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En navidad a la gente se le mueve el corazón y cree equivocadamente que hacer una recolecta de regalos soluciona los problemas del mundo. Aquí una historia de cómo cambiar nuestras prácticas navideñas asistenciales.

 

Hace un tiempo conocí a una mujer maravillosa que creó una enorme recaudación de regalos en Soacha en víspera de la Navidad. Cargada de alegría, llegaba con sus amigos y amigas al municipio para repartir también mercados a familias que esperaban en filas a que llegara este grupo de personas que visitaban el barrio cada año. La cuestión es que con el tiempo esta práctica le trajo muchas decepciones, en alguna ocasión tuvo que llevar a la policía para que la situación no se saliera de control y la gente no empezara a pelear porque se habían quedado sin regalo o mercado.

Fue así como la jornada navideña fue diluyéndose. Después de varios años de realizar esta actividad donde se recaudaban millones, vino el desasosiego y la inconformidad con todo el esfuerzo detrás de esta entrega de regalos. Con el tiempo se dio cuenta también que algunas familias vendían los mercados y que definitivamente hacer esta campaña en la que se movilizaban muchas donaciones no la hacía sentir tan bien como en un principio.

Le tomó varios años entender que lo que hacía era eso que definimos como asistencialismo, una práctica que se basa en el principio de la benevolencia, es decir en la compasión, lo cual fomenta la pérdida de autonomía de las personas. Es muy común que en diciembre en los asentamientos urbanos lleguen visitantes al barrio a entregar este tipo de “ayudas”. Empecé entonces por desmontar junto a ella algunos preconceptos que tenía, por ejemplo: las personas en estos asentamientos necesitan regalos y ropa para solucionar sus problemas económicos, sociales y personales. Es posible que el privilegio, la falta de información, empatía y delirio de héroe o heroína lleve a pensar a las personas que esto es necesario. Esto no funciona así. 

Le di una la mala noticia: su recolecta de regalos no solucionarían la malnutrición, el acceso limitado a otros servicios básicos, la inequidad de género, la falta de una vivienda digna, el desempleo, y educación precaria.

Estos desafíos seguirán vigentes porque son estructurales y toman tiempo resolverse. Las soluciones son diversas e implican a muchos actores, gobierno, organizaciones sociales, ciudadanos y ciudadanas. Desafortunadamente no tenemos un super poder para que esto suceda ya, pero si tenemos la capacidad de crear acciones que vayan más allá del asistencialismo. La invité entonces a conocer una forma distinta de invertir el  dinero recaudado en regalos para los niños y niñas de Soacha.

Le conté primero sobre la existencia de  los emprendimientos sociales y organizaciones que trabajan por los desafíos más complejos que hoy tiene el mundo. Yo hago parte de ese grupo de emprendedores,  que desde la Fundación niñas sin miedo proponemos un posible camino para la prevención de la violencia sexual y el embarazo en niñas y adolescentes. A comparación de las grandes organizaciones que anualmente benefician a miles de niños y niñas nosotras, somos una pequeña y poderosa isla en Soacha, donde hoy se habla sobre igualdad de género y se intentan desmontar estereotipos, con el objetivo de romper círculos de violencia y pobreza en la población más afectada por la violencia sexual en Colombia: las niñas y adolescentes.

Le fui sincera y no le vendí humo, mi equipo y yo no teníamos la solución definitiva a este gran problema que afecta a millones de niñas en Colombia, pero estamos co-creando y sembrando junto a ellas una manera distinta de marcar un camino distinto para su generación. 

En las relaciones sociedad civil (SC) y empresa privada o SC y ciudadanos con ganas de apoyar económicamente causas, es difícil derribar el sistema asistencial. Principalmente porque aún faltan años para ver cambios poderosos en esta y otras problemáticas y desafortunadamente a estas personas, en la mayoría de los casos lo que les mueve a donar, es ver transformaciones inmediatas. Se invierten anualmente millones en regalos asistenciales y en enero todo vuelve a ser igual.

Como directora de niñas sin miedo, el tal asistencialismo me persigue y en ocasiones me ha conllevado pérdida de regalos y juguetes para las niñas de la fundación. Quizás me convertí en la grinch de la navidad por decir no a las empresas que insistentemente perpetúan estas prácticas de entregas de regalos  y en muchas ocasiones sólo quieren tomarse una foto entregando un obsequio. La constante es que estas compañías nunca más vuelven al barrio.

Es importante también entender que en parte como SC podemos re-educar al sector privado,  parte del proceso es exponerles otras formas de invertir sus recursos económicos destinados a la “caridad”. Esto implica no recibir lo que quieran dar, sino mostrar que la inversión social privada puede ser un impulso para lograr escalar nuestras ideas y generar modelos sostenibles.

Se trata de entender que las acciones disfrazadas de papá noel, que solo llegan en diciembre hacen crear dependencias nocivas. Es importante que desde las organizaciones sociales tengamos muy claro que nuestro trabajo debe ir acompañado de la co-responsabilidad con la comunidad que trabajamos. Esta bien cuestionarnos constantemente cuando pasamos esa delgada línea de prácticas asistenciales.

Estoy segura que estos recursos del sector privado y de cada persona que decida invertir desde pequeños montos pueden potencializar proyectos de alto impacto, que generalmente no cuentan con mucho apoyo para operar anualmente sus proyectos. 

Hace poco alguien me dijo algo que me hizo recordar que  niñas sin miedo es una experiencia para las niñas que asiten regularmente a la fundación. “Aquello que pasa por el cuerpo  y por nuestras emociones se queda para toda la vida y nos marca” .Yo hubiera amado tener una caja llena de experiencias que pasaran por mi cuerpo y mis emociones para evitar tropezarme tan duro con sesgos, violencias basadas en género a lo largo de mi vida. Fortaleci entonces  con esta reflexión, mi idea constante sobre invitar a las personas invertir en experiencias a través de sus aportes a la sociedad civil. 

Escribo esta columna de opinión para agradecer a esta mujer maravillosa que conocí que solía dar regalos en Soacha,  porque gracias a esa conversación, ella decidió darle un rumbo distinto a su humano deseo de dar en navidad y convertirlo en una acción sostenible para apoyar mensualmente a la fundación niñas sin miedo durante todo el año. También para agradecerle a Male nuestra coordinadora de programas, quien me ha enseñado sobre derribar y cuestionar el modelo asistencial y definitivamente a todas las personas que hacen posible que sigamos vivas y que creen que niñas sin miedo es una experiencia de vida que todas las niñas de Colombia deberían vivir. 

Aquí algunos tips para no dar regalos asistenciales

1. Si quiere dar algo en navidad más allá de un regalo, busque una causa que le mueva el corazón y pregunte qué rubros necesita cubrir para que su impacto escale. Generalmente nadie pregunta eso y aporta mucho al crecimiento de las organizaciones anualmente. 

2. Los regalos no son malos, invéntese una forma distinta de darlos. Por ejemplo: apoyando empresas sociales, proyectos productivos, campañas de fondeo colectivo en Vaki, Gofundme, o donando recurrentemente a fundaciones que no cuenten con mucho apoyo pero que les vea potencial de crecimiento. 

4. Proponga en su empresa una forma distinta de hacer una actividad en navidad y haga que no sea por un día sino que ese espíritu solidario se despierte todo el año.

 

Publicista de la Universidad Central y maestría en creación literaria en curso. Posgrado en gestión cultural en FLACSO Argentina. Fundadora y actual directora de la fundación Niñas sin miedo. Ha trabajado en organizaciones sociales en Argentina, Mexico y Colombia. Consultora de recaudación de fondos...