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El impuesto predial en Bogotá se convirtió en un impuesto confiscatorio y regresivo. Gracias a Peñalosa y Petro, entre otros, los hogares bogotanos tienen que destinar cada vez más ingresos para el pago de este tributo y menos para otros gastos.

Como cada año desde hace una década, las críticas por parte de los hogares bogotanos respecto a los incrementos del impuesto predial no se han hecho esperar. No es para menos. La simplificación tributaria de Peñalosa, o reforma al predial del año 2016, reafirmó el carácter confiscatorio de este tributo distrital.

El predial en Bogotá se convirtió en un verdadero asalto a los bolsillos bogotanos, un impuesto regresivo que exige que las familias bogotanas destinen cada vez más recursos de sus exiguos ingresos para su pago y menos para alimentación, vestimenta, recreación, entre otros. El 2018 es ya el segundo año en el que se aplica esta reforma peñalosista, por lo cual es una buena oportunidad para revisar cuál ha sido su impacto y su contribución a lo anterior.

El impuesto predial es un impuesto que se calcula a partir de una tarifa determinada aplicada sobre el valor de los predios. Así las cosas, el impuesto aumenta por dos vías: con un incremento en la tarifa o con un incremento en el valor de los predios. El valor de las tarifas, de acuerdo a la simplificación tributaria, quedó definido en unos rangos de acuerdo al valor de los predios, haciéndose mayor cuando el valor de los predios aumenta. El valor de los predios, por otra parte, es definido año a año por Catastro Distrital, con base en el comportamiento del mercado inmobiliario en la ciudad. Este valor de los predios con el que se calcula el impuesto es el llamado avalúo catastral, diferente al llamado avalúo comercial al que se transan efectivamente los predios en el mercado. El avalúo catastral ha estado históricamente por debajo del comercial.

Y he aquí el problema.

El objetivo de los últimos tres gobiernos distritales (aquí una coincidencia entre Petro y Peñalosa) ha sido el de igualar el avalúo catastral al comercial, aumentando así el impuesto predial para la mayoría de hogares bogotanos e incrementando el recaudo tributario.

Ahora bien, en los últimos años el valor comercial de los predios, definido bajo las leyes de oferta y demanda, terminó en las nubes como consecuencia de la nociva bonanza minero energética. El país tuvo un influjo artificial de recursos por cuenta de esta bonanza, que terminó alimentando de forma excesiva la especulación inmobiliaria, propia de la cobardía del capital rentista que encuentra en este negocio un refugio rentable y de bajo riesgo, en vez de asumir riesgos en negocios de mayor valor agregado y desbrozadores del desarrollo económico.

Así pues, al igualar el avalúo catastral al comercial, los gobiernos distritales decidieron que el impuesto predial se supeditara a la especulación inmobiliaria y no a los ingresos de los hogares bogotanos. ¿No es acaso esto un abuso contra las familias que tienen un predio para vivir y no predios para hacer negocios?

Pues bien, en 2018, después de la simplificación tributaria, la Alcaldía Peñalosa prosiguió –y en algunos casos, como veremos, de forma escandalosa–  con la igualación definitiva de los avalúos catastral y comercial. Y por esta vía consiguió que el impuesto predial se disparara para el grueso de los hogares bogotanos.

Al 82 por ciento de los predios en Bogotá el impuesto predial para 2018 les aumentará por encima de la inflación y para el 58 por cientp el incremento será de más del 10 por ciento, casi el doble del incremento en el salario mínimo. Esto significa que la mayoría de hogares bogotanos deberán destinar este año al pago del predial un porcentaje mayor de sus ingresos, quedándoles menos recursos para otros gastos. Aberrante.

La igualación del avalúo catastral al comercial generó estos incrementos abusivos en el impuesto predial, incluso a pesar de supuestos paliativos de la simplificación tributaria. En la reforma peñalosista se estableció un tope máximo de incremento anual de 20 por ciento para el impuesto de predios residenciales. De la misma manera, hubo reducción de tarifas para predios en los estratos bajos.

Sin embargo, ambas medidas terminaron siendo meros saludos a la bandera. En la práctica ni el tope de crecimiento del impuesto ni la reducción de tarifas sirvió para que se redujera el impuesto, pues el avalúo catastral se disparó y ninguna de estas medidas compenso tan elevado incremento. El objetivo oculto de la reforma no era otro que el de seguir disparando el incremento de los avalúos catastrales, igualándolos a los comerciales.

Para terminar, considero que es mucho más ilustrativo que vean esta problemática con un caso concreto.

La imagen anterior muestra la evolución del avalúo catastral y el impuesto predial para el hogar de mis padres. También presenta la evolución de la inflación y del salario mínimo. Los datos se muestran a través de índices, que reflejan el crecimiento porcentual anual de cada rubro. Como se puede observar, el valor del impuesto predial evoluciona de la mano del valor del avalúo catastral. Mientras tanto, las evoluciones de la inflación y del salario mínimo están completamente desligadas del impuesto y muy por debajo de su crecimiento. Así las cosas, en el periodo 1996-2018 el impuesto predial se multiplico más de 10 veces, mientras que el salario mínimo apenas lo hizo 5 veces. Impuesto confiscatorio.

La gráfica anterior muestra una forma distinta de ver el problema. En relación con el salario mínimo, el impuesto predial se dobló entre 1996 y 2018, lo cual quiere decir que este hogar tendrá que destinar este año el doble de ingresos que destinaba en 1996 para el pago del predial. Y eso suponiendo que los ingresos del hogar crecen con el aumento del mínimo, que no es el caso de la mayoría de hogares bogotanos.

De hecho, los ingresos para el hogar del ejemplo han caído de forma dramática. Mi madre se pensionó recientemente, con algo menos del 50 por ciento de lo que estaba ganando antes de salir del mercado laboral (y le fue bien). Mi padre está desde hace un año peleando con Porvenir para que le concedan su derecho, ganado y no regalado, a la pensión, por lo que se encuentra sin ingresos. Es decir, mientras los ingresos cayeron literalmente al piso, el impuesto se subió hasta las nubes. Yo me pregunto: ¿El objetivo del predial, Alcalde Peñalosa, es el de expulsar a la gente de sus casas? ¿Llevarla a que vendan sus casas para así poder pagar los impuestos?

Con Peñalosa esta problemática no va a cambiar y, peor aún, se seguirá ahondando. Ahora bien, en este año de elecciones presidenciales tenemos el chance de elegir bien. Sea este un llamado a que evaluemos con juicio los programas de gobierno y escojamos presidente a quien se comprometa a trabajar por impuestos justos y progresivos.

Estudiante de doctorado en Economía en UMass Amherst. Economista de la Universidad de Los Andes, con maestrías en Economía y en Políticas Públicas de la misma universidad. Ex Presidente del Consejo Estudiantil Uniandino y ex representante estudiantil de la Facultad de Economía.