserva en sus filas al menos a una columnista que ha criticado a los musulmanes con los mismos términos que usó para los católicos el columnista que “renunció”.
Me queda sólo la siguiente conjetura que no puedo descartar: El Colombiano defiende la libertad de expresión en sus páginas, pero observando siempre el respeto hacia los católicos. A los musulmanes se les puede satirizar y criticar, sin perder el puesto en el periódico.
Falta, por supuesto, examinar el otro pilar de la línea editorial de El Colombiano: el de la argumentación. Veremos que examinar este principio no cambia fundamentalmente la conclusión preliminar.
¿Cuál fue la falta de argumentación?
A El Colombiano, inferimos, no lo convence la argumentación por analogía: “Así como en este momento de la historia pocos defenderían ciertos preceptos bíblicos, no deberíamos defender su postura frente a la homosexualidad”.
Quizás existen otras formas de argumentación más convincentes. Concretamente, el autor pudo haber hecho explícitas las razones que hacen comparables ciertas actitudes como la discriminación a los discapacitados (que hoy rechazamos) con los límites a la adopción de las parejas homosexuales (que algunos defienden). Para mi, a buen entendedor pocas palabras. Cuestión de gustos, pero es imposible afirmar que la columna no tuvo argumentación.
Una nueva hipótesis, entonces, es que lo que El Colombiano no tolera es la combinación de falta de respeto y falta de argumentación. Está bien irrespetar pero con argumentos; está bien no presentar argumentos pero sin faltas de respeto. Pero encontré otro ejemplo (sospecho que los lectores pueden encontrar más, y compartirlos en los comentarios). Este columnista jura “por la virginidad de Madonna” que está convencido de que el presidente Santos (en sus pomposas palabras, “el ocupante del solio de Bolívar”) es un manipulador. Para defender su posición, copia 23 características del manipulador siguiendo un libro (Los manipuladores, de Isabelle Nazare-Aga).
Llamemos a esto la argumentación por definición. Las cosas son porque son. A mi me parece que fulanito es un manipulador, he aquí una definición de manipulador. Bajo los estrictos criterios de respeto de El Colombiano, esto debe calificar como irrespeto. Digo, por lo menos a mí me parece igual de feo que me digan “retrógrado y obsoleto” a que me digan “manipulador”. Y bajo cualquier estándar de argumentación, la argumentación por definición es menos convincente que la argumentación por analogía. Entonces no, no es la combinación. Confirmamos que El Colombiano no tiene problemas con la falta de argumentación y de respeto, ni siquiera en combo, siempre y cuando no incomode a la dirección.
He intentado una argumentación casi matemática de mi conclusión. Pero un matemático me insultaría por su falta de elegancia. Sería más elegante concluir, con poca pérdida de precisión: “El Colombiano no promueve el debate ni la argumentación. Tampoco defiende la libertad de expresión.”
Y pensándolo bien, la puntuación en el título de esta entrada está mal. Debí decir: ¡Cómo! ¿Piensa El Colombiano? No, no piensa. Y en lo único que parece coherente es en creer que el colombiano, en minúsculas, tampoco.