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Radiografía de efectos económicos de la pandemia
Sin duda alguna la pandemia producirá efectos negativos sobre la economía, teniendo en cuenta la parálisis de los mercados tanto nacionales como internacionales, debido a las medidas de aislamiento preventivo para controlar la propagación del virus. Hace escasas dos semanas, el gobierno y el banco de la republica daban un parte de tranquilidad, sobre la solidez de nuestra economía para soportar las consecuencias de la crisis. Hoy la perspectiva es otra, en donde el mismo ministro de Hacienda, reconoce con pesimismo que el segundo trimestre del año será el peor de la historia en materia de crecimiento del PIB. El problema es aún mayor por el hecho de que no conocemos el tamaño de la crisis pues aún nos encontramos atravesando por ella, con la incertidumbre de no saber cuan cerca o lejos estamos de su final.
A principios de marzo, las circunstancias indicaban que nos enfrentaríamos a una posible desaceleración económica, a la fecha los pronósticos son más desalentadores porque dejan entrever el comienzo de un ciclo de recesión, donde la visión más optimista pronostica un crecimiento de apenas el 0,7% del PIB, como lo señala en su más reciente informe la calificadora de riesgo Standard and Poor’s.
Frente a este panorama, el gobierno se ve obligado a realizar cambios en su agenda y en la visión de sus prioridades, en aras de buscar soluciones a la actual coyuntura. En este sentido, todo apunta a aumentar de manera significativa el gasto público, para superar la crisis de la salud y buscar la recuperación de la economía.
En primer lugar el gobierno nacional se está enfocando en la consecución de recursos que le permitan atender las necesidades primarias ante la emergencia sanitaria, humanitaria y productiva. Por esta razón dispuso de 15 billones de pesos, tomados en préstamo del sistema de regalías, de los fondos de ahorro FAE y FONPET. Sin embargo todo parece indicar que esos recursos no serán suficientes, y con la necesidad de mayor liquidez y disponibilidad, lo más seguro es que se recurra a un mayor endeudamiento.
Sumado a lo anterior, parece inminente el descenso de los ingresos de la nación. Por un lado, la caída del precio internacional del barril de petróleo a menos $30 dólares, rompe con todos los cálculos del gobierno, quien de acuerdo con el marco fiscal de mediano plazo y el plan financiero, esperaba que el precio promedio anual del barril fuera de $60,5 dólares. Bajo esta nueva realidad de precios, resulta obvio que los ingresos provenientes del sector de hidrocarburos tendrán una caída significativa. Así mismo, los ingresos tributarios de la nación también registrarán un descenso, como consecuencia de la misma cuarentena que detiene el aparato productivo y la dinámica económica, ocasionando una disminución de los niveles de consumo, de ingresos y de empleo.
Como si se tratara de una tormenta perfecta, la sumatoria de todas estas grises circunstancias eleva el riesgo que el gobierno no cumpla con las metas de disminución del déficit fiscal, establecidas en la ley de regla fiscal. De ocurrir este escenario, se hace necesario flexibilizar la regla, ampliando los plazos para reducir el déficit. No obstante, bajo este contexto el país enfrenta la eventual contingencia de perder el grado de inversión de la economía, otorgado por las agencias calificadoras de riesgo, lo que implicaría mayores tasas de interés, mayores costo de financiación y menor inversión extranjera.
Por otro lado y para servir la cereza en el helado, la incertidumbre, el pánico y la volatilidad de los mercados han producido una devaluación del peso de más del 22% en lo corrido del año, elevando la tasa de cambio a máximos históricos. Por supuesto, la consecuencia negativa de este hecho radica en el aumento de la deuda en moneda extranjera en proporción del PIB, a cifras que significan mayores desembolsos para cumplir con la obligación de pago.
Con esta fotografía queda claro que estamos ante una crisis sin precedentes recientes en la historia contemporánea. Por lo cual, se requiere de la implementación de soluciones innovadoras que vayan más allá de lo que sugiere la ortodoxia económica. Ideas como la de utilizar las reservas internacionales no son descabelladas, en la medida en la que sean eficaces ante la necesidad de buscar liquidez, para afrontar la emergencia sanitaria y la recuperación de la economía; porque si de algo debemos tener certeza es que cuando esta emergencia termine, no volveremos al punto donde dejamos todo, sino que nos tocará comenzar a construir desde lo retrocedido.