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Para las estructuras clientelares, especialmente las que resultaron ganadoras en las elecciones locales y regionales del año anterior, el covid-19 se presenta como una ventana de oportunidad para mantenerse activas desde el inicio de los mandatos locales.

La crisis económica producida por el covid-19 se prolongará por tiempo indefinido, lo que se traducirá en el aumento de la pobreza multidimensional y la sustancial disminución de la clase media, produciendo un aumento considerable en la demanda ciudadana de bienes y servicios púbicos.

 

Si tenemos en cuenta que en términos generales el clientelismo puede definirse como: “Una forma de intercambio que ocurre entre varios actores. Principalmente entre el patrón, quien puede ser el candidato o líder de un partido político que esta en busca de votos. Es quien ofrece el recurso o servicios o lo que sea necesario para obtener los votos. Y el cliente o el ciudadano que tiene necesidades y demandas insatisfechas y está abierto a recibir propuestas para suplir o satisfacer sus necesidades1” 

La creciente demanda de bienes y servicios estatales descrita en el primer párrafo encontrará en los patrones y sus redes clientelares los puentes o canales que darán acceso a los mismos, especialmente en los territorios periféricos.

Para las estructuras clientelares, especialmente las que resultaron ganadoras en las elecciones locales y regionales del año anterior, el covid-19 se presenta como una ventana de oportunidad para mantenerse activas desde el inicio de los mandatos locales ya que la entrega de mercados básicos a los sectores sociales con mayores necesidades puede privilegiar a las clientelas, contratistas y a los intermediarios electorales que son parte de la red.

No es casual que en muchos municipios los mercados básicos (política pública social) que están entregando las administraciones locales y departamentales a los sectores sociales con más necesidades básicas insatisfechas, se estén presentando como una especie de “caridad” o “ayuda” que deben agradecerse a los alcaldes y gobernadores. Es decir, la personalización de la obligación estatal busca la gratificación política de aquellos que resultan beneficiados de las mismas, no es gratuito que algunos mercados vayan acompañados de imágenes del alcalde y no del logo o escudo de la respectiva alcaldía.

Por otro lado, el patronazgo (repartición de la burocracia estatal con criterios partidistas o electorales) también encuentra un terreno fértil en la medida que el aumento del desempleo en las clases bajas y medias hará que los cargos públicos y las órdenes de prestación de servicios sean mucho más competidas de lo que ya son, lo que pone a los patrones políticos en una situación privilegiada porque les permite llegar a las próximas elecciones con estructuras clientelares más robustas en detrimento de las candidaturas independientes con agendas sociales.


1Tuiran, Á y Villalba, L (2018). Elecciones y clientelismo político: una aproximación a la caracterización de los intermediarios electorales en el Distrito de Barranquilla. En: Trejos, L y Guzmán, C (directores). Barranquilla: política, economía y sociedad. Barranquilla: Editorial Universidad del Norte.   

Es profesor en la Universidad del Norte. Se doctoró en estudios americanos con mención en estudios internacionales en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile. Sus áreas de interés son negociaciones de paz, conflicto armado y seguridad ciudadana.