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Hoy la competencia entre ciudades no se define por al ancho de los andenes sino por su papel en la economía global.
Según la época las ciudades compiten de diferente manera para definir su importancia. Aunque siempre predominan factores económicos, dice Mark Girouard en su magnífico recuento de la historia de las ciudades (Cities & People, 1985) que en el siglo 18 entre Londres y París, con economías similares, la competencia se centraba en quien construía más y mejores andenes y parques. Hoy la competencia es distinta. El factor que predomina es el papel de la ciudad en la economía global.

Desde finales del siglo pasado expertos en temas urbanos comenzaron a perfilar qué se requiere para que las ciudades sean exitosas en el siglo 21. En un sugestivo artículo (Las Ciudades Globales – Regionales en el siglo 21), escrito en 2001, el profesor británico sir Peter Hall, considerado uno de los más prestigiosos analistas del urbanismo contemporáneo, ordenó y analizó los indicadores que según los estudios de geografía urbana elaborados en la Universidad de Loughborough muestran cómo una ciudad se prepara para enfrentar los retos actuales.
En los cuadros que construyó el profesor Hall hay siete indicadores que determinan la importancia de las ciudades en el contexto mundial. Cada indicador es resultado de condiciones que crea la ciudad con sus políticas económicas, sociales y de construcción de infraestructura. Estas son las nuevas ‘ciudades globales’, que en su mayoría corresponden a regiones organizadas por un centro principal y una red de ciudades integradas que conforman una estructura multicéntrica. Son ciudades en las cuales la prioridad de la infraestructura es generar conectividad para intercambios culturales y económicos a nivel nacional e internacional. Es un tema de vínculos y de construcción de cadenas de suministros. No se trata de expandirse para absorber vecinos.

El ‘ranking’ del profesor Hall se determina según el número de sedes de bancos internacionales, el monto de las transacciones en la bolsa de valores, el número de sedes de las grandes corporaciones mundiales, el tráfico aéreo de pasajeros, el número de habitantes de la ‘ciudad – región’, si la ciudad ha sido sede o se ha postulado para los juegos olímpicos y el número de conciertos que han dado los Rolling Stones en esa ciudad. Este último indicador, según los investigadores, es una muestra de actividad cultural.
En el cuadro resumen de esta clasificación hay cuatro categorías. Diez ciudades ‘alfa’ como Paris, Londres, Nueva York, Tokio. Diez ciudades ‘beta’ como Toronto, Zúrich, Madrid, Ciudad de Méjico, Sao Paulo. Treinta y cinco ciudades ‘gama’ como Houston, Yakarta, Caracas, Santiago, Buenos Aires, Copenhague, Estambul. Por último hay sesenta y ocho ciudades con ‘alguna evidencia’ de ir camino a ser globales. Bogotá está en la mitad de este grupo.
Según este ranking, el concierto de los Rolling Stones del año pasado, nos ayuda un poco. Pero no es suficiente. El tema es más complejo de lo que parece captar la actual administración distrital cuando anuncia el nuevo Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Ahora hay que trabajar en los otros seis indicadores, pero teniendo en cuenta que ninguno de estos se refiere a que el ancho de los andenes debe ser de 12 metros, ni que de ahora en adelante las nuevas torres de vivienda deben tener terrazas en las que se pueda hacer fiestas comunales, como lo anticipó nuestro iluminado alcalde.
Ojalá que el nuevo POT, así como las nuevas normas urbanística, sean un avance hacia el siglo 21 y no un retroceso al pasado.
