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En contravía de los nuevos tiempos, el incipiente proyecto urbano que se construía para el centro histórico, pleno de vida, gente y con un eje en la renaturalización del área, se cambia por normas que ya cumplen un cuarto de siglo y que, con enmiendas inciertas, se prolongarán 12 años más, a través del POT.

El centro histórico de Bogotá, a pesar de la modestia de su arquitectura y la fragmentación inducida por el proyecto funcionalista, presenta un conjunto de valores que definen su excepcionalidad, reconocida mediante su declaratoria como patrimonio de los colombianos en la segunda mitad del siglo XX. Se trata de un centro vivo y diverso, de una porción  de ciudad dinámica que exige un proceso de rehabilitación abierto y factible de ser actualizado periódicamente. Esto obliga a tener en cuenta las necesidades que no dan espera, de manera simultánea con la preparación de estrategias de futuro.

El Plan Especial de Manejo y Protección (Pemp) es el nuevo plan para la zona. Es un instrumento de ley cuya metodología la definió el Gobierno Nacional desde el 2003 y ajustada, sin modificaciones de fondo, en el 2009. No todas las debilidades que exhibe el Pemp para el centro histórico son propias; algunas habría que atribuirlas a la concepción lineal, normativa y poco estratégica de los planes especiales del Gobierno central.

El examen del Pemp de Bogotá, radicado en el Ministerio de Cultura para su aprobación el 27 de diciembre de 2018, obliga a preguntarse: ¿a un centro histórico deteriorado le conviene el enfoque de rehabilitación, revitalización y reciclaje que orienta planes de centros varios en Latinoamérica, o resulta mejor el enfoque normativo inherente a los Pemp colombianos?

Del mismo modo, si el arquitecto Jan Gehl conociera este plan, tal vez diría que “[…] perdimos la capacidad de hacer barrios donde sea un placer crecer y envejecer”. Aquí la gente, la casa, la panadería, el café, la librería, la tienda, no pareciera que tuvieran sitio alguno. ¿Acaso regresamos a los planes burocráticos, colmados de normas y carentes de vida?

¿Cuánto pesan las ideas sobre urbanismo o planeación ante las nociones políticas de eliminación total de lo precedente, que sigue siendo el modo conservador de gobernar en Colombia? Convendría aprender de Ciudad de México. Allí la revitalización del centro es política de ciudad y no de jefatura de gobierno. Claro está: el plan para el centro histórico se actualiza periódicamente, justo para que así no pierda vigencia.

Algunos apuntes acerca del Pemp

No fue fácil superar la excesiva simplificación y falta de especialidad que exhiben los apartes iniciales de introducción, enfoque y objetivos para pasar a la revisión, no exhaustiva, de un proyecto muy extenso (673 páginas y anexos técnicos).

En el examen de los planes precedentes, infortunadamente, se reemplaza el obligatorio análisis técnico por juicios de valor. Falta una matriz que responda, al menos, ¿cuál es el modelo de centralidad histórica que ellos proponen y cuál el que pretende producir este Pemp? ¿Cuáles son sus estrategias territoriales y cuáles las del actual plan? En fin, este análisis se hace para una evaluación comparativa que permita desentrañar el aporte real del Pemp.

El Paisaje Urbano Histórico que pudo hacer las veces de eje transversal y hubiera permitido, quizá, presentar un trabajo más cohesionado, es tratado con liviandad en el texto. Esta noción, procedente de Unesco (2011), promueve la integración de los diversos patrimonios culturales de los territorios y de estos con el patrimonio natural, tanto como la articulación de los tratamientos del centro histórico a la consolidación y regeneración urbanas de las áreas externas a él.

Poco de esto se lee en la formulación del Pemp en cuestión y, tal vez, nunca antes habían estado tan separados los patrimonios de la zona. No es evidente, además, el origen de las unidades de paisaje y sus fichas y menos su utilidad práctica, pero sí es cierto que el Pemp extravió la caracterización anterior de estas unidades.

Una de las bondades del estudio histórico es, justo, explicarse las fracturas y los puntos de inflexión en el desarrollo urbano del centro histórico. Extrañamente, ello no inspira el análisis de los tejidos urbanos ni su conveniente propuesta de intervención y zurcido. Es raro que en un plan especializado de centro histórico, no exista un examen riguroso de la forma urbana, ligado al devenir histórico del centro. La única manera de conservar la materialidad del centro histórico o de transformarla, valorando las pre-existencias y sus usos sociales, es analizando la forma urbana y los modos de habitarla.

El estudio arqueológico, por su parte, con datos, interpretaciones, valoraciones y sectorizaciones útiles, no ilumina aspecto alguno de la formulación. Inevitable preguntarse, entonces, ¿cuáles son las implicaciones de considerar el centro como contexto histórico y arqueológico?

El análisis normativo es tedioso y poco práctico. Existía uno más amable que, junto a los temas de forma urbana, fue publicado por la Unam. Este hacía un examen gráfico de las implicaciones morfológicas de cada norma, en el territorio del centro histórico de Bogotá. Los cuadros síntesis permitían una lectura más ágil y una comprensión más completa de un tema que nunca ha sido fácil de digerir.

El equipo del Pemp se embarcó en colosal esfuerzo para cumplir los requisitos de un diagnóstico que pretende abarcarlo todo. El problema es que están en desuso estos diagnósticos, plenos de estudios sectoriales, algunos buenos y convenientes, sin duda, pero casi ninguno sostiene la formulación. En la actualidad, los diagnósticos se hacen conforme a las necesidades de intervención. Se profundiza de acuerdo con las exigencias de zonas prioritarias de actuación y proyectos priorizados.

El inventario del patrimonio inmueble reemplaza el estudio de la dimensión cultural, habitacional, técnica y económica de este patrimonio, así como de las oportunidades que él ofrece a un proyecto de revitalización del sector. Por supuesto, es de celebrar la conclusión de la tarea transitada entre 2014 y 2015 en la actualización de los inventarios del centro. Aunque necesarios, apenas constituyen la base de propuestas más complejas y ambiciosas. Deplorable, sí, el descarrío del embrionario proyecto residencial, que tenía sus antecedentes en los gobiernos de Julio César Sánchez y Antanas Mockus, y al que sumó la administración Petro.

En fin, ni la sección denominada “El Centro hoy” ni las conclusiones colaboran en una interpretación integral y compleja de las múltiples y diversas dinámicas socioespaciales del centro.

Se llama síntesis del diagnóstico a una sección dedicada a la explicación de la metodología de marco lógico y árbol de problemas, la cual justifica la formulación de manera sobrepuesta y artificiosa. Su descripción es ordenada y fluida y, sin embargo, pareciera generar contratiempos en su aplicación práctica.

Entre otras, el territorio del centro histórico se convierte en una maraña de problemas y objetivos. La falta de filtros finos compromete el Pemp en una extensa y forzada lista de propósitos imposibles de cumplir.

El estudio histórico es el único, acaso, que se utiliza en la formulación del nuevo plan y exclusivamente en la definición del límite del centro histórico, o área afectada. Esta decisión, que era interesante y estaba sustentada en la historia urbana, pierde sentido cuando parece prosperar el Plan parcial del Voto Nacional-La Estanzuela.

Según se entiende en los documentos del proceso de licitación, se arrasa con las trazas y la urbanización propia del lugar. El dudoso proyecto Bronx Distrito Creativo, acomodado a la economía naranja y no provenido de las economías populares arraigadas en la zona, se suma al incierto panorama de este entorno. La delimitación del área de influencia, al contrario, ofrece dudas y la formulación no parece justificar su extensión. Ambos límites: área afectada y área de influencia, seguramente se moverán en el marco del POT. Cuando el próposito era obtener delegaciones del Gobierno Nacional, el Pemp extiende las competencias del Ministerio de Cultura en el territorio céntrico de Bogotá.

Las fichas de espacio público resultan agraciadas y servibles, pero la iluminación de estos espacios no puede leerse ni siquiera como idea proyectual.

Las fichas de intervención integral muestran una propuesta desangelada y con muy pobres esquemas de financiación. Las fichas de proyecto nada dicen de su forma urbana e impacto en el territorio. La ficha de centros de barrio, en la cual estos aparecen más como planes parciales que como imanes de la revitalización, anuncia su fracaso.

La falta de una idea formal, el aislamiento, la privación de conectores de diverso tipo y de criterios de complementariedad funcional entre ellos, hace pensar que este proyecto, derivado del Plan de ordenamiento zonal del centro, se quedó, otra vez, en el tintero. Sobraba el Pemp, pues, para los proyectos que aquí se decidieron.

Aunque es probable la existencia de uno que otro cambio en las normas de las Unidades de Planeación Zonal (UPZ), provenientes del citado Plan Zonal del 2007, no se necesitaba adelantar un Pemp para acoger lo que hoy está vigente.

Si tales reglas asumen la manzana como la sumatoria de predios individuales, ¿quién soluciona, entonces, el centro de manzana y la destrucción morfológica que se deriva de su abandono? Es claro, además, que el Plan de Ordenamiento Zonal del Centro acogió el decreto 678 de 1994 para el caso de la UPZ Candelaria y el decreto 606 del 2001 para las vecindades de esta UPZ. El Pemp, pareciera, hace propias estas reglas de tiempo atrás.

Si se siguen permitiendo ampliaciones que siembran construcciones atípicas en el patio de las casas tradicionales, contradiciendo su crecimiento tipológico a través de crujías, o alturas mayores retrasadas de la fachada, ¿cuál es el sentido de incluir tipologías arquitectónicas en la ficha normativa?

Todo esto y más era la tarea a resolver en las normas anteriores y en lo cual progresó el plan de 2015. Los englobes, ahora y de extraño modo, son competencia de la Secretaría de Planeación. No sobra, luego, usar lupa en las normas urbanísticas y de usos del suelo.
 

Las conclusiones

Estamos ante tres Pemp distintos y que poco se relacionan entre sí: el del diagnóstico, el de la metodología de árbol de problemas y el de las atractivas pero inconvenientes fichas normativas.

En contravía de los nuevos tiempos, el incipiente proyecto urbano que se construía para el centro histórico, pleno de vida, gente y con un eje en la renaturalización del área, se cambia por normas que ya cumplen un cuarto de siglo y que, con enmiendas inciertas, se prolongarán 12 años más, a través del POT.

Hoy las reglamentaciones  prohibitivas como las que propusieron los ilustres decanos del patrimonio cultural en los años 60 del siglo pasado no tienen sentido, excepto para unos cuantos monumentos aislados. La curiosa estrategia política de reemplazar los adelantos del plan del 2015 por una mixtura de nociones y propuestas ya probadas como obsoletas o inaplicables en la esfera internacional, no termina bien en este Pemp.

Es urgente que los candidatos a la Alcaldía de Bogotá lideren la exigencia de un plan para la acción y soliciten se detenga la aprobación del Pemp, mientras éste logra el acomodo de las piezas sueltas de un rompecabezas no resuelto todavía.

Conviene, en todo caso, que los candidatos entiendan el patrimonio cultural como tema en ascenso que hace parte de rutas alternativas y sostenibles del desarrollo de la sociedad y el ordenamiento territorial de la ciudad.

Arquitecta experta en patrimonio y centros históricos. Fue Directora del Instituto de Patrimonio Cultural de Bogotá entre 2012 y 2015. Dirigió la primera Maestría en restauración de monumentos del país, en la Universidad Javeriana (1998-2003). Coordinó el Plan Nacional de Centros Históricos,...