Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
A comienzos de este año, caminando por la Carrera 13 en Chapinero, noté asombrado que podía hablar tranquilamente con mi acompañante. Rodando sobre el bicicarril de la Carrera séptima, noté también que el aire era un poco menos venenoso. Parece absurdo, pero así es: hablar mientras se camina o respirar a lo largo de una avenida es casi imposible en nuestras ciudades. Por muchísimos años, muchos más que los que yo tengo, las avenidas en Bogotá han sido un infierno de buses viejos, contaminantes, ruidosos, peligros. Entre las décadas de 1960 y 1990, Bogotá cultivó un inmenso caos en su transporte público. Casi 30 mil buses que en las peores condiciones se disputaban los pasajeros en las calles de la ciudad. Este drama lo conocimos como “La guerra del centavo”. Una guerra en serio, que dejó muchos muertos, como contaba hace años Germán Sarmiento.

El comienzo del fin de esa guerra se dio con la inauguración de (transmilenio) TM en el 2000, en donde muchos de los pequeños propietarios tuvieron participación en los operadores para darle paso a un sistema mucho más ordenado y eficiente. Con cada fase nueva de TM algunos miles de buses viejos fueron chatarrizados.

Con la creación del Sitp, se esperaba que los cerca de 10 mil buses que todavía sembraban el caos en Bogotá, salieran de circulación en poco tiempo, pero no fue así. El Sitp, al ser un sistema zonal (buses en barrios), por naturaleza es mucho menos rentable que TM (que es mucho más eficiente por ser troncal, con carriles exclusivos). Esto, sumado a mala planeación, condujo a la quiebra de un par de operadores y la dificultad de renovar la flota en aquellos operadores que pudieron seguir, trayendo cientos de miles de millones de pérdidas al año para la ciudad. Con el nombre de “Sitp Provisional”, un lote de entre 5 y 10 mil buses, con importantes coberturas y rutas por toda la ciudad, sin tarjeta, sin control, sin dios y sin ley, continuaron la escena de la Guerra del Centavo todavía en la segunda década de este siglo.
Cuando parecía que no había “nada más definitivo que el Sitp Provisional”, y atravesando la peor crisis financiera del transporte público en medio de la pandemia, Bogotá logró algo sorprendente: el Sitp provisional desapareció, poniendo así fin a unos 60 años de la Guerra del Centavo.
¿Cómo fue posible? A través del “Otrosí del Sitp”, Bogotá respaldó a los operadores para adquirir créditos que permitieron comprar buses nuevos para el sistema zonal (incluyendo casi 1500 buses eléctricos). Así se completó la que será una de las flotas eléctricas más grandes del mundo por fuera de China (seguida muy de cerca por la de Santiago de Chile). El compromiso, además de las inversiones en nueva flota, incluía el desmonte total del Sitp Provisional antes del 31 de diciembre de 2021. Y así fue.
La tecnología asociada a los nuevos buses y los nuevos sistemas de información disponibles nos llevan necesariamente a hablar de una nueva era del transporte público en Bogotá.
Un día cualquiera tomé mi celular y abrí TransMiApp. Le dije que quería ir a Unicentro, me sugirió una ruta y observé que faltaban 11 minutos para la llegada del bus B303. Llegué caminando al paradero y comprobé que el bus llegó en el tiempo anunciado. Subí a un bus eléctrico nuevo, limpio, silencioso, con Wi-Fi, puertos de recarga de celulares, buena señalización y anuncios al interior. Además tenía sillas disponibles y transitaba por un carril preferencial que lo hacía avanzar un poco más rápido. Me senté a leer y a disfrutar el viaje sin tener que lidiar con el tráfico. Al final de la ruta hablé con el conductor un momento, quien se regó en elogios para su nuevo bus y me contó cómo ahora su trabajo era mucho más cómodo y agradable.

Esta anécdota no es tan representativa del día a día de los usuarios del Sitp en Bogotá. Aunque he viajado varias veces en esas circunstancias ideales (y en todas ellas ha funcionado bien TransMiApp y el servicio del bus ha sido excelente), esa historia sucede principalmente en horas valle. No obstante, tras la pandemia también ocurre en horas pico en algunas rutas. Sin embargo, la anécdota sirve para contarles a muchos el enorme progreso del transporte público en Bogotá. Es un cambio silencioso y con muy pocos titulares, pero muy significativo. Casi todas las ciudades en América Latina tienen todavía alta informalidad y “Guerras del Centavo” vivas en su sistema de transporte. Ciudad de México por ejemplo, a pesar de 10 líneas de Metro, trenes suburbanos, 8 líneas de buses tipo TM, todavía tiene muchos sectores con miles de buses viejos.

Vale la pena recordar que el Metro de Bogotá L1 moverá entre 500 y 900 mil pasajeros al día. El Sitp movía unos 3.5 millones de pasajeros al día antes de la pandemia. Si de esos 3.5 millones al menos unos 2 millones de viajes no se hacen en hora pico, el nuevo Sitp estará mejorando la calidad de vida de todas esas personas que viajan en él, con un impacto en la ciudad, al menos en términos de transporte, mucho mayor al del Metro L1.
Claro que podría escribir esta columna atacando todos los problemas del Sitp actual: malas frecuencias, atracos, etc. Todo tiene que seguir mejorando, pero no reconocer el progreso es mucho más grave.
Y usted: ¿cuántas veces, por inercia o costumbre, se ha montado en su carro para ir a formar un trancón? ¿cuántas veces ha esperado largamente un taxi o un servicio de aplicación sin éxito? En varios de esos trayectos podría haber ido cómodo, sentado, tranquilo en un nuevo bus eléctrico que la aplicación le dirá cuándo pasa. Lo invito a tener el reflejo de dudar: “¿será que puedo ir en bus?” El ejercicio repetido de hacernos esa pregunta nos llevará a vivir en una ciudad un poco más amable.
Felicitaciones a Felipe Ramírez ex gerente de TM (ahora Secretario de Movilidad) y su equipo por este logro.
Un agradecimiento especial al concejal Diego Laserna y al equipo de la Dirección TICs de TM quienes han trabajado fuertemente en la aplicación. ¡Todavía hay mucho, mucho por mejorar!
@InexpertoM