Cuando la crítica implacable impide ver lo positivo.
Por Leopoldo Fergusson (@LeopoldoTweets)
El viernes pasado participé, en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en un lanzamiento de dos de los títulos que componen la Colección Básica de Historia Económica que edita la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes: Historia económica de Colombia, 1845-1930, de William Paul McGreevy y Que nos tengan en cuenta, de Hermes Tovar. Comparto con ustedes las palabras que di a propósito del libro de McGreevy (con algunas ediciones para hacerlo un poco más corto).
Quiero primero unirme al agradecimiento a Uniandinos Siempre por la invitación, y a ustedes por su asistencia. Y quiero también felicitar al profesor Hermes Tovar y a nuestra decana Ana María Ibáñez (y a nuestro decano anterior Alejandro Gaviria) por sacar adelante esta colección. Y a Ediciones Uniandes por sacar este conjunto de libros muy pertinentes, y además muy bien editados.
El primer capítulo de la historia de este libro empieza en 1965, cuando McGreevy era un joven estudiante de doctorado del MIT que recibía su título de doctor, con una tesis que se publicaría en 1971 con el título An Economic History of Colombia, 1845-1930. Noten el énfasis en una historia económica de Colombia. En español le quitaron ese una y eso puede haber herido algunas sensibilidades.
Cuenta la leyenda que McGreevy había elegido estudiar a Colombia porque cuando fue a la biblioteca en MIT prácticamente no encontró libros sobre Historia Económica de Colombia y decidió: “ya tengo tema de tesis”. Así fue como llegó a trabajar en Bogotá en 1963 a escarbar en el Cede de la Facultad de Economía de Los Andes y en la Luis Ángel Arango.
McGreevy venía entusiasmado a aplicar la cliometría, o Nueva Historia Económica como también se le conoce, que estaba dando sus primeros pasos. El énfasis era el análisis econométrico, guiado por teoría económica. Se trataba de una aproximación que aún estaba en pañales, y que iba generando tanto entusiasmo como resistencia. Y el estudio de la historia económica en Colombia también estaba en pañales. Todo esto es clave para entender lo que pasaría con la obra de McGreevy: Se trataba de un investigador inexperto, que llegaba a aplicar un método que aún estaba en pañales, en un contexto donde el estudio de la historia económica apenas empezaba.
El segundo capítulo de la historia empieza en 1975 cuando su libro se publica en español con el título Historia económica de Colombia, 1845-1930. Ese año, McGreevy recibió una invitación a un seminario en Bogotá. Cuenta McGreevy en el epílogo de esta nueva edición que sólo al llegar al país supo que el título de la conferencia era “Un Análisis Crítico de la obra Historia económica de Colombia, 1845-1930 de William Paul McGreevy”.
Fue una encerrona. Todos lo criticaron. Frank Safford fue uno de los más contundentes. Le preocupó , dijo, “que la falta de una literatura muy amplia sobre la historia económica de Colombia, confiera a esta obra una autoridad inmerecida” (Historia económica de Colombia: un debate en marcha, Instituto de Estudios Colombianos, Bogotá, 1979, p. 25). Salomón Kalmanovitz dijo que “la teoría propuesta es no sólo inadecuada para explicar los hechos de la transición colombiana [al capitalismo, recuerden que este es Salomón I, el marxista] sino que es incoherente para explicar cualquier transición en general” (p. 53). Hermes Tovar, entre otras cosas, analizó en detalle un libro de cuentas de la hacienda de Doyma entre 1767 y 1769 para refutar las afirmaciones que hacía McGreevy sobre la situación de sectores populares atados a la tierra.
El asunto fue tan fuerte que el profesor James Robinson en un seminario en Bogotá (que debió ser en 2003 o 2004), postuló el McGreevy Effect en una presentación sobre el desarrollo de largo plazo en Colombia:
El Efecto McGreevy
Teorema: Si un académico gringo asegura que x es verdad sobre Colombia, los estudiosos colombianos rotundamente afirman que x no es cierto.
Prueba: La Historia económica de Colombia de William McGreevy.
Corolario: Se acabaron los gringos que escriben sobre la historia económica de Colombia.
Claramente es una exageración humorística, pero captura la esencia de la controversia. Yo en ese momento era apenas un asistente de investigación que especulaba con hacer un doctorado, y trabajaba para el profesor Robinson. Pero Robinson tuvo la generosidad de anotarme como coautor de la ponencia. No voy a decir nombres, pero un economista connotado, actual miembro del gabinete de gobierno, con doctorado en California, que no es Alejandro Gaviria, me dijo algo. Casi que reiterando como con reflejo la actitud que denunciaba el efecto McGreevy, dijo: “A usted no le conviene asociarse con Robinson y Acemoglu”. Tal vez sabía que yo iba a acabar como McGreevy, pues por culpa de Robinson y Acemoglu es que pude entrar a convertirme también en estudiante del MIT, 45 años más tarde.
Pero es interesante que con el tiempo se ha venido reivindicando esta obra, por varias razones. Hay un par de ensayos que son particularmente útiles de la historiografía colombiana que hablan del libro, de Meisel[1] y de Kalmanovitz[2]. Los dos rescatan aspectos positivos del libro. Robinson, en el prólogo a esta nueva edición, señala que a pesar de las posibles fallas en algunas de sus interpretaciones y revisión en algunos de sus datos, tiene mucho que destacar. Entre otras cosas, el énfasis en condiciones políticas (como la ausencia de un Estado capaz) e instituciones ineficientes heredadas de la colonia que pudieron haber truncado el desarrollo económico.
Dado que se ha ido reivindicando una pregunta válida es por qué le dieron entonces tanto palo a McGreevy en su momento. Una primera razón es que, aunque en efecto tiene muchas falencias, varias resonaron mucho, tal vez demasiado, por usar precisamente un método en infancia en un entorno en infancia: McGreevy hizo lo que pudo con lo que tenía a su alcance. No es coincidencia que donde los datos fueron mejores, sus resultados han sido más valorados, como el caso de su análisis del transporte.
Pero como hablábamos con Hermes, tampoco se le puede acusar a McGreevy por haber usado su imaginación. La imaginación es parte fundamental del proceso de investigación. Sin imaginación no habría innovación en el conocimiento. Parece que los críticos más feroces de McGreevy les molestaba que el título de su libro (sobre todo en español) lo hacía ver como el trabajo definitivo. Pero quizás ellos más que McGreevy estaban defendiendo una aproximación definitiva, una verdad definitiva, y un método definitivos.
Muchos vieron el trabajo de McGreevy como una amenaza. La cita de Safford lo muestra claro. Como señala Meisel, no sorprende en una época en que la cliometría iba desplazando historiadores económicos tradicionales, que estaban a la defensiva. Además, como lo muestra Kalmanovitz, era una época donde aceptar la cliometría era como aceptar una postura política. O más en general, donde había una correspondencia más clara entre método y postura política en general. Se creía que por estar atado a la teoría neoclásica no se podía acomodar fácilmente el papel de las instituciones colectivas, y se representaba más bien una postura de “derecha”. Los avances del neoinstitucionalismo muestran que esto no es así necesariamente. Mucha gente se veía amenazada: el que privilegiaba el estudio de casos específicos a fondo para conocer el contexto se veía amenazado por las frías cifras cuantitativas y descontextualizadas, o el que miraba el mundo con los lentes del marxismo veía esa visión del mundo cuestionada.
Hoy tal vez lo vivimos un poco distinto. Somos mucho más promiscuos: construimos teorías afines a teorías marxistas con herramientas formales de la economía más tradicional y “neoclásica”, incorporamos las instituciones colectivas y miles de fallas de mercado aunque partamos del individualismo metodológico, exploramos a fondo estudios de caso aunque hagamos regresiones econométricas con miles de observaciones. No nos importa mezclar aproximaciones. Pero en la época tengo la impresión que no era así. Era como ponerle los cachos a la mujer: había que elegir una aproximación o la otra.
La segunda gran razón por la que le dieron duro a McGreevy es porque dio papaya. En el caso de McGreevy se hizo famosa su afirmación en el libro, en su esfuerzo por explicar el despegue de un crecimiento sostenido en Colombia en el siglo XX en algunas regiones de Colombia y no en otras, según la cual los colombianos finalmente hicieron la transición al crecimiento sostenido “porque así lo quisieron”.
En efecto planteada así la ingenuidad es enorme y no se contesta la verdadera pregunta: ¿Y por qué quisieron? ¿Y por qué quisieron en ese momento y no antes? ¿Y por qué quisieron los paisas y no otros?
Pero aún en este caso McGreevy estaba en cierto sentido en la dirección correcta, al señalar que la causa del subdesarrollo no estaba en nuestra imposible geografía o en la necesaria dependencia de los países pobres. En esto de la geografía, por ejemplo, el trabajo de Xavier Durán sobre el transporte en Antioquia y California le da la razón a McGreevy.
En fin, no es para negar que McGreevy dio papaya y en muchas cosas fue ingenuo. Pero nos concentramos tanto en eso que por mucho tiempo no vimos lo valioso que podía tener el libro. Por eso quiero proponer un teorema afín al Efecto McGreevy:
El efecto Papaya
Teorema: Si un académico gringo da papaya, los colombianos lo aprovechan.
Prueba: La Historia económica de Colombia de William McGreevy.
Corolario: No le ponemos atención a lo valioso que pueda decir el gringo.
Es interesante porque para terminar con una nota de coyuntura, muy recientemente el autor del efecto McGreevy, el profesor Robinson, dio papaya al afirmar entre otras cosas que los problemas de Colombia no están en el campo y que en lugar de hacer promesas imposibles sobre restitución de tierras el país debería enfocarse en la educación y dejar que los problemas rurales se marchiten. Yo, que soy alumno de Robinson y he sido educado bajo su visión del mundo, creo que dio papaya y no estoy de acuerdo con todo lo que dijo.
Pero al mismo tiempo creo el efecto papaya puede estar haciendo que no veamos lo más importante que dijo en la famosa nota periodística que generó un amplio debate: que los colombianos nos estamos hablando paja pensando que la guerra es la causa fundamental de nuestros problemas y la firma de un tratado de paz será su solución. Ninguna de las dos cosas es cierta, y eso lo digo aunque apoyo todos los esfuerzos por acabar el conflicto interno por la vía del diálogo.
Espero que no pasen 45 años para que lo descubramos y empecemos a pensar, en serio, cómo hacemos para modernizarnos. Para que, en serio, eso sea lo que queramos, como dijo McGreevy. Muchas gracias.
[1]Adolfo Meisel, 1998, “La Cliometría en Colombia: Una Revolución Interrumpida, 1971-1999,” Borradores de Economía 118, Banco de la Republica de Colombia.
[2]Salomón Kalmanovitz, 2004, “La cliometría y la historia económica institucional: reflejos latinoamericanos” Historia Crítica, 27 (Enero-Junio): 63 – 90