Por: Christian Jaramillo
Este blog es el resultado de una vecina que me convenció.
Por: Christian Jaramillo
Este blog es el resultado de una vecina que me convenció.
La teoría del goteo (“trickle down”) dice que al crecer el producto se van a beneficiar todos, ricos, y pobres; que aunque inicialmente los frutos de un mayor crecimiento le lleguen a un grupo de la población, eventualmente van a gotear al resto. Este ha sido implícita o explícitamente el argumento de los economistas que defienden que el Estado se concentre en agrandar el pastel más que en repartirlo mejor. No es que la mejor repartición no importe, es que viene solita si el pastel crece.
Mejor dicho, ERA el argumento. La vecina de marras (vecina de oficina en la Universidad) me hizo notar hace poco a punta de recortes de periódico que en Colombia se ha ido configurando un neoconservatismo económico vocal (y hasta vociferante, metafóricamente hablando), similar al de los halcones del Partido Republicano de los EEUU. Un neoconservatismo que dice abiertamente que lo del goteo puede o no ser, pero que no importa. Que el crecimiento es un tren al que cada uno se tiene que montar. Que el que no se monta, de malas. Que el Estado debe hacer de árbitro imparcial, sin intereses propios en el devenir económico y sin defender a los perdedores: para qué si los únicos que cuentan son los que aportan al PIB.
Que lo que pasa es que el crecimiento se logra ayudando a los ricos. Que es problema de los pobres si son pobres: que aprendan a ser productivos.
Ojo, lo nuevo no es que exista esta corriente neoconservadora, es que ahora articula explícitamente y sin excusas su opinión. Es evidente, por ejemplo, en las declaraciones del exministro Arias en defensa de AIS y en algunas columnas de opinión económica de los periódicos nacionales.
Mi vecina opina que eso es una buena cosa.