“Una buena ciudad es como una buena fiesta, uno se queda mucho más tiempo del planeado”. -Jan Gehl

Las imágenes lo dicen todo. Las calles tomadas por una multitud de personas de todas las edades en un ambiente festivo y tranquilo, aprovechando una maravillosa tarde de sol bogotana.

La música suena de fondo, hay mesas al aire libre, algunos parchan en el pasto del parque, personas entran y salen de galerías y restaurantes, materas y calles coloridas embellecen el entorno y los “parklets” (muebles urbanos para sentarse) invitan a la gente a relajarse y disfrutar del ambiente.

Si hay algo que nos encanta hacer a las personas es sentarnos a observar a otras personas. Y si hay algo que nos ayuda a sentirnos más seguros es convivir en la presencia de otros, contar con “más ojos en las calles”, sentir que entre todos nos cuidamos.

Esta es la escena de una ciudad caminable, abierta, diversa, segura y vibrante, que se vive principalmente en su espacio público. Una escena maravillosa que proyecta la ciudad que deberíamos aspirar a alcanzar.

Aquí tenemos una mezcla perfecta de buen espacio público, actividades culturales, oferta gastronómica y diversidad de personas. Y algo muy importante, los carros no están invitados. Pueden llegar, incluso pueden entrar, pero es evidente que no es su lugar. Los protagonistas del evento somos las personas.

Creo que no me equivoco al afirmar que la pandemia contribuyó al fortalecimiento del concepto de vivir la ciudad en su espacio público y al aire libre. Hacerlo nos protegió del riesgo de contagiarnos y nos permitió reanudar nuestras actividades económicas, sociales, culturales cotidianas.

A pesar de lo dura que fue la crisis del covid, también representó una oportunidad única para las ciudades de actuar y hacer realidad ideas maravillosas como esta y otras, como por ejemplo la ciclorruta de la Carrera Séptima y el programa de restaurantes a cielo abierto (“Bogotá a Cielo Abierto”), perfectamente afines con la promesa de una ciudad sostenible.

El objetivo era aprovechar mejor el limitado espacio urbano, incluidas sus calles, para cuidarnos y vivir mejor; y lo consiguieron.

SDM – Intervención de urbanismo táctico para pacificar el tráfico vehicular

Estas fueron transformaciones rápidas, ágiles y que no requirieron de inversiones gigantescas. Y, ojo, que hayan sido rápidas y económicas no quiere decir que haya sido fácil o que haya implicado poco trabajo. Fueron operaciones de urbanismo táctico a gran escala.

Open San Felipe es exactamente eso: un proyecto vivo y a escala barrial de urbanismo táctico y “placemaking” que demuestra cómo se pueden lograr transformaciones urbanas significativas de manera incremental, mediante la suma de esfuerzos y visiones diversas, siempre y cuando haya una visión clara y un fuerte sentido de proceso, de constante iteración y mejora. 

En este sentido, no tengo dudas de que el éxito de este popular evento cultural, que sucede el primer fin de semana de cada mes y que ha venido madurándose en estos últimos años, es el resultado de una gran gestión del evento, pero también del lugar y del espacio público donde ocurre, al que se le nota trabajo, cuidado y cariño.

Es el complemento perfecto del gran escenario que es el barrio y una excelente programación (cultura, gastronomía, música, arte) para activarlo. Y, por supuesto, del liderazgo y la participación de su comunidad.

Por último, pero no menos importante, también es clave destacar el impulso que ha recibido por parte del gobierno distrital a través de su Secretaría de Movilidad, por tratarse del primer piloto de la iniciativa de Barrios Vitales propuesto por la actual administración.

Desafortunadamente, el proceso del Open San Felipe es una excepción a la regla en el contexto reciente de Bogotá, porque en general la ciudad no logró avanzar en la dirección de fortalecer y cuidar la tendencia que nos señaló la pandemia de volcarnos hacia el espacio público para vivir la ciudad.

Por el contrario, hemos visto una preocupante espiral de descomposición y deterioro de su espacio público, evidenciada por la presencia de basura en las calles, la epidemia de mal estacionamiento en los andenes, la proliferación de las ruidosas y contaminantes cicloguadañas, el deterioro de la Séptima Peatonal y la presencia indiscriminada de publicidad ilegal en muros y andenes.

Por otra parte, espacios peatonales que se ganaron durante la pandemia, como algunas calles peatonalizadas para la actividad de restaurantes, inexplicablemente se entregaron nuevamente a la normalidad de los carros.

Pero el Open San Felipe es un valioso ejemplo para los bogotanos de cómo una ciudad caminable y con buenos espacios públicos trae grandes beneficios en múltiples dimensiones.

Además, nos enseña una importante lección sobre cómo un enfoque de cambio incremental y sostenido puede resultar aún más efectivo que apuestas de transformación urbana basadas exclusivamente en las lógicas, tiempos y complejas dinámicas políticas de los megaproyectos.

De hecho, ha sido un enfoque de transformación ágil, táctico e incremental, el que ha estado en gran medida detrás de las grandes transformaciones urbanas que ciudades como Nueva York y París han logrado en los últimos años.

Es un método que se basa en una estrategia volcada enérgicamente a la acción, a la idea de que tenemos que movernos de manera muy táctica y ágil, y que no podemos esperar a que todo se resuelva hasta el último detalle para actuar. No podemos tampoco depender de los megaproyectos para mejorar y avanzar la ciudad.

Con lo que tenemos a la mano y un poco de imaginación podemos hacer cosas maravillosas. Y el Open San Felipe es una muestra de ello.

Para terminar, quisiera dejarles la siguiente frase de Jannete Sadik Khan, excomisionada del Departamento de Transporte de Nueva York entre los años 2007-2013, quien fuera responsable de la reciente gran transformación del espacio público de Nueva York (incluida la sorprendente peatonalización de Broadway):

“Las ciudades deben adoptar un enfoque más inclusivo y humano para reconfigurar el ámbito urbano y reconstruirlo rápidamente a una escala humana, impulsado por un proceso comunitario sólido, pero con el compromiso de ejecutar los proyectos y no paralizarlos. Revertir la atrofia que aflige las calles de nuestras ciudades requiere un urbanismo centrado en el cambio, que genere resultados en el corto plazo que cree nuevas expectativas y demanda ciudadana por más proyectos”.

Así las cosas, Open San Felipe es mucho más que un exitoso evento cultural; es un referente del cambio y los procesos de transformación que son posibles ahora y que necesitamos para Bogotá. En muchas ocasiones, utilizando lo que tenemos a nuestra disposición, un poco de imaginación y la determinación de actuar en el presente, podemos crear cosas maravillosas. Es un mensaje especialmente relevante para una ciudad como Bogotá, a la que a menudo le cuesta tanto sacar adelante proyectos e ideas esenciales para su desarrollo.

Es consultor urbano y creador de miBLOGota. Estudió relaciones internacionales y asuntos públicas en la Universidad Americana, una especialización en resolución de conflictos armados en la Universidad de los Andes y una maestría en asuntos internacionales con énfasis en desarrollo político y económico...