Por CHRISTIAN JARAMILLO

Hoy se me salió lo que tengo de halcón.

Está haciendo carrera la idea de que a las pretensiones territoriales del Presidente Chávez las controlamos por la vía de las multilaterales. Hm. Tal vez. ¿Será que sí? Expertos del sector defensa no están tan convencidos, así la Misión de Relaciones Exteriores diga –y yo concuerdo con ellos– que hay que reforzar los canales diplomáticos.

Por CHRISTIAN JARAMILLO

Hoy se me salió lo que tengo de halcón.

Está haciendo carrera la idea de que a las pretensiones territoriales del Presidente Chávez las controlamos por la vía de las multilaterales. Hm. Tal vez. ¿Será que sí? Expertos del sector defensa no están tan convencidos, así la Misión de Relaciones Exteriores diga –y yo concuerdo con ellos– que hay que reforzar los canales diplomáticos.

Yo suscribo ambas visiones, la militar y la diplomática, y no creo contradecirme. El trabajo de la Cancillería es explorar lo mejor que sea alcanzable por la diplomacia. En contraste, el de los militares es asegurarse de que lo peor no pueda pasar –de que el Presidente Chávez también prefiera los canales diplomáticos. La diplomacia, que explore la opción optimista cuya probabilidad es del 95% (o 99%, o lo que sea). Los militares, que se aseguren de que estamos preparados para la probabilidad de 5%. Planee para lo mejor pero esté listo para lo peor. Y la posibilidad de una guerra con Venezuela suena de lo peor.

El punto fiscal de este cuento es que estar listo para lo peor requiere inversiones en equipo militar adecuado. Afortunadamente es mucho más barato frenar a un agresor que atacar (y no se trata de meternos en una carrera armamentista). Pero igual en este momento no podemos detener el armamento estratégico de Venezuela. El gasto militar colombiano, ya dolorosamente grande, ha estado enfocado a nuestro conflicto interno. Por eso, las FFAA están ya contemplando la manera de volver permanente el Impuesto al Patrimonio (que está vigente hasta el 2014, a tiempo para la próxima reelección) para modernizar su armamento.

Financiar una modernización de las FFAA es deseable; hacerlo con el Impuesto al Patrimonio es una mala idea. El Impuesto al Patrimonio pudo ser necesario en una coyuntura de urgencia pero no conviene dejarlo como parte de la estructura tributaria permanente. Hay otras opciones. Los chilenos, para la muestra, destinaron parte de sus ingresos por explotación de cobre a las FFMM, con excelentes resultados. (Nosotros vamos para un boom minero, nos dicen. Las FFAA dedican bastantes recursos a proteger infraestructura minera. Gastarse esa plata adicional internamente sería inflacionario y holandés; el gasto militar de marras sería en importaciones.)

La verdad es que la coyuntura fiscal es mala para hablar de gastos adicionales. Pero la coyuntura política es la indicada. Lo de Venezuela es preocupante y tiene pinta de empeorar. Si esperamos a estar en medio de una crisis militar externa para hablar de la financiación de las FFAA, es probable que no tengamos tiempo de pensar bien la cosa. Aún estamos a tiempo.
PS. Le comenté esto a otro estudioso de los temas fiscales, y me hizo notar una ventaja adicional de financiar a los militares con las rentas mineras. Si se hace que los gobiernos locales pongan de lo suyo, vía regalías, se disminuyen el despelote y el despilfarro de las regalías adicionales.