Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Diferentes posiciones críticas sobre el carnaval de Barranquilla han ido cuestionando la ausencia de su desarrollo en escenarios populares. El caso en La Arenosa evidencia las tensiones en la vida festiva popular urbana del Caribe colombiano.
Podría decir que es algo inquietante lo que en las últimas dos décadas ha estado pasando en las fiestas populares del Caribe colombiano, donde se pueden pensar en procesos complejos: desconocimiento ciudadano frente a las festividades tradicionales como lo denomina la gestora y artista Ana Victoria Rodríguez para el caso de la ciudad de Cartagena; mediático y osificación comercial de los carnavales de Barranquilla; perdida de espacios festivos por el crecimiento urbanístico en Santa Marta; satanización, prohibición y sanción policiva de los bailes populares en las tres ciudades costeras.
Con el reconocimiento del carnaval de Barranquilla nacional e internacional como Patrimonio Cultural de la Nación por parte del Congreso en el año 2001 y de Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por parte de la Unesco en el 2003, ha generado una gran acogida e interés comercial y turístico sobre los bienes y servicios del carnaval.
Se estima que para el carnaval de Barranquilla se realizan unas 840 muestras artísticas y patrimoniales y el desarrollo de unos 1590 eventos, año 2018, permitiendo una confluencia masiva que por ejemplo solo para la Batalla de Flores asistieron unas 800.000 mil personas; repercutiendo en una confluencia de turistas nacionales e internacionales donde la ocupación hotelera de la ciudad alcanzando un tope del 95% dentro de los cuatro días de carnaval (Boletín Barranquilla en Cifras, Alcaldía de Barranquilla, 2018).
Estas cifras contrastan con una realidad latente dentro del imaginario barrial de la ciudad donde se estima que el carnaval “vitrina y patrimonial” se está aglutinando en los grandes eventos, conciertos y poco ó cada vez menos se vive y se goza en los entramados barriales y populares.
El presidente de Asobailes, Carlos Miranda, denuncio la falta de garantías para el desarrollo de los bailes populares en las fiestas de Carnavales en Barranquilla, ya que el distrito les niega los permisos para el desarrollo de los mismos (Caracol Radio). A manera de una carta abierta para el alcalde de Barranquilla Alejandro Char, desde el barrio San Luis del sur de la ciudad le solicitan que se suspenda temporalmente, en carnavales, la normatividad del nuevo código de policía en relación a la restricción de los bailes dentro de los barrios (Soy Barranquillero).
Con cifras en mano el presidente de la Fundación Cultural y Melómana Distrital de Barranquilla (WorldPicó), Laín Domínguez, contextualiza la baja participación de los bailes populares dentro del Carnaval. De 70 solicitudes para realización de fiestas de verbena, fiestas tradicionales de Barranquilla desarrolladas en escenarios vecinales y de calle, la alcaldía solamente concedió diez permisos (2019). Según Laín Domínguez esto incentiva la informalidad de este tipo de eventos ya que muchos se atreven a desarrollar los bailes de manera clandestina (generando tensiones con la fuerza pública en dado caso de ser descubiertos) o, en el mejor de los casos muchos eventos populares se “camuflan” en escenarios cerrados como billares o estaderos (entrevista con Laín Domínguez).
Laín Domínguez apela al principio de igualdad, ya que los grandes eventos y conciertos desarrollados en el carnaval son prioridad para el Distrito y por parte del ente organizador Carnaval de Barranquilla S.A. dejando en gran desventaja los pequeños bailes populares los cuales a través del tiempo han ido desapareciendo en el escenario festivo. Verbenas tradicionales como La Pulla Loca del barrio Los Pinos, A pleno Sol del barrio la Unión, Derroche Juvenil del barrio Simón Bolívar, Almirantes de San José, barrio San José, La Gustadera del barrio Las Nieves, Lluvia de Locas y Carnavaleando en Las Palmas del barrio Las Palmas, Bocatos del barrio El Recreo, Los Comerciantes del barrio La Alboraya, entre otros, los cuales quedan en el olvido y cada vez más en los barrios populares, del sur principalmente, están quedando sin actividades culturales y festivas propias en tiempos de carnaval (entrevista con Laín Domínguez).
En la ciudad de Santa Marta y Cartagena se presentan unas situaciones particulares en relación a la actividad festiva.
Santa Marta al igual que Barranquilla cuenta con la época de carnavales que representan la reactivación de la vida festiva popular en la ciudad, al igual que las Fiestas del Mar de finales del mes de julio (en conmemoración de la fundación de la ciudad). Este carnaval, con mucho menos renombre que el de Barranquilla, la principal causa de merma en los bailes populares, llamadas casetas (K-z) barriales, se presenta por el crecimiento urbanístico de la urbe.
De la Asociación de Picoteros de Santa Marta, la cual congrega los dueños de picó, equipo de sonido modificado artesanalmente técnica y pictóricamente para eventos populares, su presidente Jorge Acosta afirma que el crecimiento de la ciudad ha topado los espacios de uso festivo para el desarrollo de las K-z(s). Haciendo un comparativo, lo que llama la época de oro de los picó en los años 80s, se llegaban a desarrollar hasta 25 bailes populares, hoy en día solo se desarrollaran cuatro en tiempos de carnaval (2019) (entrevista a Jorge Acosta).
Cartagena maneja un calendario festivo independiente, sin carnavales, sus principales festividades populares son la Fiesta de la Independencia (11 de noviembre) y Fiestas de Nuestra Señora de La Candelaria (finales de enero y principios de febrero). Los bailes populares se les denomina K.-z, al igual que Santa Marta.
Según la artista y gestora cultural Ana Victoria Rodríguez, Cartagena desde el 2005 ha manifestado cambios muy importantes en su vida festiva y popular, lo que denomina como una “turbulencia cultural”, ya que en poco tiempo se han cambiado paradigmas sobre las fiestas populares. Por ejemplo, el hecho de cambiar el nombre a las fiestas de noviembre como Fiestas de la Independencia. Este proceso de apropiación ciudadana de las fiestas populares ha traído consigo un desconocimiento de las dinámicas festivas, de sus significados históricos, ya que la “turbulencia” genera confusión y poco tiempo para incorporar esos significados, sobre todo entre los jóvenes (entrevista con Ana Victoria).
En medio de esta “turbulencia cultural” que se ha presentado en la ciudad de Cartagena en paralelo se ha desarrollando una lucha de significados sobre la vida festiva popular, que es lo que conecta directamente con las otras dos ciudades costeras.
Desde una movilización ciudadana y con diferentes apoyos sociales, se ha ido trabajando, ya hace casi dos décadas, para elevar como patrimonio inmaterial la música champeta en La Amurallada, proceso liderado por la Organización Roztro donde ya se encuentra en la etapa de formulación del Plan Especial de Salvaguarda ante el Ministerio de Cultura y el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena de Indias (entrevista a Rafael Escallón, director Organización Roztro).
Por otra parte, en Barranquilla comenzó el proceso de patrimonialización de los picó, solicitado desde la Fundación WorldPicó en el año 2015 ante la Secretaria de Cultura del Distrito; en Santa Marta está más adelantado este mismo proceso, ya que desde la Alcaldía se promulgó hacer un inventario de los bienes patrimoniales de la ciudad en el año 2012 (Plan de Desarrollo 2012 -2015, Santa Marta), adelantando los estudios con apoyo de la Universidad del Magdalena y ya, para el 2015 se inscribió el picó dentro del listado preliminar del inventario de activos patrimoniales de la ciudad, faltando solamente la validación del Ministerio de Cultura para ser ratificado en el presente año (2019) (entrevista con Jorge Acosta y Natalia Ospino, funcionaria de la Secretaria de Cultura de Santa Marta).
En medio de las diferentes situaciones que tienden a desequilibrar los bailes populares del Caribe urbano, donde hoy en día el nuevo código de policía ha mermado sustancialmente los bailes populares en las tres ciudades costeras (Artículo 33), donde la tendencia es estigmatizar y cuestionar públicamente estos eventos barriales (espacios de riñas, drogadictos, expendio de drogas, etc.), donde se sancionan y prohíben por parte de la gobiernos locales, estos procesos de patrimonialización crean un discurso de reivindicación, de búsqueda de nuevos significados que posibiliten alternativas de seguir existiendo dentro de los calendarios festivos.
Los carnales de Barraquilla deben evaluar su historia popular y reencontrase con ese sur guapachoso, si un reconocimiento patrimonial hizo perder de vista sus raíces barriales, otro reconocimiento patrimonial encauzará el carnaval hacía el barrio ya que los carnavales en esencia son del pueblo y para el pueblo.