Por David Bardey
La renta básica universal es una propuesta económica recurrente que está tomando siempre más fuerza (ver la entrada de mi compañero Andrés Álvarez en este Blog, la columna de Daniel Gómez en La Patria o si tienen más tiempo para dedicar al tema, la segunda parte del libro de Luis Fernando Medina, el Fénix Rojo). En pocas palabras, una renta básica consiste en garantizar un ingreso mínimo a todos los individuos, de manera independiente de su contribución en el mercado laboral. En una forma más suave, el economista Atkinson propone que este ingreso tenga una contrapartida, es decir que los individuos que beneficien de esta transferencia contribuyan en actividades que tienen utilidad para la comunidad. Lo que propongo en esta entrada es generar una discusión en vez de exponer mis propias ideas, porque como se darán cuenta fácilmente, aunque esta propuesta me parece atractiva por algunos de sus aspectos, tengo más interrogantes que certezas al respecto.
Aunque al principio el debate sobre la oportunidad de una renta básica universal se limitaba a la esfera académica, es importante resaltar que ya se ha concretado o implementado en algunos contextos particulares (p.ej. Canadá, India y Namibia, entre otros), y es una cuestión que se discute de manera frecuente en los diferentes entornos políticos. Por ejemplo, hace dos días (el 5 de junio), los suizos tuvieron que votar un referendo sobre la implementación de un esquema de renta universal (25% de la población suiza apoyó esta propuesta, lo que para ser una primera vez da algunas esperanzas para sus promotores en el futuro).
Lo interesante de la renta básica es que tiende en unir o reunir economistas y políticos de ambos lados, es decir, tanto de derecha como de izquierda. De hecho es siempre útil recordar que uno de los primeros economistas que mencionó la posibilidad de introducir una renta básica universal es el muy liberal Milton Friedman, idea que después fue retomada por economistas más progresistas como Piketty y Atkinson, entre otros (ver la entrada de Andrés Álvarez). Aunque su implementación y su articulación con otros programas sociales dependen claramente de las sensibilidades políticas de los economistas que la promueven, los propósitos comunes de todos son los siguientes: 1) luchar contra la pobreza garantizando un mínimo vital para todos; 2) asegurar que la gente pueda disfrutar de una libertad real (por esta razón es que esta idea seduce tanto a los libertarios de ambos lados); 3) tratar de operar una redistribución que genere menos distorsiones que otros programas sociales más convencionales. El tercer punto se puede resumir bajo el lema siguiente: buscar una mejor repartición de la torta, sin afectar demasiado su tamaño.
Prácticamente la implementación de una renta universal consistiría en modificar los esquemas actuales de impuestos a la renta. Como lo menciona Luis Fernando Medina en el Fénix Rojo, desde un punto de vista práctico, la implementación de una renta universal implicaría que algunos tendrían que pagar un poco menos de impuestos, mientras que otros tendrían derecho a un reembolso. Obviamente si el esquema de impuestos a la renta ya es progresivo, un programa de renta universal implementa una redistribución de ricos a pobres, debido a que los individuos más ricos paguen más impuestos que si no existiera esta renta universal para financiarla.
Ahora retomo varias de las objeciones que se han formulado en contra de una renta universal para discutirlas. Una de éstas es que podría generar inflación. Como lo explica de manera elocuente Luis Fernando Medina en su libro, esta objeción no tiene mucho sentido, pues lo que genera inflación es la emisión monetaria, y salvo que la renta universal se financie con este tipo de política monetaria, no hay ninguna razón para que ésta contribuya a incrementar el nivel general de los precios. No obstante, si bien el argumento de Medina es contundente, creo que un esquema de renta universal sí podría afectar los precios relativos, es decir podría por ejemplo aumentar más los precios de la canasta básica. Si esta posibilidad existe, entonces determinar si es oportuna o no la introducción de una renta universal en comparación con programas tales como “Más Familias en Acción” en Colombia, requiere anticipar bien la magnitud de este potencial efecto. Por un lado, la renta universal presenta la ventaja que da la libertad a los individuos para gastar sus (mayores) ingresos como lo desean pero, por otro lado, puede encarecer más la canasta familiar (que ese programa de transferencias condicionadas).
Una segunda objeción muy recurrente en contra de la renta universal, es que ya nadie aceptaría dedicarse a los trabajos menos calificados. Mejor dicho, por la renta universal que recibirían las personas, los individuos ya no estarían dispuestas a aceptar trabajos mal remunerados. De nuevo, esta objeción no parece tener mucho sustento. Del momento que la renta universal no se encuentra ligada al trabajo, a diferencia de los seguros de desempleo por ejemplo, los individuos siguen teniendo incentivos para aceptar estos trabajos porque pueden acumular el salario que recibirían a la renta universal. En otras palabras, si bien los incentivos de participar en la fuerza laboral se pueden reducir por la presencia de la renta universal, este efecto será siempre menor con un mecanismo de renta universal que con un esquema estándar de seguros de desempleo. Una distorsión que se puede puede eventualmente presentar es que la renta universal contribuya a aumentar los salarios de los trabajos poco calificados por una mayor escasez. Pero en este caso, este efecto de equilibrio general no haría más que contribuir a la redistribución buscada, distorsionando los salarios relativos a favor de los menos calificados.
Si bien esta segunda objeción no tiene mucha acogida para los países desarrollados, yo sí creo que necesitamos reflexionar más sobre los efectos que puede tener la implementación de un esquema de renta universal en países en desarrollo que se caracterizan por mercados laborales con un sector informal importante. En particular, habría que diseñar bien este esquema de renta universal para que contribuya a formalizar el mercado laboral y no contribuya más a incrementar el sector informal.
Relacionado con esta segunda objeción, Medina admite que si bien una renta universal no va a hacer que desaparezcan los trabajos menos calificados, es cierto que un esquema de renta universal puede modificar la asignación de nuestro tiempo a favor del ocio, i.e. trabajaríamos menos. En otras palabras, al nivel agregado, si se puede reducir la oferta laboral. Si este efecto es moderado, quiero resaltar que puede presentar varias ventajas. Primero, por el progreso tecnológico, todo el resto igual, puede ser óptimo dedicar menos tiempo en actividades productivas. De hecho, es una tendencia que ya esté en curso y que es independiente de la renta universal. Segundo, con innovaciones tecnológicas que siempre cambian y afectan nuestros procesos de producción, este mayor tiempo dedicado al ocio puede también dar las oportunidades a los trabajadores a nuevos aprendizajes. El esquema actual en el cual uno estudia y después trabaja para finalmente jubilarse, puede corresponder a un paradigma antiguo. Mientras que la uberización de los trabajos hace que algunos trabajos puedan desaparecer rápidamente (ver mi entrada en este blog), los trabajadores dedicados a estos trabajos necesitan reconvertirse a otras actividades productivas. El esquema de renta básica puede entonces contribuir a suavizar y facilitar estas transiciones, dando el tiempo necesario a estas reconversiones.
Y bueno para terminar, ¿cuál sería el monto adecuado de la renta universal para un país como Colombia?