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Un contraste que llama la atención no solo por el aumento de la participación, sino por el mensaje de los resultados: por un lado, los cartageneros se sienten más parte del país que de su ciudad; y por el otro, esperan de la presidencia lo que no les ofrece la alcaldía.

Cartagena ha vivido tres elecciones en los últimos dos meses: alcaldía atípica, primera y segunda vuelta presidencial. Tres rituales democráticos que en la ciudad caribeña se han ejercido uno por delirio y dos por convicción. A pesar de tocar techo con una abstención del 78 por ciento en las elecciones del 6 de mayo, no hubo sorpresas. ¿Para qué votar en donde desde hace seis años ha reinado la anarquía, donde hay concentración de ingresos desde hace cinco siglos y donde los candidatos salen del mismo hueco donde nacen los problemas?  

Sin embargo, mientras que el ahora alcalde suspendido, Quinto Guerra, ganó su puesto en la Plaza de la Aduana con apenas 72 mil votos (el 10 por ciento de la población habilitada para votar), Gustavo Petro sacó en ambas vueltas el doble de eso y más. Un contraste que llama la atención no solo por el aumento de la participación, sino por el mensaje de los resultados: por un lado, los cartageneros se sienten más parte del país que de su ciudad; y por el otro, esperan de la presidencia lo que no les ofrece la alcaldía. 

Este grito de auxilio llega en un momento en el que los hospitales cada vez curan menos, las escuelas no tienen recursos para enseñar, los asesinos andan sueltos, la vida marina está ardiendo y la plata del turismo, el puerto y la industria petroquímica quedan en manos invisibles a las que nadie parece poder reclamar.

Es además un resultado que da indicios de un cambio de visión. Hace ocho años, Santos, entonces candidato del Uribismo, superó con amplia mayoría a Mockus, candidato del Partido Verde. Cartagena no solo no hizo parte de la Ola Verde, sino que en ese entonces eligió con 31 por ciento de votantes. 

¿Qué tiene Petro que despertó una parte dormida de la ciudad? Aparte de populista (un rasgo que comparte con Campo Elías, Manolo y Quinto), el ex candidato tiene un historial prometedor. Después de sus inicios bélicos en el M-19, cumplió su proceso con la justicia y desde entonces se ha desempeñado con aparente transparencia.

Durante más de quince años hizo oposición desde el Congreso denunciando de manera implacable la corrupción y muy especialmente al gobierno de Uribe. Desde ahí destapó, entre otras, la parapolítica.

En 2012, cuando asumió la alcaldía de la capital promoviendo el proyecto Bogotá Humana, ya era la pesadilla del establecimiento. A pesar de tener grandes desaciertos y contradictores, su administración fue bien acogida con satisfacción por sectores populares de la ciudad, quienes se sintieron correspondidos por políticas como la del mínimo vital gratuito de agua para todos.

Mientras los tres últimos alcaldes electos desde 2012 (Campo Elías Terán, Manuel Duque y Quinto Guerra) han sido apoyados por la maquinaria local encabezada por la familia García Zuccardi, Petro llegó a hacer campaña con fuerzas independientes. En las locales, la mayoría de cartageneros no elige sino que sigue ordenes.

En su forma más básica, las instrucciones vienen con el precio que le ponen a su voto. En otra, igual de retorcida pero más sofisticada, la línea es impuesta de manera directa o indirecta por la bolsa de favores de los clanes locales. Por ejemplo, si trabajas en el sector turismo, probablemente los Araújo decidan por ti.

Si tus intereses están en la política, el puerto o casi cualquier empresa de la ciudad y la región, son los García quienes deciden. En estas nacionales en cambio hubo vientos de libertad, los pullaojos fracasaron en su trabajo, los votos fueron a conciencia y la ciudad, acostumbrada al silencio, vociferaba con orgullo su apoyo al candidato de la Colombia Humana.   

¿Qué hace falta para que se terminen de romper las cadenas que nos unen a los amos del poder? Según las elecciones del domingo, lo primero es tener candidatos independientes que no carguen con la sombra de la corrupción.

Políticos progresistas e incluyentes, con propuestas que hablen más de cómo hacer funcionar lo que ya existe en vez de venir con embelecos de grandes obras inejecutables. Nuestro o nuestra candidata deberá poder salir en la foto con todos sus aliados y eso le sumará puntos, en vez de generar zozobra.

Porque ¿saben? para despertar necesitamos motivos y ya vimos que es posible. En las elecciones del 17 de junio ganamos nuevos votantes y ahora necesitamos que de nuestras tierras salgan lideres nuevos, dispuestos a evadir la quejumbrosa demagogia tradicional y, sobre todo, que nos permita soltar la mano de los García. 

Internacianalista de carrera y periodista en oficio. Aspirante a Maestra en Escritura de No Ficción en la Universidad de Columbia.