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En el tercer post de esta serie sobre covid-19 y transporte, resumo algunos hallazgos y reportes para que se nutra el debate sobre la ocupación de transporte público y se busque mayor balance entre las diferentes profesiones que tratan el tema.

Hice un primer post describiendo a grandes rasgos los retos del covid-19 para el transporte, un segundo post dando más detalle sobre la dificultad (financiera) de tener transporte público sin hacinamiento, y ahora escribo otro – después de revisar más información – donde describo cómo podría mejorarse las condiciones de transporte público (en términos de sostenibilidad financiera) mientras se sigue prestando un servicio que reduzca el riesgo de contagio en covid-19.

Algunas ideas muy interesantes sobre esto han sido descritas por Alejandro Tirachini (quien además está a punto de publicar un artículo académico al respecto) y varios artículos han sido compartidos en un hilo colaborativo de Tumi, y después de escribir esto encontré una columna de Darío Hidalgo que presenta algunos de estos puntos. Espero poder contribuir con otras ideas al debate.

La investigación en torno al covid-19

Se ha escrito muchísimo sobre covid-19 para tratar de comprenderlo. Son tantos miles de artículos que incluso existe un buscador especializado en aplicar “machine learning” a grandes conjuntos de datos dedicado a datos y artículos sobre la pandemia. Tal vez es el fenómeno que más se ha estudiado en un corto tiempo y de manera más colaborativa en la historia del universo, pero todavía no tenemos certeza de qué es bueno y qué no, o cómo se puede reducir efectivamente el contagio sin tener consecuencias drásticas en nuestra vida cotidiana.

Para agrandar esta dificultad, ha sido complicado que haya un acuerdo entre la discusión económica y la epidemiológica para formular una política pública de “apertura post-covid”. Los chistes no se han hecho esperar (“los economistas y los epidemiólogos nunca se van a poner de acuerdo” etc), pero sí es muy difícil lograr un punto medio entre lo que satisface a la epidemiología – lo suficientemente seguro y libre de contagio – con lo que querría la economía en términos de impactos más amplios de las diferentes medidas de aislamiento. Para terminar de hundir la daga de la desconfianza, algunos artículos recientes han sido criticados fuertemente por no seguir el método científico y llegar a conclusiones que parecieran resultado de una profecía de autocumplimiento.

La discusión en el transporte público

Como ya expliqué, uno de los temas más difíciles donde no hay aún un acuerdo – o por lo menos no un acuerdo entre diferentes disciplinas – es el transporte público. Es, sin duda, un servicio esencial y al que debe tener acceso toda la población. Pero al mismo tiempo pareciera existir un riesgo muy grande pues por definición es un servicio donde la gente tiene que viajar a menos de 2 metros de distancia para que pueda funcionar en el largo plazo.

En Colombia, el número mágico de “máximo 35 por ciento de ocupación del transporte público” ha sido la regla escrita en decretos y dicha por gobernantes y técnicos sin cesar. No obstante, nadie sabe de dónde viene o cómo se calculó, y quienes nos hemos puesto a la tarea de entender cómo se calcula ese número no hemos encontrado una razón exacta (haga las cuentas y verá que si un bus generalmente va con ocupación de 4 personas por metro cuadrado, ni de fundas va a lograr un distanciamiento de 2 metros con 35 por ciento de ocupación. El número al que yo he llegado (con ayuda de un matemático) es de 0.1 personas por metro cuadrado para poder cumplir, es decir muy por debajo de 10 por ciento de ocupación).

Como expliqué en un fantástico grupo de Whatsapp interdisciplinar de covid-19 donde participan principalmente epidemiólogos, la preocupación para el sector transporte es que típicamente los problemas de salud pública más grandes en el sector han sido los riesgos de inseguridad vial, de contaminación y de problemas respiratorios.

Estas preocupaciones pueden no ser tan grandes como el riesgo que presenta el coronavirus, pero lo que sí está pasando (en Asia, por ejemplo) es que la gente está comprando más carros y motos o usándolos más a raíz de la reducción de uso de transporte público y su “demonización” – o el gobierno les está subsidiando para esto. Todos hemos hecho “hurras” al cambio modal a bicicleta pero, en total sinceridad, este es más bajo de lo que uno querría (aunque sí se están vendiendo bicicletas como pan caliente). Entonces es crucial entender bien cuáles son los riesgos relativos de restringir la ocupación del transporte público y compararlos con esos otros problemas conocidos de salud pública en el transporte.

Hay noticias más o menos buenas

Hasta ahí iban las malas noticias. Lo que se ha conocido más recientemente, con lo que varias personas (incluyendo tanto economistas como epidemiólogas) han comenzado a estar de acuerdo, es que las actividades de mayor riesgo de contagio son aquellas donde la gente está cantando, gritando, riendo o hablando duro (además de donde se incumplen las tres ces). Por esto las discotecas, iglesias y lugares de conciertos son puntos donde se ha identificado claramente mayor contagio. Siendo cínico, me hace pensar que la pandemia va a crear una sociedad más “blasé”, o más depresiva y anhedónica. Pareciera que vamos a comenzar una etapa de nuestra civilización donde – durante cien años al menos – la falta de expresiones de afecto y alegría van a ser vistas como un rasgo positivo en la interacción social.

Aunque es muy triste saber que las carcajadas parecen perpetuar el covid-19 y que el silencio estoico pareciera reducir el riesgo de contagiarse, eso sí es buena noticia para el transporte público pues es precisamente un servicio urbano donde, casi por definición, nadie habla con nadie ni ríen ni cantan ni lloran (excepto, claro, cuando alguien canta o ríe como propósito). Es, por definición, un no-lugar.

Esto pareciera que incrementa las posibilidades de rescatar el transporte público y plantear decididamente que no es un lugar tan riesgoso como se había pensado y que el número mágico de 35 por ciento de ocupación puede cambiarse y podemos hablar de una ocupación más alta y, en consecuencia, promover un uso más balanceado de los medios de transporte que reduzca los otros riesgos que genera el sector en salud pública y demás.

Algunas fuentes con información

Una lista de reportajes o hallazgos recientes que pueden ayudar al debate (no necesariamente artículos académicos ni revisados por pares): 

– Artículo del Journal of Transport and Health donde se afirma que no se puede comprobar que la suspensión de sistemas de transporte urbano masivo sea efectivo para reducir el riesgo de contagio pues muy probablemente la exposición en hogares presenta un riesgo más grande.

– Publicación en Francia que describe cómo se encontró que, de 150 “clusteres” de coronavirus (con al menos 3 personas enfermas) fuera de hogares e instituciones, ninguno ocurrió en trenes, metros o aviones.

– En Japón, no se encontraron clusteres que tuvieran lugar en los trenes (comúnmente conocidos por estar bastante ocupados).
– En Austria, de 297 clusteres locales, ninguno se relacionó con transporte público

– En Singapur, el co-chair ministerial para el grupo de trabajo de covid-19 dijo “tenemos evidencia que el riesgo de contagio del virus en congregaciones e interacciones sociales es mucho más alto que en el transporte público cuando la gente usa máscaras, no habla y viajan en vehículos desinfectados por un tiempo corto”.

– En Nueva York,  Sam Schwartz dice que “una encuesta en mayo de 1300 pacientes admitidos a hospitales de la ciudad por el virus mostró que solo 4 por ciento habían utilizado transporte público”

Todos los ejemplos anteriores son sitios donde se ha respetado el uso de máscaras y, en casi todos, donde ha habido políticas explícitas de silencio dentro del transporte público.

Sin ser epidemiólogo ni tratar de que esto sea un artículo académico revisado por pares ni utilizado como guía única para una política publica, sí me parece importante poder balancear el debate y entregar esta información.

Y de todas formas, creo que hay que recordar (o aclarar) dos cosas:
– Caminar y andar en bicicleta sí es definitivamente un método excelente para reducir el riesgo de contagio de covid-19. Son las dos formas de transportarse en que se cumplen todas las condiciones indicadas por las recomendaciones. 
– Nada de esto se va a resolver con solo datos. Alemania ya demostró que el equipo necesario es de muchísimas profesiones y lo que se necesita es diálogo, debate y acuerdos. Si no, terminamos en la ideología del covid-19 donde no se busca investigación sino dogma.


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Es asesor senior en la alianza Numo y fundador de Despacio.org. Estudió psicología y planeación. Sus áreas de intéres son transporte, tecnología, desarrollo urbano y cambio climático.