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Esa Sabana del “ustedes allá cuidando nuestra finca y nosotros acá, en Bogotá”, ya no existe. La Sabana del Tercer Milenio tendrá que ser necesariamente otra y hay que imaginársela.

Ordenar, contener y conectar son tres aspectos esenciales para el futuro. Si fuera posible la visión de quienes se imaginan una Sabana “de” Bogotá que sea “de” los bogotanos, las cosas se podrían dejar como están.

Pero esa Sabana del “ustedes allá cuidando nuestra finca y nosotros acá, en Bogotá”, ya no existe. La Sabana del Tercer Milenio tendrá que ser necesariamente otra y hay que imaginársela.

Esta imagen propone dos bosques: uno para el río Bogotá, a lo largo de todo su recorrido; y otro para la reserva Van der Hammen, ampliada, entre el Boquerón de Torca en Bogotá y el cerro El Chuscal, en Subachoque, pasando por el cerro El Majuy, en Cota y el cerro Pan de Azúcar, en Tenjo.

Se trataría de dos bosques, no dos parques, que serían dos nuevos espacios geográficos con una triple función. Serían a la vez ordenadores territoriales, contenedores urbanísticos y conectores biológicos, cada uno de un kilómetro de ancho, con 15 o 20 millones de árboles en su interior y 15 o 20 millones de habitantes en su exterior.

Junto a la justificación territorial-urbanístico -biológica está la justificación demográfica, que para el caso depende de un recuento personal que empieza por cotejar que, cuando mi papá nació, la población de Bogotá no había llegado al millón de habitantes y cuando yo nací ya había superado los 2 millones.

Luego, cuando me gradué de la universidad había más de 4 y hoy hay cerca de 8 millones de habitantes, sin contar los 2 millones de adicionales que son pero no son porque viven en Soacha, Mosquera, Funza, Cota, Chía y La Calera.

Futurizando, se puede suponer razonablemente que los que vimos el alunizaje por televisión en 1969, no veremos la próxima duplicación demográfica. Pero los nacidos en el siglo XXI sí la verán.

También se puede suponer razonablemente que la demografía del futuro se contará para La Sabana del río Bogotá, dando por hecho que para entonces que el concepto Bogotá Metropolitana se habrá descartado por anacrónico.

En el presente, estamos en la era Peñalosa, como antes estuvimos en la era Petro, antes la era Moreno, y así sucesivamente. Cada una tan triste como la anterior en asuntos de planeación del espacio habitable.

No porque uno u otro haya hecho esto o aquello, sino porque hayan tenido el poder autocrático para hacer y deshacer. Siendo respetuosos de la Constitución, la Ley y las Instituciones, el dedo en el ojo le corresponde a una legislación nacional que permite a un alcalde ser todo a la vez: planificador, urbanista, diseñador y gobernante.

Si se aceptan las matemáticas de Steven Pinker, se acepta que por mal que estemos, somos más y también estamos mejor que hace un siglo, y todavía mejor que hace dos. Con esta lógica se puede asumir que la demografía sabanera seguirá su curso, que algún día Bogotá tendrá metro y que algún día habrá un museo del TTT, en honor al Tranvía, el Trolley y TransMilenio.

También se puede asumir que llegará el día en que el Congreso legisle para que los alcaldes se dediquen a gobernar, dejando los asuntos de planeación del espacio habitable de la Sabana, en cabeza de personas que estén por fuera del trajín y la premura de los planes de obras públicas de su adorado municipio.

Entre tanto, mientras unos se preocupan por evitar ser aplastados por un elefante que pasa de la mano de un hipopótamo, podemos considerar una visión como la de la cruz verde acá presentada, con dos bosques productores de aire y de agua, habitados por animales varios, incluidos algunos homínidos, ordenando una sola región, dividida en varias subregiones: una mayormente construida: Bogotá; y cinco con la mayor parte de su territorio no-construido: Faca, Subachoque, Tenjo, Zipaquirá y Tocancipá.

La definición de estas subregiones y lo que se haga con cada una de ellas depende de la existencia de un plan regional para la Sabana del río Bogotá. Un POT-sabanero, producto de un esquema de planeación que separe debidamente el apelmazado actual entre planeación territorial – planeación urbanística – planeación del desarrollo.

Por lo pronto, el año que viene será el último del alcalde actual y habrá que las acciones del caso para sellar su legado, adornadas con exageraciones antecedidas o terminadas con que lo que hará será único en el mundo, lo mejor del mundo o la primera vez en el mundo.

Y, junto a éstas, otras consignas inútiles relacionadas con la región y el territorio como que la Sabana tiene “las mejores tierras agrícolas del país”, que la Sabana “no se puede seguir urbanizando”, o que “la conservación de la Sabana depende de urbanizar” el área propuesta por un viejito que podía saber mucho de geología, biología y ambientalismo, pero que de urbanismo no tenía idea.

The Scream by Edvard Munch

Mientras llegan los nuevos gobernantes y en nombre de los damnificados del futuro, a los más conservadores les queda la opción de gritar asustados.

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O también, en época de protestas por la educación, queda la opción tomar un grito menos conservador contra la educación, y apropiarselo como consigna para la Cruz Verde.

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Arquitecto de la Universidad de los Andes y profesor del posgrado en historia, teoría y crítica de la arquitectura de la Universidad Nacional.