Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Los expertos en transporte y los urbanistas lo recomiendan. Entonces ¿por qué es tan controversial el cobro por congestión que propone la Alcaldía?
El cobro por congestión es un mecanismo para cobrarles a los usuarios de carro particular en las ciudades por las externalidades negativas que generan, básicamente, cobrar por causar trancón. Lo que propone la Alcaldía es cambiar el sistema de cobro del pico y placa solidario y agregar el cobro por congestión para reducir los tiempos de viaje. Quieren crear un sistema para cobrar por los kilómetros recorridos, cobrando más si maneja por vías principales que por vías secundarias y terciarias.
No suena tan mal, ¿cierto? Entonces, ¿por qué no es buena idea tener este cobro en Bogotá, por ahora? Los problemas de movilidad en Bogotá son muchos y se podría escribir una enciclopedia para poder abarcarlos y analizarlos todos. Pero, vamos por partes.
Estos son tres de los problemas en la movilidad de Bogotá que harían que el cobro por congestión genere más inconvenientes que los que resuelve.
Primero, si el cobro va a ser mayor en las vías primarias, vías que supuestamente están diseñadas mejor y con capacidad para un alto flujo vehicular, muchos de estos carros van a pasar a transitar por vías secundarias y terciarias.
Estas son vías donde generalmente hay más flujo de peatones y bicicletas, calles más residenciales y con pequeños comercios. Congestionar este tipo de calles, que no están hechas ni diseñadas para un alto flujo vehicular, afectará la calidad de vida de los bogotanos que viven y transitan por estas zonas. Además, pondrá en riesgo su seguridad e integridad y, en una ciudad que espera mejorar su seguridad vial y tener una “visión 0” (cero muertos en la vía), esto no es una buena opción.
Segundo, en Bogotá el transporte público no da abasto. De acuerdo al Observatorio de Movilidad, más del 50% de las personas usan transporte público para moverse por la ciudad. De estos, el 56% de los usuarios son mujeres, los viajes mayoritarios son para ir a trabajar o volver a la casa después del trabajo y la mayoría de los viajes los hacen personas de estratos 2 y 3. El sistema actual de Bogotá, con Sitp, TransMilenio y TransMicable, no alcanza para mover a las personas que necesita mover actualmente. Mucho menos va a alcanzar si la demanda crece significativamente.
Según Moovit, tiempo que debe esperar una persona en la parada de bus es de 19 minutos en promedio, pero el 56% de los usuarios esperan más de 20 minutos cada vez que van a coger un bus. El 44% de los bogotanos deben hacer un transbordo o más en cada viaje. Esto demuestra que no solo no hay suficientes buses y articulados de TransMilenio para cubrir a todos los pasajeros del sistema, sino que los tiempos de espera son eternos, haciendo que el sistema de transporte público bogotano no sea un sistema eficiente y amigable con sus usuarios.
La Rolita, el primer operador de transporte público desde 1990, se inauguró la semana pasada. Un gran paso para la mejora del transporte público en la ciudad porque la movilidad es para todos. Su propósito principal es “complementar el tendido de la red del Sitp, para así garantizar la continuidad y sostenibilidad en la prestación de este servicio en la ciudad”, según la Alcaldía. Pero hay sitios por donde sí pasan buses y de todas formas no son suficientes.
Desde Suba al centro una persona puede demorarse dos horas o más en horas pico, y esto sin contar los tiempos de espera para que pase el bus, que muchas veces se alargan porque los que pasan ya van llenos y hay que esperar el siguiente o incluso el subsiguiente. Muchas personas en Suba prefieren contratar un bicitaxi o mototaxi para poder llegar a la 80 y de ahí acercarse a sus trabajos, pero la Alcaldía ataca estos modos y no ha hecho un plan serio de regulación.
Y ahí entra otro problema. La ciudad no tiene soluciones de última milla, los buses no tienen bicicleteros, las bicicletas compartidas no están cerca de las estaciones o paradas y además solo se encuentran en el centro ampliado.
En fin, no hemos hecho el trabajo para resolver estos problemas. Las personas van como sardinas en el transporte público y además su calidad de vida y tiempo de esparcimiento se ve afectadas por los largos tiempos de espera y de viaje.
Yo soy defensora del transporte público, como urbanista entiendo su importancia, entiendo la importancia de bajarnos de los carros, entiendo la importancia para el medio ambiente y la sostenibilidad de la ciudad, pero el sistema de transporte público en Bogotá no está preparado para eso.
El sistema de transporte público en Bogotá no está preparado para el número de usuarios que tiene actualmente y no hay un plan para prepararse para recibir a los miles más que quisieran.
Por último, en tercer lugar, en Bogotá hay 560 kms. de ciclorrutas. El que vea este número queda impresionado. Pero las ciclorutas no están conectadas, es muy difícil hacer un viaje por un espacio seguro y libre de carros o sin invadir el anden. Muchas de estas ciclorutas están en los andenes u ocupan medio carril en ciertas vías separadas de los carros por unos conos gigantes anaranjados que no son una protección real para nadie.
La oferta de bicicletas compartidas, que celebro enormemente y espero que se amplíe, solo está en el centro ampliado, por lo que no es una opción de movilidad para millones de bogotanos. Nos vendemos como la Capital Mundial de la Bicicleta pero todavía nos faltan años para siquiera alcanzar a las ciudades que de verdad le dan prioridad a este tema.
Entonces la infraestructura tampoco está todavía para reemplazar el carro por la bicicleta. Una ciudad que es exitosa en su política de la bici es cuando los niños pueden montar solos y sin peligros, y en Bogotá eso no existe aún.
Y una ñapa. Otras opciones de movilidad como Uber y Cabify son ilegales y no hemos sido capaces de regularlos para que sirvan como opción a la movilidad. Y ni hablar de los taxis que, además de que no hay suficientes (por eso el éxito de las aplicaciones de movilidad), algunos “por allá no van”.
Del problema de seguridad en el transporte público, que también es disuasivo para su uso, de los altos costos que ya existen para tener un carro en Bogotá y de cómo la ciudad se va a llenar de motos que no tienen estas restricciones y costos hablamos otro día.
Antes de implementar el cobro por congestión en Bogotá se deben hacer todas las mejoras necesarias al transporte público, vías e infraestructura de bicicletas. Sin esto es absurdo cobrarles más a los bogotanos por usar su carro (que no pueden usar 2-3 días a la semana). No hay soluciones reales y prácticas para bajarse del carro y subirse al bus. No solo de ilusiones se pueden hacer las políticas.
Si el bus en Bogotá fuera un sistema más eficiente y rápido que el carro, así haya que caminar un poco más, y hubiera soluciones de última milla, estoy convencida de que mucha gente se bajaría de su transporte privado y la congestión mejoraría considerablemente.
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