Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Faltando pocos días para la segunda vuelta. Poco sabemos qué piensan hacer los candidatos Petro y Hernández en relación con el transporte masivo de Bogotá. Tan poco sabemos, que la alcaldesa los invitó públicamente para contarles todo lo que está haciendo y lo que podrían hacer si ganan, pero las dos sillas siguen vacías.
Donde más concreción se encuentra es en la posición de Petro respecto de la primera línea del metro de Bogotá. Su idea es “suspender el contrato hasta que estén listos los diseños”. Según su forma de entender la contratación, construir sin diseños de detalle es un riesgo para los contribuyentes porque nadie sabe el costo que tendrá la obra, y al final podría terminar superando los 7.000 millones de dólares que costaba su proyecto de metro bajo tierra. El 7 de agosto un comité de especialistas deberá revisar la situación, y si confirman los temores del presidente, cancelaría esa obra para resucitar el metro bajo tierra, “el cual si tiene diseños de detalles”.
Miremos por partes sus argumentos para tratar de anticipar lo que puede pasarle a la ciudad.
Comencemos con lo cierto. En efecto, el proyecto aún no cuenta con todos los diseños de detalles. Sin embargo, esto no es una omisión del contrato ni un incumplimiento del contratista chino ni genera la cascada de riesgos y consecuencias que teme el candidato.
Al contrario. En esta modalidad de contratación, las obligaciones del contratista están definidas por medio de un listado gigantesco de especificaciones técnicas obligatorias (alturas, anchos, capacidades, resistencias, etc.). Los diseños de ingeniería básica se le entregan como una guía a los proponentes, porque es el propio constructor ganador quien debe tomarlos y terminarlos, cumpliendo con las especificaciones obligatorias. Si no cumple, no inicia obra. Y si luego la obra no queda bien y debe demoler algo o se presenta un derrumbe, no puede responsabilizar al Estado, pues los diseños son de su propia autoría.
Otra razón para utilizar especificaciones técnicas en los pliegos fue la transparencia. Incluir en los pliegos de licitación los diseños con los detalles de los trenes, las subestaciones eléctricas, los talleres, sería caer en los llamados “pliegos sastre”, esos que solo puede cumplir un concursante.
En resumen, la falta de diseños de detalle al momento de adjudicar no crea riesgos, sino que los mitiga. Tampoco eleva el costo de la obra. El costo final del contrato resultará de sumar varios componentes: unos, estipulados en pesos; otros, en dólares; unos fijos y algunos más variables, según cantidades de obras.
Entonces, si bien es cierto que hoy nadie sabe cuánto costará la obra al finalizar, no es por la falta de planos de detalles. Al precio del dólar de hoy, cuesta cerca de 4,2 billones de dólares. De manera que si Petro es presidente deberá encontrar otro argumento para suspender la obra, o subirse al tren.
La última campaña a la Alcaldía también se desarrolló en medio de mucha confusión y desinformación con intenciones políticas. El ruido mediático llegó tan alto que Claudia López se llenó de dudas sobre el proyecto de la primera línea e interpuso una demanda para frenarlo. Después de que ganó la Alcaldía pudo estudiar bien el proceso, enmendó el error y retiró la demanda. Hoy la alcaldesa es la más entusiasta ejecutora y supervisora de las obras de la primera línea del metro de Bogotá.
Si Petro llega a ganar la Presidencia, también tendrá que sentarse para definir “cómo” suspender el proyecto. Después deberá encontrar la forma de convencer al gerente de la Empresa Metro de suspender el contrato sin que la contraparte china haya incumplido nada. Porque si lo llegara a hacer por capricho, causaría una lesión económica al contratista y tendrían que indemnizarlo, causando un detrimento patrimonial para el Estado que se devolvería contra su bolsillo (el del gerente, no el del presidente). Por todo, es de esperar que Petro no encuentre cómo suspender el contrato y termine subiéndose al tren, posiblemente en una silla junto a la alcaldesa.
Si quien gana es el ingeniero Hernández, quien poco ha hablado de Bogotá, no hay ninguna razón para dudar de que la subida al tren sea inmediata.
En cuanto a la segunda línea, que conectaría a Suba, ninguno de los candidatos ha expresado su apoyo decidido. Tal vez porque piensan que el presidente Duque la va a dejar asegurada, lo cual está por verse. Duque ya anunció su apoyo, anticipándose a la decisión del Conpes y poniendo a sus integrantes en una difícil situación. Sin aprobación del Conpes, la Nación no puede aportar el 70 por ciento del costo de los proyectos de transporte masivo.
Para asegurar el proyecto antes del 7 de agosto, Duque no solo debe liderar la aprobación del Conpes, sino firmar el acuerdo Nación-Distrito con la alcaldesa (que compromete las vigencias futuras de ambos) y también firmar los créditos con la banca multilateral. Si falla alguna de estas tres patas financieras, el proyecto no queda asegurado y el siguiente presidente es quien decide su continuidad.
Paradojas de la vida: Petro de alcalde no pudo asegurar la primera línea del metro (le fallaron las tres patas), pero esta vez estaría del otro lado de la mesa, como presidente, decidiendo la continuidad del costoso proyecto López-Duque. A diferencia de la primera, con la segunda línea sí tendría oficio crear un comité para revisar el proyecto, gane Petro o gane el ingeniero, que tampoco ha dicho nada al respecto.
El metro de Bogotá tardó décadas para arrancar, pero marcha bien. Tal vez por eso es que marcha bien. Ahora tenemos la oportunidad de concluir un proyecto que recupere la fe de los bogotanos en sus instituciones y en su capacidad de transformar su propia realidad. Del próximo presidente dependerá, porque la férrea voluntad de la alcaldesa no es suficiente para que ruede sin contratiempos un proyecto de esta magnitud.