A ver si le suena conocido: está en un trancón en una vía principal sin cruces. Avanza despacio hasta dar con la causa, un choque entre dos carros pequeños. Usted frena un instante para ver bien (pura curiosidad científica, claro), pero la verdad no se ve ningún rayón, abolladura ni farola rota. Los dueños están al lado de sus carros, tomándose un tinto y siendo amigos. Usted refunfuña y sigue: va tarde.
 

A ver si le suena conocido: está en un trancón en una vía principal sin cruces. Avanza despacio hasta dar con la causa, un choque entre dos carros pequeños. Usted frena un instante para ver bien (pura curiosidad científica, claro), pero la verdad no se ve ningún rayón, abolladura ni farola rota. Los dueños están al lado de sus carros, tomándose un tinto y siendo amigos. Usted refunfuña y sigue: va tarde.

No todos los trancones son iguales: algunos son de ley. No los causan los accidentes, sino el croquis del policía. El dibujito que sirve para poder echar la culpa del accidente al otro, y para dar tiempo a los transeúntes sin velas en el entierro a que curioseen. Y para contaminar un poquito más a Bogotá.

No tiene que ser así. Para la muestra un botón: el Estado de Michigan, en los Estados Unidos, es lo que se llama un no-fault state, un estado sin culpabilidad[1]. En Michigan, si dos conductores tienen un accidente, cada uno es responsable por los daños de su propio carro, sin importar de quién sea la culpa. Este esquema regulatorio presenta una serie de ventajas sobre el que tenemos en Colombia.

Un esquema no-fault hace innecesario el pleito para determinar quién paga. Si usted tiene seguro contra accidentes, hoy en día este costo le llega a través de la prima que paga. Si no, sale directamente de su bolsillo. Y los abogados son caros. Los malos conductores (y los que aseguran a los malos conductores) tienen incentivos para conseguir un buen abogado para que le echen la culpa al otro conductor. Esto es bueno para el imprudente y para el abogado, y malo para el desafortunado que cruce su camino.

Las ventajas no acaban ahí. A las aseguradoras no les gusta el riesgo, que perciben como costo. El esquema de seguros no-fault elimina el riesgo sobre el valor del otro carro involucrado: yo tengo un WVM, pero mi seguro tiene que prever la posibilidad de que yo raye un BMW. Si usted no tiene seguro, también sale ganando. Un conductor promedio, que tenga la culpa en la mitad de sus accidentes, paga hoy por dos carros cada segunda vez. Con un sistema no-fault paga un carro cada vez. El suyo.

Las objeciones usuales al sistema no-fault tienen que ver con la percepción de justicia. ¿Por qué me va a tocar pagar por un daño que no fue mi culpa? La respuesta es que eso es lo que piensa usted, y el del otro carro también. Y con frecuencia ambos tienen razón. O ninguno de los dos. Es raro que la culpa esté claramente de un lado de la disputa, y más raro aún que ese lado lo acepte. ¿Está dispuesto a pagar a aseguradoras y abogados un sobrecosto promedio de, digamos, 15%, con tal de demostrarle a un juez que usted tenía razón?

¿Y la subida de la prima del seguro cada vez que se choca? Sería mucho menor. Las aseguradoras utilizan el historial de accidentes para adivinar qué tan buen conductor es. Con la nueva regulación, ellas sabrán que el historial de accidentes debe interpretarse de forma diferente.

Por supuesto, un esquema de seguros no-fault no es la panacea. Los accidentes con heridos aún requerirían croquis y abogados. Los conductores de automóviles invulnerables, como busetas y camperos, seguirían pasando por encima de los pequeños. Además, la renuencia de los conductores a un sistema en que tendrían que pagar aunque no tuvieran la culpa puede ser un obstáculo. Cuestión de orgullo personal, pero cuestión al fin y al cabo.

Pero nos ahorraríamos esos trancones absurdos a la espera del croquis.