Los medios de comunicación son un arma de doble filo. Estos ejemplos recientes lo ilustran.
Por Leopoldo Fergusson
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Ya escribí hace unos meses en Blogoeconomía sobre los medios de comunicación como un arma de doble filo, y más recientemente en el blog Foco Económico volví sobre el tema con énfasis especial en los “nuevos medios”. Por nuevos medios podemos entender muchas cosas, pero me refiero sobre todo a la importancia creciente de internet, y en particular a su aspecto “dos punto cero” que hace borrosa la línea entre emisor y receptor del mensaje. Hoy quiero ilustrar algunas de las ideas de mi entrada en Foco Económico con ejemplos recientes que son demasiado tentadores para dejarlos pasar, aunque corra el riesgo de sonar como disco rayado. (Perdonen la expresión, que ahora que pienso, es obsoleta.)
Primero, un resumen no exhaustivo de las ideas principales:
Los nuevos medios permiten a los individuos acceder y divulgar información muy fácilmente, y esto tiene innegables ventajas. Por ejemplo, hay quienes creen que son responsables de mejorar la rendición de cuentas políticas al punto de haber contribuido a derrocar dictadores, como en la primavera árabe.
Sin embargo, el acceso fácil al consumo y producción de información también tiene sus desventajas. Primero, puede crear incentivos perversos para los gobernantes. No me detengo sobre esto (¡Los invito a leer la entrada!) pues los ejemplos que siguen tienen que ver con un segundo tipo de efectos de la red 2.0: los que se desprenden de su interacción con los medios tradicionales.
Con la expansión de las redes sociales, y en particular Twitter, los políticos han reaccionado y han encontrado en sus trinos una herramienta muy útil de exposición. A través de esta estrategia, a los políticos de hoy les queda fácil establecer la agenda de los medios de comunicación. Y el establecimiento de la agenda es un poder fundamental: dijo Cohen (1963) en una frase famosa que aunque los medios no pueden decirle al público qué pensar, sí tienen un gran impacto al decirle sobre qué pensar. Por supuesto, aunque el caso de los políticos es el más notorio, otros ciudadanos que logren ser lo suficientemente llamativos en las redes sociales, también pueden terminar estableciendo la agenda de los medios tradicionales.
Esto crea un problema para los medios de comunicación, que pueden quedar envueltos en un dilema de comportamiento colectivo. Individualmente, pueden reconocer que muchos de los eventos del mundo 2.0 no son dignos de convertirse en noticia. Pero ninguno de ellos quiere ser quien no lo reporte.
Finalmente, con los nuevos medios se enfrenta el riesgo de que se invierta menos en periodismo de investigación, en encontrar verdaderas primicias. Un divertido estudio de Ignacio Franceschelli encuentra que, desde que los principales periódicos argentinos lanzaron sus portales de internet, el tiempo que transcurre entre un suceso noticioso (en el estudio, el fallecimiento de personajes públicos) y su reporte en los diarios ha aumentado. ¿La razón? Internet reduce el valor de la primicia, es como la destrucción de una patente. En la era de los impresos, quien imprime primero tiene la noticia y goza del monopolio de la primicia hasta que sus competidores puedan reaccionar (con frecuencia un día más tarde). En la era de internet, después de colgada la primicia en el portal, muy pronto es copiada por todos los competidores. Frente a esta situación, ¿para qué dar primero la noticia?
Pasemos ahora sí a lo prometido. Ejemplos concretos, tragicómicos algunos, que parecen surgir, al menos en parte, de este nuevo ambiente en el mundo de la producción y consumo de información.
Empiezo con un ejemplo que apunta a la falta de rigor en la investigación y la obsesión afanosa por no quedarse sin reportar lo que otros ya anuncian. No me detendré pues ya se formó ya una polémica importante y Pablo Medina Uribe en La Silla Vacía lo analizó y definió como noticia apresurada: el famoso caso de la noticia de las pensiones y la Corte. Casi todos los medios la embarraron, dando por fallado el tema antes de tiempo. La Silla Vacía, que no cayó, acabó siendo tildada como la mala del paseo por señalar el error de la mayoría, como lo comenta acá su directora.
Más elocuente quizás del papel que puede jugar internet, es esta metida de pata de muchos medios internacionales y, en el caso colombiano, al menos de El Espectador quien lo reconoció así en “La Redacción al Desnudo”:

Esta noticia, que ya no aparece en el portal del diario, fue inventada por el sitio de humor The Daily Currant. La ex candidata republicana Sarah Palin, a raíz de los atentados en Boston a manos de los jóvenes chechenos, habría pedido una invasión de República Checa. Alguien podría argumentar que no sería la primera vez que los Estados Unidos, tras un atentado terrorista, deciden invadir un país con poca justificación (como lo dijo Jon Stewart en The Daily Show). Pero la noticia es tan risible que se esperaría menos ingenuidad y algo de verificación.
En el caso de las bombas en la Maratón de Boston los errores son abundantes. En medio de la confusión, The New York Post publicó una foto con dos falsos sospechosos. CNN habló de un arresto de un individuo. “Un hombre de piel oscura,” precisó (si cabe el término) la cadena. La información era falsa, y cuando las autoridades desmintieron la noticia los propios reporteros de CNN reaccionaron discutiendo sobre la confusión reinante. Así, crearon dos historias. Primero, una noticia falsa. Segundo, ¡una discusión sobre la confusión como consecuencia de su propia noticia falsa!
Esto les permitió llenar el espacio, algo nada sencillo en los canales de noticias de 24 horas. De nuevo, vean a Jon Stewart refiriéndose al incidente. Y a propósito de errores por reportar en vivo, vean esta desafortunada “analogía” de una reportera de CNN. En su intento por describir el ambiente en Watertown durante la búsqueda de los responsables de las bombas de la maratón dijo que “las calles están desoladas, como si hubieran detonado unas bombas”.

El riesgo de las redes sociales también quedó claro con este trágico episodio. Por una parte, que los transeúntes tuvieran cámaras a la mano en sus teléfonos celulares y compartieran fotos con la policía significó contar con información detallada de lo que sucedió en los instantes previos y posteriores a la explosión de las bombas. Pero, también, entre la información equivocada de los medios y la caja de resonancia de las redes sociales, acabó perjudicada la familia de Suni Tripathi, un estudiante de 22 años que desapareció desde marzo y fue culpado sin fundamento en la red 2.0. Terrible sufrimiento para una familia que ya pasaba por momentos difíciles y que, agobiada con los comentarios agresivos, tuvo que eliminar la página en Facebook que había abierto para buscar a Suni.
En fin, no se trata de oponerse a la tecnología. Pero sí de adaptarse y entender estos riesgos. Algo que con seguridad muchos periodistas entienden. Yolanda Ruiz, directora de noticias de RCN Radio, reconoció hace poco que “desde que existe San Google hemos perdido mucho.” Y no se refería a rating, sino a rigor periodístico: “se ha perdido mucho el contacto con la fuente”. Algunos invitan a los medios a “ir más despacio,” pero más fácil es decirlo que hacerlo.