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Independientemente de quien gane las elecciones, Bogotá tiene el desafío de fortalecer su capacidad de pensar y planear más allá del inmediatismo; de construir un proyecto de ciudad que transcienda las banderas políticas.

@mavidulo

Independientemente de quien gane las elecciones, Bogotá tiene el desafío de fortalecer su capacidad de pensar y planear más allá del inmediatismo; de construir un proyecto de ciudad que transcienda las banderas políticas. Aun cuando de manera legítima cada uno de los candidatos representa una concepción del mundo, la ciudad merece un esfuerzo colectivo capaz de generar una real posibilidad de definir referentes estratégicos en el tiempo.

Las transformaciones importantes se generan por medio de procesos de planificación que dan como resultado acuerdos estratégicos pensados desde las políticas de Estado, y éstas se basan en la convicción de que los cambios indispensables no se dan en un gobierno, sea cual fuere, son inevitablemente compromisos programáticos sobre asuntos fundamentales del largo plazo.

Bogotá ha logrado a través de la planeación prospectiva grandes avances que demuestran que es posible pensar en esos referentes estratégicos perdurables como derrotero de las transformaciones que requiere la ciudad en la senda del desarrollo sostenible y de la paz.

Para que ello ocurra, se requiere de algunas condiciones básicas, en primer lugar, un contexto de gobernabilidad y gobernanza que aleje a la ciudad de polarizaciones innecesarias y que ponga a los actores vivos de la sociedad a pensar de manera prospectiva y desde una lectura de la realidad existente.

En segundo lugar, es condición sine qua non,  trabajar de manera sistemática para eliminar la corrupción de la función pública que, como es ampliamente conocido, azotó a la ciudad de manera inmisericorde en el gobierno de Samuel Moreno y dejó al descubierto prácticas que son muy difíciles de erradicar pero que, a pesar de ello, se deben hacer todos los esfuerzos para derrotarlas.

En tercer lugar, es indispensable atenuar los niveles de confrontación entre los sectores políticos, económicos y sociales que al fin de cuentas son los que deben ponerse de acuerdo sobre el rumbo de la ciudad en el corto, mediano y largo plazo. Pero esto no se puede lograr desde la premisa de ceder a los intereses de unos pocos que de manera permanente -y dado nuestro sistema político- aseguran beneficios sobre la base de la financiación de las campañas electorales. Esto hay que decirlo a cara descubierta: nuestro sistema electoral deja, por lo general, embargada la autonomía de los mandatarios a unos costos incalculables para el interés general.

Avanzar en esta dirección nos pondría en el escenario de consolidar algunas políticas públicas efectivas, lo que evitaría que cada cuatrienio sea el comienzo de un novedoso “modelo” de desarrollo que nace de cero. Esto también tendría incidencia en la construcción del presupuesto y sobre todo en su ejecución, que a la final debe convertirse en beneficio para la ciudadanía a través de la oferta de bienes y servicios que la ciudad debe proveer a los ciudadanos.

Si se contara con esos referentes estratégicos y hubiera confianza y cohesión social como elementos indispensables de una sociedad que tiene pactos en lo fundamental, entonces hoy por hoy no estarían en discusión proyectos como el cambio hacia un sistema integrado de transporte público, la construcción de la primera línea del metro o la necesidad de un Plan de Ordenamiento Territorial que tome en cuenta realidades como el cambio climático o el abastecimiento o el tema del agua potable o la generación de espacio público, entre otros. Tampoco pondríamos en duda la necesidad de profundizar en la disminución de los índices de pobreza; seguir avanzando en políticas que generen una real inserción en el mercado laboral con dignidad, sobre todo para los jóvenes ni pondríamos en tela de juicio la necesidad asumir el reto inaplazable de disminuir los indicadores de desigualdad que tiene Bogotá.

Por último, cada gobierno local a partir del próximo 26 de octubre deberá preguntarse cuál será su aporte en el posconflicto y en la construcción de esa paz firme y duradera que, sin duda, toda la sociedad desea, pero que tiene implicaciones prácticas en la política pública y por ende en los presupuestos, porque si bien es cierto que el conflicto se ha dado históricamente en la Colombia profunda, en la Colombia rural, no es menos cierto que el posconflicto y la construcción de la paz tendrá su más importante escenario en las ciudades. Bogotá tiene un papel protagónico porque lo que pasa en Bogotá, de alguna manera, pasa en todo el país.

Administradora de Empresas con estudios en alta gerencia, desarrollo humano y derechos humanos. Especialista en Creación Narrativa y con maestría en Creación Literaria. He sido gerente de proyectos de desarrollo social a nivel nacional e internacional. Fui gerente del Informe de Desarrollo Humano...