Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
¿Qué tal? una educación progresista.
El paradigma educativo de mayor vigencia en Colombia es el curricular, cuya apuesta claramente es la integración de saberes, asignaturas, prácticas y “poderes escolares” que se establecen y circulan como dispositivos reguladores de lo que se debe saber y poder hacer con las competencias que se aprende en la escuela. Así en Colombia, la educación ha venido durante muchas décadas viviendo de postulados añejos que se establecen como base para los razonamientos y políticas gubernamentales.
El anclaje de estos paradigmas retardatarios está arraigado al ADN educativo por la estandarización de prácticas pedagógicas y la escasa investigación en el aula. Hechos éstos, que los hacedores de políticas educativas utilizan intencionalmente para perpetuar el statu quo de control y obedecimiento cultural.
Abiertamente es necesario mutar a un sistema educativo de apertura y transformación, un modelo educativo progresista que incida positivamente en el desarrollo integral de la población, que remueva los paradigmas, las creencias, las formas de relacionamiento y comprensión que hasta ahora se tiene de la educación en el país. En esta perspectiva, se requiere poner en duda la veracidad de lo que se ha dicho en educación y conjeturar otras ideas posibles, donde el segundo idioma, la innovación, el diseño y la enseñanza digital sea un derecho, no un anhelo colectivo.
Según el DANE, los resultados del Censo revelan que el 36,6% de la población ha alcanzado el nivel básica primaria, el 32,6% básica secundaria o media académica y el 21,7% tiene un nivel profesional. El 3,9% de la población es tecnólogo y sólo el 1,4% ha realizado estudios de especialización, maestría o doctorado. Aunque se ha mejorado, el índice de población sin ninguna educación es del 5,2% que equivalen a más de 2 millones de compatriotas.
En el país, todavía se piensa que a más horas de clase y más asignaturas, se aprende más, de allí el surgimiento de la jornada única, donde los jóvenes están más tiempo en clase, contenidos o encerrados en la escuela, con la gravedad inaudita que, no se aprende nada nuevo. Así mismo, los congresistas en su afán de visibilidad política, cada vez más, presentan nuevas cátedras que fragmentan el proceso formativo y profundizan brechas entre quienes reciben buena educación y quienes reciben de todo un poquito. Todos sabemos que, sin ejes articuladores en infraestructura educativa, calidad en la enseñanza, DDHH, la paz o la seguridad en las escuelas es imposible ofertar una educación pertinente e incluyente.
Ya es hora que la educación del país, crea en sus jóvenes y le dé más espacios de poder y libertad formativa. En principio es, fomentar la confianza y una mayor transversalidad e institucionalidad de las tareas cotidianas en la escuela. En esta mirada, al revisar la educación media es posible incorporale nuevos énfasis que dinamicen los aprendizajes y que estén más acordes a los intereses de los estudiantes, propiciar asignaturas optativas para que surge la creación y la innovación, sin tantos prejuicios. Es decir, una educación con estéticas nuevas de inclusión social, donde los estudiantes decidan que cursos tomar o en qué proyectos quieren participar.
Con toda seguridad sé que a los maestros les interesa fomentar un currículo disruptivo que se articule a la universidad, desde el diseño, la producción, las artes o en general la cultura. En Europa y en el mundo moderno, se ha priorizado entregar responsabilidades a los estudiantes y con ellos mismos empoderados, combatir la segregación social, la violencia y la inseguridad en la escuela.
Desde un modelo con esta lógica, un estudiante podría tomar cursos o participar de proyectos en otros colegios, en la universidad y construir una educación diferencial o educarse a la “medida” de sus intereses. Por ello, tiene sentido, una constituyente educativa para modificar la estructura curricular impuesta hace 25 años desde la ley general de educación o ley 115 de 1994. Porque el mundo competitivo de hoy, hace prioritario ir más allá de una educación estandarizada, inflexible e inoficiosa como la que se oferta actualmente en Colombia.
Un sistema educativo con características progresistas promueve la gratuidad extendida a la formación técnica, tecnológica y universitaria, la formación digital y la educación virtual. Lo que indica al Ministerio de Educación Nacional la urgente necesidad de fortalecer estrategias de educación similares a la Universidad Nacional Abierta y Distancia, en diferentes programas terciarios y en el bachillerato mismo.
Una concepción educativa como esta implica, hacer de inmediato la reprofesionalización de las competencias docentes por ejemplo en uso y apropiación de TIC, en diseño e innovación, en investigación, en didácticas de las disciplinas y en pedagogías para los aprendizajes entre otros campos.
Finalmente, es importante comprender que educar es un verbo que establece acción inmediata, cambio, movilidad, transformación, compromiso y renovación de las prácticas, de los discursos, de las ideas y de las políticas. Así, como la educación y la cultura son elementos vivos y dinámicos, no está bien seguir enseñando lo mismo. Porque los resultados con el pasar del tiempo serán iguales o peores. Entonces, progresividad significa o debe entenderse como el derecho que tienen todos los estudiantes a tener una educación para el cambio, acorde a sus intereses, tiempos y perspectivas.