“Su programa es un programa clásico de dictador. Con breves y sencillas palabras promete la felicidad general”. No hablo de Maduro; habla Xammar sobre Hitler hace casi un siglo.
Por Marc Hofstetter
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Faltaba una década para que los Nazis llegaran al poder. Corría el año 1923 y la Alemania de la entre guerra vivía una descomunal inflación. Las Reparaciones que los aliados le habían impuesto tras ganar la Primera Guerra Mundial resultaban imposibles de pagar. El gobierno alemán tratando de hacer frente a los gastos, empezó a financiarse emitiendo billetes nuevos. La inflación que se desencadenó aún retumba en el inconsciente alemán. Las imágenes de ciudadanos comprando pan con una carretillada de billetes, de niños haciendo manualidades con los devaluados medios de pago, de meseros sobre las sillas de sus establecimientos gritando nuevos precios en el trascurso de la cena hacen parte de la tragicomedia.
En noviembre de ese año Hitler haría un primer intento por llegar al poder a través de un fallido golpe de Estado. Antes de la intentona les concedía una entrevista a dos periodistas catalanes, Josep Pla y Eugeni Xammar. Esta pasaría a la historia por ser quizás la primera prueba testimonial en la que Hitler hablaba abiertamente de la necesidad de deshacerse de los judíos. Señalaba, además, que el gran problema de Alemania era el creciente costo de vida y prometía abaratarlo. Para eso nacionalizaría los almacenes que en muchos casos estaban en manos de judíos y anticipaba todo tipo de milagros con los nuevos almacenes estatales.
Noventa años después y separados por 8000 kilómetros vemos una obra con un guión que parece calcado. El régimen llegó al poder por la vía democrática pero tras haberlo intentado a las malas. La inflación es el telón de fondo; no alcanza ni los talones de la alemana del 23 pero muerde igual. A los judíos los reemplazan por “comerciantes, burgueses malandros”. Les declaran la guerra, los persiguen, los amenazan, les quitan sus propiedades.
El líder de la nueva obra también lleva bigote. Xammar ironizaba sobre el de Hitler diciendo que este era más alto que ancho; si viviera tendría que decir que el de Maduro es más ancho que alto. De Hitler decía Xammar “Lleva gabardina con cinturón (me parece que con esto ya está dicho todo)”; de Maduro, ¡caramba si encontraría pintas para ironizar! El del bigote más alto que ancho prometía milagros con la nacionalización de los almacenes. El del bigote ancho aseguró en días recientes que con sus nuevos súper-poderes ¿milagrosos? “no habrá producto que no baje de precio”.
Xammar, a quién Salvador Madariaga calificó como el hombre más inteligente que dio España en el siglo XX, sostenía que “Hitler es hombre de un solo disco. Su programa es un programa clásico de dictador. Con breves y sencillas palabras promete la felicidad general”. El del bigote ancho ya tiene ministerio de la felicidad. Y con los nuevos súper-poderes podrá decretar la felicidad de su pueblo.
El de bigote alto llevó a su país a la destrucción total en poco más de una década. La versión latina va por buen camino para lograrlo. Recoge frutos sembrados por su antecesor, ahora presente en forma de delirantes pajaritos. Quizás los pajaritos sean en realidad polluelos de gallinazo. Así la genial frase con la que García Márquez abre su parábola sobre las tiranías latinoamericanas en el Otoño del Patriarca tenga una nueva vida: “Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los balcones de la casa presidencial, destrozaron a picotazos las mallas de alambre de las ventanas y removieron con sus alas el tiempo estancado en el interior, y en la madrugada del lunes la ciudad despertó de su letargo de siglos con una tibia y tierna brisa de muerto grande y de podrida grandeza.“