Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Una mala infraestructura puede ser el peor enemigo para los ciclistas. Si se hace mal, se induce a malos comportamientos. Hay que ser serios con eso.
Hace unas semanas, Eduardo Pizano publicó en su cuenta de twitter una foto titulada “Así para qué construir ciclovías”. La imagen corresponde a la Autopista Norte, en el tramo que es de la Nación (ANI) y que opera la Concesión Vial Acceso Norte y que recientemente fue ampliada. En la imagen se ven cuatro carriles de carros, una ciclorruta y un montón de ciclistas transitando por el carril y no por la ciclorruta.

Foto 1. El trino de Eduardo Pizano que abrió la polémica, publicado el 2 de enero de 2021 desde su cuenta @cerocarreta
Lo primero que debo decir es que estoy totalmente de acuerdo con Pizano: así, ¿para qué ciclorrutas (es el término correcto)? Seguramente, para muchos, lo que la imagen revela es lo brutos e irresponsables que son los ciclistas por no utilizar la ciclorruta. Pero mi queja y mi comentario van más allá.
¿Por qué creen que esos ciclistas no utilizan esa ciclorruta? ¿Por qué es tan común ver a ciclistas que no utilizan las ciclorrutas? No me voy a referir a Bogotá; este artículo es sobre lo que ocurre en las carreteras o en los pueblos, particularmente en Cundinamarca.
Pues bien, creo que quienes diseñan el espacio vial, sobre todo en carreteras, en vías rurales o en vías dentro de los pueblos, están desconociendo la lógica del ciclismo, tanto el de entrenamiento, como el de recreación y el de movilidad.
En este punto de la discusión se debe plantear que es muy común hacer “copy paste” de lo que se ha hecho en Bogotá, desconociendo que lo que se hace en Bogotá está pensado para su contexto, y por eso considero que hacer lo mismo que se ha hecho en Bogotá en una carretera o en un pueblo puede resultar en un grave error. No es lo mismo diseñar y hacer una ciclorruta para una ciudad como Bogotá que para un pueblo o para una carretera. Lo que se ha hecho en Bogotá debe ser motivo de inspiración, no de mera copia.
Volvamos a la imagen. ¿Qué se ve más allá de un supuesto mal comportamiento de los ciclistas? ¿Creen que esa ciclorruta es atractiva? ¿Cumple con los requisitos establecidos por la Guía de Cicloinfraestructura que fue validada por el mismísimo Ministerio de Transporte?
Yo observo una pésima e inequitativa distribución del espacio. Se ven cuatro carriles para los vehículos motorizados y una ciclorruta bidireccional, es decir, un solo carrilcito para los que van en bicicleta hacia un sentido. Y si sumamos lo que hay en el costado occidental de la Autopista Norte, tenemos que son al menos 8 carriles destinados para vehículos motorizados y dos carrilcitos destinados para el uso de la bicicleta. ¿Hubo un diseño equitativo?
Añadan que en el costado occidental no hay ciclorruta: los ciclistas que vayan para esa zona, ¡pailas! Y los que lleguen juiciosos por la ciclorruta hasta el sector de El Buda, les toca resolver enigmáticamente cómo deben llegar a Bogotá.
Sigamos observando la imagen y su contexto. Esa imagen corresponde al inicio de la concesión, y el tramo en que se puso ciclorruta va desde la calle 245 (conocido como El Buda) hasta La Caro. Mide 4.2 kilómetros, y en esos casi 5 kilómetros se instalaron señales de “pare” para el ciclista cada vez que hay una entrada a un predio. Hay más señales de “pare” que kilómetros.

Foto 2. Ampliación de la Autopista Norte entre la Calle 245 y el sector de La Caro.
Esta manera de señalizar la ciclorruta es, recordando la canción de Bacilos, una manera de perpetuar eso de “(…) siga usted patrón, qué le sirvo hoy (…)”; es diseñar pensando en la comodidad de quien utiliza el carro o la moto a costa de quien utiliza la bicicleta. ¿Por qué el que va por su vía, en línea recta, tiene que dar paso a quien gira? Por fortuna, en Bogotá esa situación se resolvió poniendo reductores de velocidad para quienes hacen el giro o a quienes llegan a la intersección, y se puso una señal que dice “Cruce con prioridad Ciclista”, siendo esta una de las cosas de Bogotá que sí deben ser replicadas.
Pero, además, cada vez que hay un cruce para entrar a un predio, cambia el terreno (hay un desnivel). Y, en algunos casos, pusieron unas matas que hacen que se pierda el contacto visual entre el ciclista y el conductor.
De tal manera que, quien haya diseñado esa ciclorruta, la diseñó de una manera nada atractiva. Le está haciendo un grave daño a los ciclistas. La infraestructura no es algo de buenas intenciones: si se hace mal, se induce a malos comportamientos. Hay que ser serios con eso.
Más allá de la imagen
Hacer infraestructura no necesariamente es promover el uso de la bicicleta ni hacer seguro su uso.
Desde hace unos años, en un montón de municipios, y en varias carreteras, vienen construyendo ciclorrutas sin ningún criterio. Voy a dar algunos ejemplos. ¿Han visto las ciclorrutas que hay ingresando a Sopó, a La Calera, a Guasca o al Municipio de La Pradera? ¿Han visto las ciclorrutas entre Cogua y Zipaquirá, o entre Chía y Zipaquirá (esta es la menos peor), o la recién construida entre Sopó y Tocancipá por la zona de Canavita? O simplemente miren cualquier ciclorruta construida en alguna carretera o pueblo de nuestro país.








Fotos 3-10: imágenes de algunas ciclorrutas construidas en vías del departamento de Cundinamarca.
Todas esas ciclorrutas fueron pésimamente diseñadas: no suelen generar conectividad, son angostas, suelen tener postes atravesados, se acaban de manera repentina, tienen señales de “pare” en las entradas a potreros, casas y fincas, tienen sube y bajas cada vez que hay un ingreso a un predio y, para colmo de males, se encuentran TODAS en mal estado. Por eso muy pocos ciclistas las utilizan: porque es más inseguro usarlas que no usarlas.
En todas las ciclorrutas que acabo de mencionar, y en tantas otras que se han construido, pasa algo común: se le dan las migajas al ciclista. Y lo más grave es que, en zonas rurales donde históricamente el ciclista y el peatón han sido los reyes de las vías y donde el carro es un actor que juega de visitante, ¡se está arrinconando al ciclista y al peatón, y se están imponiendo las mañas de la ciudad! Terrible.
Es evidente que quienes han diseñados todas esas ciclorrutas no son ciclistas, y las diseñaron sin ningún criterio, muy seguramente sin consultarles a los ciclistas que viven o transitan por donde se construyeron
Mi preocupación es que este modelo de ciclorruta ahora se quiere replicar en todo el departamento de Cundinamarca y en otras zonas del país. Eso me parece un total despropósito y una pérdida de dinero.
Por favor, ¡diseñemos infraestructura para las necesidades de los ciclistas! No diseñen para que las obras y proyectos se vean bonitos, o para que los que usan carros, motos, para los que manejan buses y tractomulas legitimen la creencia anacrónica según la cual tener motor genera mayores derechos. Señores tomadores de decisiones: en vez de gastarse la plata en hacer ciclorruticas lindas y tiernas, por favor hagan infraestructura realmente segura y atractiva para los ciclistas.
Hay propuesta
Lo primero que debemos recordar es que el ciclista es un actor muy vulnerable, y que todos los actores de la movilidad son, en algún grado, vulnerables. Esto debe traducirse en mejor infraestructura, señalización clara y coherente, normatividad actualizada y buenos comportamientos de todos.
En primer lugar, sería importante consultarles a los ciclistas, que son los que van a terminar usando o no la infraestructura que se les haga. Muchos van a sugerir que prefieren vías amplias con bermas anchas (y eso que, normativamente, las bermas no son para la circulación de vehículos) que permiten que los vehículos sobrepasen a los ciclistas aun conservando el 1.5 metros que le deben dar al ciclista. Y estoy seguro que van a manifestar que, si van a hacer la ciclorruta, la hagan a nivel de calzada (lo que se conoce como bicicarril), y nunca jamás, las ciclorrutas en andén, bidireccionales y con señalización sin sentido.
Es muy importante considerar el concepto de “demanda inducida” según la cual, si se ofrece infraestructura coherente atractiva, directa, lógica, segura y bien señalizada, créanme que los ciclistas van a utilizarla.
Con propuestas así, el espacio requerido sería el mismo, pero estaría mejor invertido: ya no en cosas que se vean bonitas, sino en cosas útiles y seguras. La inversión económica sería menor porque no habría que meterle tanta cosa adicional. La señalización sería más clara y el ciclista se comportaría como un vehículo, como debe ser. La infraestructura sería más atractiva para el usuario de la bicicleta, dado que podría ir a una velocidad más constante, con más espacio y concentrado en mirar para el frente. Y, sobre todo, sería más seguro para andar en bicicleta, dado que los conflictos en cruces e intersecciones se reducirían dando prioridad al ciclista que va por una vía amplia.
La infraestructura debe venir acompañada de señalización clara y, por supuesto, de campañas de cultura y comportamiento para que todos los actores de la movilidad entendamos que debemos compartir el espacio, que deben primar valores como la solidaridad o la empatía, y que debemos cumplir con las normas de convivencia.
Hay que ser responsables con nuestros ciclistas; no construirles algo mediocre y luego criminalizarlos porque no utilizan la ciclorruta, como suele ocurrir cada vez que un afanado conductor sanciona con el pito o con su timón al ciclista o a los ciclistas que transitan, desconociendo que estos tienen el mismo derecho al espacio, así no tengan un poderoso motor más allá de unas piernas entrenadas.
Una recordación normativa y sociológica
Lo primero: la norma que rige el tránsito y transporte en Colombia es la Ley 769 de 2002, o Código de Tránsito, no el régimen tributario. El discurso arribista según el cual los dueños de carros “pagamos impuestos”, nada tiene que ver con generar más o mayores derechos en el espacio vial. En el espacio vial también aplica la Constitución Política de Colombia y todos somos iguales, y cuando hay una “preferencia” es para privilegiar al débil, evitando así una anarquía donde el más fuerte (que no es ni el peatón ni el ciclista) matonee al débil.
Lo segundo: la Ley 769 de 2002, en su artículo 2, define la bicicleta como un vehículo y, como tal, así debe entenderse su circulación (y no como un juguetico). Esto implica que el ciclista tiene unos derechos y unos deberes. Y entre sus derechos normativos está que “debe circular ocupando un carril (…), los conductores que transiten en grupo deberán ocupar un carril y nunca podrán utilizar las vías exclusivas para servicio público colectivo (…)” tal como lo establece el artículo 95 de la ley 769 de 2002, que fue modificado por la Ley 1811 de 2016. En ese artículo también están los deberes… ¡sí, los ciclistas también tenemos deberes!
Lo tercero: el artículo 60 de la Ley 769 de 2002, en su parágrafo 3, establece que “Todo conductor de vehículo automotor deberá realizar el adelantamiento de un ciclista a una distancia no menor de un metro con cincuenta centímetros (1.5 metros) del mismo.” En esa misma línea, el artículo 63 indica que los conductores de vehículos deberán respetar los derechos e integridad de los peatones y ciclistas, dándoles prelación en la vía.
Por último, somos un país de ciclistas. Hay ciclistas deportivos, recreativos o los que se mueven para ir a su trabajo o estudio. El ciclismo es un muy buen hábito: es algo que nos ha traído alegrías. El ciclismo genera buenas noticias para el país y para nuestros municipios. Como deporte, es duro, arriesgado, exigente. Como plan, el ciclismo es practicado por una destacada diversidad de personas.
El ciclismo urbano, por su lado, ha sido una estrategia para enfrentar problemáticas de movilidad, de seguridad, de sociabilidad, de calidad del aire y, como se vio recientemente, para enfrentar la situación de la pandemia derivada del covid. La bicicleta, al mismo tiempo, le genera calidad de vida a quien la usa, y a la vez, se vuelve una práctica que contribuye a la comunidad. La bicicleta es quizás el vehículo y el medio de transporte (después de caminar) más accesible y democrático, al que más y más diversas personas pueden acceder. Por todo lo anterior, es deseable que cada día más personas se sumen al uso de la bicicleta.
Siendo así, diseñemos espacios seguros y atractivos, consideremos sus necesidades, privilegiemos espacios para ellos, no perpetuemos la decisión de destinarles a los peatones y a los ciclistas las migajas y los sobrados de las vías. Evitaremos así comentarios acertados como el de Eduardo Pizano.
Es la oportunidad para consolidar nuestro territorio como un lugar fenomenal para montar en bicicleta.
Nota: un agradecimiento a los miembros del grupo en Whatsapp Grupo de trabajo AcceNorte que desde antes vienen luchando por los derechos de los ciclistas de Cundinamarca, y que hace rato vienen rogando para que entidades como la ANI o la Concesión les paren bolas a sus propuestas. Ellos están recogiendo firmas en este documento para que las ciclorrutas en Cundinamarca sean diseñadas de manera correcta y segura. El liderazgo ciudadano ha sido clave para que en Bogotá y en muchas ciudades de Colombia y del mundo, los ciclistas no sean vistos como personas de segunda o tercera categoría. Hago también un reconocimiento a nuestros ciclistas anónimos, fuente permanente de inspiración que, sin importar el clima, las distancias, la leña o la agresividad, dan alegría a nuestras vías.
Twitter: @AndresVergaraB