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¿Evitará Claudia los errores de sus antecesores?

Los dos últimos alcaldes de Bogotá, quizá los más arrogantes y erráticos que ha tenido la ciudad en la historia reciente, alucinan con sus logros y no reconocen equivocación alguna.

Sin embargo, ninguno dejó un candidato propio que pasara del último lugar en las votaciones para sucederlos. 

Aún peor. Petro puso a su opositor Peñalosa en el camino después de cuatro años de martirizarse, y este útimo le hizo más daño a Uribe Turbay en sus últimos meses en la alcaldía que el apoyo del Centro Democrático.

Ocho años después de las pataletas, ambiciones personales y confrontaciones de unos y otros, Bogotá no repunta en movilidad, seguridad o medio ambiente. 

Ahora, Claudia López tiene la oportunidad de cambiar esa tendencia, pero podría caer fácilmente en lo mismo si llega con anhelos presidenciales desde el primer día, si le hace el cuarto a Sergio Fajardo desde el Palacio de Liévano, o si se dedica a gobernar sobre narrativas e identidades en vez de gerenciar una ciudad que necesita alcalde -alcaldesa, mejor- y que no la utilcen como catapulta de un mesías ideológico nacional. 

No parece ser el caso, todavía, y, afortunadamente, tanto Petro como Peñalosa le dejan a la primera alcaldesa de la capital -¡qué histórico!- la experiencia de esos y otros errores que si no repite, la luna de miel le aguantará por lo menos un año entero.  

Por ejemplo, meterse con la Van Der Hammen. La reserva que a nadie le importaba, hasta que Petro usó como as político al final de su alcaldía, Peñalosa la convirtió, solito, en una papa caliente. Con una youtuber a bordo -Loa-, perdió casi un año entero explicando porque unos “potreros” eran tan importantes para el futuro de la ciudad y clave de su programa. ¿No que eran potreros?

Lo de vender rénders tampoco le sirvió a nadie. El río Bogotá navegable y con malecón de Peñalosa, y el centro futurista de Petro nunca se hicieron realidad. Mucho humo en estos proyectos. Al final, nadie sabía quien dejó licitado qué y cuando inauguraban algo peleaban como niños por quién había hecho primero los rénders, quedando en evidencia su debilidad frente a la credibilidad de la ciudadanía.

Otro punto es el uso de Twitter para lo divino y lo humano, como Petro, o para desahogarse, como Peñalosa. Desde esa red social los dos últimos alcaldes han sido pésimos jefes de prensa de sí mismos. Llamar mafias a sus contradictores, pelearse con periodistas, o hacer demagogia frente a temas políticos polémicos, desilusionó muy pronto a sus electores.

Además, los dos cayeron en el error (más Petro que Peñalosa) de convertir los canales digitales de las entidades públicas en su agencia de publicidad. La “Bogotá Humana” bombardeaba, sin estrategia ni mucha ética, propaganda oficial del distrito desde todas las cuentas de la alcaldía cada vez que a Petro lo invitaban a cuanta charla existía. Y sobre lo de “impopulares, pero eficientes” ni hablemos. 

Ya que desde las redes van a atacar a Claudia sin piedad, sobre todo con retórica moralista e insultos de género, sería bueno que ella evite el uso indiscriminado de Twitter en momentos álgidos.

También en lo digital, fuera de la comunicación, los Uber, los Rappi o los Grin incrementaron su impacto en la infraestructura, las cebras, el espacio público y la movilidad de Bogotá. Peñalosa no tiene la culpa del éxito de los negocios por aplicación, pero se dejó ganar terreno, perdió en “cultura ciudadana”, y creyó que una gente disfrazada de cono era suficiente para mitigar el daño. El tránsito transitó hacia la locura y pasar un semáforo en rojo a pie ahora es sinónimo de deporte de riesgo. 

Finalmente, lo de mentir sobre los estudios nunca es adecuado. Todos vimos a Claudia celebrando con su diploma en Twitter, al lado de sus jurados de tesis. Así que este punto, checked.

En cambio, las revelaciones de Carlos Carrillo en El Espectador le abrieron un boquete a la credibilidad de Peñalosa desde el inicio de su alcaldía, del que nunca se recuperó. Sus explicaciones sobre las mentiras de su supuesto doctorado fueron lamentables y solo aumentaron la desconfianza que lo acompañó durante todo su mandato. 

Pero Peñalosa seguirá diciendo que fue el mejor alcalde del mundo, y como Petro, no reconocerá lunar alguno. Lo bueno es que gracias a esa arrogancia hoy le queda a una mujer un manual bastante amplio de errores para no repetirlos. ¿Sabrá cómo evitarlos? 

Magíster en Comunicación y Periodismo Digital de la Universidad de la Sabana, es periodista independiente y consultor de proyectos digitales. Fundador en olfatodigital.com.