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En los últimos tiempos Colombia se ha visto empañada y maltratada por los actos vandálicos de unos mal llamados hinchas del Fútbol, o también unos pocos que les gustan ser denominados “barras bravas”. No podemos colectivizar conductas, tenemos que individualizar, y poner en cintura a aquellos que por sus actitudes y agresividades van alejando a los verdaderos seguidores de un equipo que lo que desean es acompañar dentro de un espíritu deportivo y en la integración familiar o grupal del barrismo, ser apoyo de la institución o de los programas que cada administración genere para allanar los caminos de la convivencia, del respeto y de la paz en los estadios.

No se puede justificar en ningún momento que actos vandálicos de unos pocos en cualquier estadio del país dejen secuelas de soledad, resentimiento, odio, venganza y familias agobiadas y con el dolor profundo de la perdida de su hijo, hermano o amigo.

El fútbol bien asumido y entendido, recrea, integra, fraterniza y nos forma con carácter altruista, para saber construir y nunca destruir. Saber ganar y celebrar, asumir las derrotas y los empates con espíritu de auto-regulación y nunca para descargar en el otro, hincha del equipo contrario nuestras agresividad, dolor, emotividad mal canalizada, o muchas veces peleas entre hinchas del mismo equipo.

Los esfuerzos que se han vendido realizando en diferentes ciudades, especialmente en Bogotá como ciudad pionera en este campo han sido importante en orden a generar una nueva cultura de barras, especialmente integrando a los líderes de las barras en los proyectos que cada ciudad tiene y desde la dirección general del mismo trazar líneas de acción que comprometan al colectivo de las barras a asumir comportamientos de respeto y tolerancia antes, durante y después de cada partido.

Son los líderes los responsables de saber coordinar, orientar, delegar, acompañar y generar confianza en el colectivo, sin otro interés que la integración y el crecimiento de la barra madurando y depurando de la misma a todos aquellos que se han equivocado y creen que pertenecer a una barra es asumir la ley y la justicia por sus propios medios.

Hay que formar en el espíritu de unas “BARRAS FUTBOLERAS”, que no se conviertan en grupos a los cuales se les alimenta el “ego” denominándolas “barras bravas”.

Las barras futboleras, tienen unos objetivos claros de productividad y competitividad. De construcción de comunidad y de acompañamiento a su equipo respetando y valorando todo proceso que genere convivencia y crecimiento en el interior de la misma, y buscando alternativas que mejoren la calidad de vida de sus integrantes.

Lo anterior no es únicamente responsabilidad de la administración de turno, es responsabilidad integral tanto de la Institución deportiva a la cual pertenecen como de los entes gubernamentales que ofrecen caminos o salidas con proyectos que generen convivencia, reconciliación, paz y tolerancia.

Filósofo y teólogo del Seminario Mayor Arquidiocesano de Bogotá, con postgrado en Bioética de la Universidad del Bosque. Ha sido un importante vocero en temas de paz y reconciliación en el país desde la Iglesia Católica e igualmente desde organizaciones sociales como Goles en Paz.