Por: Andrés Fernández

Por: Andrés Fernández
Creo que una de las varias curiosidades del debate económico colombiano es la discusión que periódicamente se da cuando la economía entra en su fase de desaceleración. El debate casi siempre gira en torno a si la economía colombiana ha entrado o no en recesión. La recesión es un término que generalmente asusta porque tiene claras connotaciones negativas. Son épocas en que el consumo de los hogares cae al subir la incertidumbre por sus ingresos futuros. Esta incertidumbre también hace que los negocios pospongan sus planes de inversión y expansión, dejen de contratar y hasta desenganchen personal, contribuyendo a que el desempleo aumente y exacerbando aún más la incertidumbre de los hogares. Por esta razón la recesión es algo de lo que la gente habla mucho. Por ejemplo, los medios de comunicación prenden rápidamente sus micrófonos para preguntar si la economía está oficialmente en recesión. Este proceso no es particular a la economía colombiana. Pasa en todas las economías de mercado que sufren fluctuaciones macroeconómicas recurrentes. Lo que me parece curioso del caso colombiano es que acá existe una tendencia mucho más marcada por esperar que la evaluación de si estamos o no en recesión venga del propio gobierno, en cabeza de su equipo económico o del Banco de la República, otro ente del Estado. Esto me parece curioso porque el gobierno es precisamente una parte interesada en que no estemos en recesión pues no sólo hace perder votos en las urnas sino que hace que naturalmente se ponga en duda la capacidad de las autoridades económicas, Banco de la República incluido, para estabilizar el ciclo y suavizar las fluctuaciones agregadas. A ningún ministro de hacienda o director de banco central le gusta salir a decir públicamente que se está en recesión. Sin embargo, son precisamente estos dos funcionarios los que, en Colombia, parecen haber sido escogidos para diagnosticar oficialmente si la economía colombiana está o no en recesión.
Lamentablemente los economistas no contamos con una definición exacta e incontrovertible sobre lo que es una recesión. Si bien enseñamos desde el primer  día del curso introductorio a la macroeconomía que el ciclo económico se genera por expansiones y contracciones del producto agregado alrededor de una tendencia de largo plazo, los economistas no hemos podido ponernos de acuerdo aún sobre cuando una fase contraccionista se vuelve tan severa que se le puede llamar recesión. Algunos libros de texto la definen como un periodo en el cual durante dos trimestres o más se presenta crecimiento agregado negativo. Pero incluso esta definición que parece simple a primera vista, se presta para malentendidos y tergiversaciones. Basta recordar la enredada discusión de hace un poco menos de dos años en la cual el equipo económico del gobierno afirmaba que no estábamos realmente en recesión mientras que otros analistas así lo consideraban (para refrescar la memoria ver ). Una de las manzanas de la discordia en ese entonces era si se debía tomar el crecimiento anualizado o de trimestre a trimestre. En fin, este ejemplo creo que ilustra bien lo curioso que resulta el arreglo al que hemos llegado en Colombia y que, a mi manera de ver, termina siendo perjudicial pues aumenta más la incertidumbre entre los agentes económicos y dificulta la toma de decisiones de política.
¿Qué hacer al respecto? Sobre esto ya ha habido propuestas serias e interesantes. Quizá la primera que recuerdo fue hecha por Andrés Escobar, exsubdirector del DNP, hace ya unos años en un artículo llamado Los Ciclos Económicos en Colombia (Coyuntura Económica Vol. XXXV No. 2, 2005). Lo que propone Escobar  es que se cree en Colombia una institución que cumpla una función análoga a la que el National Bureau of Economic Research (NBER) desempeña en Estados Unidos como árbitro oficial de los momentos del ciclo económico. El NBER tiene un comité especial conformado en su mayoría por académicos quienes evalúan una serie de indicadores de actividad productiva, en su mayoría con frecuencia mensual, y evalúan el estado del ciclo económico (para más información sobre los procedimientos del NBER ver ). De acuerdo con Escobar, si se delega en una institución técnica e independiente del gobierno y del Banco de la República la labor de determinar por consenso los cambios de dirección de los ciclos económicos en Colombia, se crearía un punto de referencia obligado para la toma de decisiones de política.
Recientemente el Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) de la Universidad Nacional propuso algo en la misma dirección: establecer el Comité de Medición del Ciclo Económico Colombiano, conformado por miembros tanto de la comunidad académica (pública y privada) como de organismos privados e independientes de análisis económico, y que sirva como punto de referencia para el estado del ciclo colombiano.
También el gobierno del Presidente Santos, con su equipo económico, ha dado muestras de querer moverse hacia una dirección similar y que involucre el análisis independiente sobre la coyuntura económica como insumo en la toma de decisiones de política macroeconómica.  En efecto, el Proyecto de Ley sobre la regla fiscal en Colombia, radicado en el Congreso hace poco, incorpora en su artículo 14 la creación de un grupo técnico de expertos independientes que “proveerá las estimaciones sobre los parámetros básicos requeridos por la operación de la regla fiscal”. Una de las tareas de este comité sería, entre otras, la evaluación objetiva del ciclo económico colombiano (para más información sobre este proyecto ver ).
Qué bueno sería que estas propuestas se combinaran y pudiésemos contar con una evaluación objetiva, independiente y desacalorada del estado del ciclo económico. Así, con suerte, la próxima fase contraccionista del ciclo no nos coja mal parados.