Por Marcela Eslava
Por Marcela Eslava
La propuesta reciente de diferenciar los salarios por regiones tiene algunos elementos atractivos. En esta discusión el director de DNP parece estar pensando en el salario mínimo en su dimensión de distorsión del mercado laboral: al exigir un pago mínimo se puede desincentivar la contratación por parte de empleadores que no alcanzan a pagar ese salario por una labor que en principio querrían contratar, o que valoran esa labor menos que el salario mínimo. La distorsión que se genera es claramente mayor para ciudades donde el “salario de equilibrio” para algunos trabajadores (el que se pagaría en ausencia de esta norma) es menor que el actual mínimo. En esas ciudades el efecto negativo sobre el nivel empleo es seguramente mayor y por tanto sería deseable reducirla cortando el salario mínimo. Por lo que entiendo de la entrevista que leí con el director del DNP, esto es lo que se buscaría.
Hay, sin embargo, varias dificultades en la implementación de este tipo de esquema que hay que considerar cuidadosamente y que posiblemente minen su efectividad como política de reducción de desempleo en ciudades de menores ingresos. La más grande está en el tema de cómo se fijarán estos diferentes salarios. Siguiendo la lógica del objetivo de reducir el desempleo, habría que tomar el actual salario mínimo como el tope máximo para ciudades de más altos ingresos y ajustar a la baja los de otras regiones. ¿Cómo hacerlo? Dado que el salario mínimo en principio busca asegurar acceso al mínimo vital, habría que ajustar con base en diferencias en precios de la canasta básica. Pero, es esto factible? No me queda claro. Si el actual salario mínimo paga la canasta básica promedio del país, entonces muy probablemente la Corte Constitucional (a la que sin duda acabaría llegando la medida) exija que se ajuste al alza para las ciudades más costosas. Es decir, el costo en términos de desempleo de tener un piso a la remuneración se agravaría para esas ciudades. No me queda claro siquiera que se pueda reducir el salario mínimo para las ciudades de bajo costo. Es probable que se decida que esto atenta contra derechos adquiridos de los trabajadores de estas ciudades. Así, en términos de reducir el desempleo, puede ser peor el remedio que la enfermedad: podemos terminar adoptando salarios diferenciales , todos más altos que el actual nivel único. Seguramente reduciríamos las diferencias de desempleo a través de regiones, pero con niveles de desempleo más alto en todas.
La otra pregunta grande es cómo se harían ajustes a futuro. ¿A partir de la inflación y los aumentos de productividad de cada región? Si los cálculos de estas dos variables son ya objeto de intenso debate al nivel agregado, no me quiero imaginar la discusión cuando las cifras requeridas tengan mayor nivel de detalle. Hay también problemas técnicos en la medición de productividad: se generan distorsiones de esta medida a través de regiones y sectores cuando hay diferencias de precios que no se pueden incluir de forma adecuada en el cálculo. Finalmente, si se introducen negociaciones de las alzas por regiones, tendremos también distorsiones derivadas de las diferencias entre regiones en el poder de negociación relativo de sindicatos y empresas.