Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Hemos tenido en Bogotá a gobernantes que responden a los momentos de crisis buscando a quién echarle la culpa, de forma a mantener su imagen y eludir responsabilidades. Queda la sensación de que lo último que importa es escuchar el trasfondo de la protesta, entender las angustias de la ciudadanía causadas por manejos distantes a su realidad diaria.
Foto de portada: El Pais
Esta semana Bogotá vio nuevamente cómo cientos de ciudadanos protestaban por las condiciones inhumanas que impone cotidianamente el sistema Transmilenio. Las protestas, nuevamente, tomaron fuerza y terminaron en enfrentamientos con la policía, vidrios rotos, capturados, denuncias de abusos de la policía por un lado y denuncias de abusos de los manifestantes por el otro.
El primer párrafo de este texto podría haber sido escrito hace uno, dos, o 5 años. El debate no es nuevo: el sistema no funciona, las personas viajan como sardinas enlatadas, la tarifa aumenta, los operadores privados luchan por sus ganancias, el Gobierno Distrital cubre los agujeros financieros con dinero de los impuestos de la gente, se insiste en un sistema “auto-sostenible” en el que los ciudadanos siguen perdiendo. Conclusión: el sistema es macabro.

La reacción del Alcalde ante las protestas fue doble. Primero eludió el tema de fondo con una distracción lógica estratégica: las protestas son organizadas por “saboteadores organizados” enemigos de los ciudadanos que solo quieren destruir la infraestructura obligando a que los impuestos de esos mismos ciudadanos sean usados en arreglarla. Luego añadió unas declaraciones peligrosas, insinuando que esos saboteadores están vinculados a organizaciones que podrían llegar a gobernar la ciudad (o que ya la han gobernado): “los ciudadanos tienen que escoger”, dijo, “¿ese es el tipo de gente que quieren que los gobierne, que hacen que el dinero de los impuestos tenga que irse a arreglar estaciones y buses”?
Esas declaraciones generan mucha confusión, pues hace un par de años el Alcalde del momento, Gustavo Petro, aseguró en su momento que las protestas en Transmilenio eran organizadas por grupos que querían dañar su imagen. Entonces, si dos gobernantes en orillas tan distintas están coincidiendo en una misma hipótesis, algo debe estar pasando.
Ese tipo de declaraciones distrae, confunde, divide y, finalmente, aleja la búsqueda de soluciones conjuntas. Ningún gobernante puede sentir la frustración intensa que produce subirse a una estación de Transmilenio en hora pico, o casi que a cualquier hora. Esa distancia frente a la gente, esa dificultad de ponerse en la piel de la ciudadanía, puede ser fuente de egolatría y fallas en el liderazgo. Un alcalde que reacciona a las protestas de la gente generando divisiones, desviando la atención y confundiendo, se aleja de ser un buen gobernante y un demócrata. Si efectivamente hay “saboteadores organizados”, el Alcalde debería juntar pruebas, hacer pesquisas, llevar documentos a la justicia. Soltar hipótesis al aire en los medios de comunicación lo acerca a la manipulación, la irresponsabilidad, y la falta de liderazgo político. Es, además, una subestimación de la situación dramática que vive la ciudadanía por culpa de un sistema de transporte mal diseñado desde el principio, con dudosos beneficios para los operadores privados independientes de la calidad en la prestación de un servicio público.
Y ahí radica el siguiente aspecto de las declaraciones del Alcalde que resulta decepcionante. Cito textualmente:
“Desafortunadamente venimos de una serie de administraciones en donde se manejó muy mal todo el sistema de transporte, se inventaron un sistema SITP que fue mal diseñado, mal implementado. Les quitaron frecuencias a los ciudadanos, dejaron que se desbaratara el sistema de Transmilenio. Y ahora lo que tienen son unos saboteadores profesionales organizados, que hacen que los ciudadanos no puedan ir al trabajo, que pierdan dinero por no llegar al trabajo”.
Entonces, todo radicaría, según ese análisis, en que tenemos un sistema Transmilenio víctima de malas administraciones pasadas que además están detrás de las protestas que afectan a los ciudadanos hoy en día (redundante: ya vimos que el gobernante pasado también señaló grupos organizados que fomentan protestas).

http://www.eltiempo.com/bogota/disturbios-en-transmilenio-por-demoras-en-servicios/16506050
El punto inquietante aquí es que hemos tenido en Bogotá a unos gobernantes que responden a los momentos de crisis buscando a quién echarle la culpa, de forma a mantener su imagen y eludir responsabilidades. Es un círculo vicioso que sería cómico si no fuera porque queda la sensación de que lo último que importa es escuchar el trasfondo de la protesta, entender las angustias de la ciudadanía causadas por manejos distantes a su realidad diaria, y dar respuesta a esa voz sincera y desesperada que es la que expresan constantemente los millones de usuarios de Transmilenio.
Se simplifica la realidad con argumentos del estilo “no fui yo, no es mi culpa”, en vez de aclarar que los problemas provienen del diseño inicial de Transmilenio, con denuncias sobre los privilegios para operadores privados que deberían ser investigadas a fondo, y de la extensión de ese diseño errado durante las administraciones. Ese problema debe ser debatido abiertamente, en medios de comunicación, universidades y centros de investigación, en la calle, en los hogares. Es la esencia de una democracia: reconocer que la voz de la gente responde a un problema real, reconocer que ese problema tiene un transfondo, generar las condiciones para estudiarlo seria y sinceramente, y luego implementar las estrategias que propicien soluciones.
Las declaraciones del Alcalde en los medios no apuntan en esa dirección, se pueden interpretar fácilmente como un intento de manipulación hacia una ciudadanía considerada incapaz de análisis, vacía de criterio, y por lo tanto instrumentalizada para nutrir egos políticos y deseos de poder. Ese esquema, en apenas un mes de gobierno, se ha visto también en el asunto de la reserva Thomas van der Hammen, y en el de los trabajadores informales o vendedores ambulantes.
Mientras la sociedad colombiana da señales de estar evolucionando hacia el diálogo, la reflexión, la construcción colectiva de territorios, el debate ambiental, la participación ciudadana, la tolerancia y la empatía, esenciales en una democracia, el gobierno bogotano debería alejarse de las expresiones de inmadurez política, soberbia, torpeza y des-sincronización respecto a la ciudadanía que lo eligió.
Y entonces, ¿dónde están los verdaderos “saboteadores organizados”?