Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Si para alcanzar la paz fuimos capaces de votar por Santos, que representaba lo peor del establecimiento, ¿será tan difícil hacerlo por Petro, aunque tengamos grandes diferencias, para profundizar en los acuerdos y evitar que hagan trizas lo avanzado?
No creo que sea cierto que el país esté más polarizado que nunca. En cada momento la vida política nacional ha expresado sus propias polarizaciones, muchas de las cuales han sido inclusive armadas. Hoy en día el país expresa una diversidad, aún entre gente cercana, en relación con el momento político, la cual se evidencia en distintos comentarios, puntos de vista y votaciones. No es cierto que toda la gente vote ciegamente, como tampoco lo es que toda la gente vote conscientemente en favor de un programa.
Es claro que no todos los que votaron por Duque lo hicieron por su programa, ni por que coincidieran con él en todos los aspectos, muchos lo hicieron por miedo al invento del “castrochavismo”; no todos los que votaron Petro lo hicieron por la Colombia Humana, muchos lo hicieron por cansancio de la clase política tradicional o por miedo a las consecuencias sobre el país de otro gobierno del uribismo; no todos los que votaron por Fajardo lo hicieron en contra de la corrupción y a favor de la educación, muchos lo hicieron por miedo a los extremos. Votamos por afinidades, pero también votamos por miedo.
Ahora bien, el miedo como sustento del voto por o en contra de alguien no es un problema en sí mismo, el asunto crítico podría ser si ese miedo es simplemente un miedo infundado o es un miedo justificado. Así mismo, juega mucho la valoración que hacemos de lo que hay detrás de cada uno de los miedos para determinar a cuál de ellos le asignamos un mayor valor.
Es evidente entonces que se ha ido construyendo un nuevo discurso sobre la polarización y los extremos que progresivamente va a haciendo carrera y que intenta posicionar al centro como una postura aséptica, “pa que nos libre de todo mal”, la cual también se va sustentando cada vez más en el miedo. De hecho, ésta fue una de las banderas que permitió que la propuesta de la Coalición Colombia, liderada por Fajardo, creciera finalmente en las encuestas y pudiera acercarse a milímetros en votación a la alcanzada por Petro. A lo mejor, el discurso de la educación y la lucha anticorrupción, si bien es cierto fue muy bien recibido en principio, luego fue decayendo en atención, lo cual obligó a recurrir a la reiteración de la calificación de los otros candidatos como extremos y a enfatizar en el miedo a ellos, para lo cual ofrecían un punto no polar que se resumía en la “verdadera” posición de centro.
Sin embargo, uno podría pensar que existen varias posturas de centro. De un lado los centros flexibles, que dependiendo de la coyuntura y el análisis que hagan de ella, terminan haciendo negociaciones, éticas o no (y tanto las éticas o no éticas pueden ser de izquierdas o de derechas), individuales (me refiero a esa negociación intima con las posturas propias para decidir el voto) o colectivas (las de los partidos o movimientos), para poder situarse en una u otra posición. Dentro de estos flexibles es posible que por el miedo al “castrochavismo” algunas posiciones de centro puedan migrar hacia Iván Duque, mientras otras lo puedan hacer hacia la propuesta de Petro, por el miedo a que el trasfondo de un uribista pudiera ahondar en retrocesos en materia de derechos y en concentración de poderes.
En todo caso, subsiste una postura de centro que se mantiene con la ilusión de estar en el “verdadero” centro, con la voluntad de no ceder hacia ninguno de los bandos, esperando en algún momento de la historia convertirse en mayoritaria y en una opción de poder. Es la posición que podría llamarse el centro radical o el centro extremo.
De hecho, se encuentra en la historia que los centros flexibles e inclusive algunas posturas de izquierda, en algunos momentos han hecho negociaciones tanto individuales como colectivas, en las segundas vueltas electorales, para votar por una postura distinta a la suya. Podría decirse que esa izquierda y esos centros flexibles eran los que se inclinaban por apoyar a Fajardo en una segunda vuelta y convertirlo en virtual ganador.
Sin embargo, y a pesar de que sus integrantes puedan posar como una postura menos radical, el centro extremo se plantea inamovible, inconciliable, no concibe la posibilidad de una alianza que lo lleve a conseguir un bien mayor, el cual solo está en lo que ellos representan. A pesar de proponer la bandera de una unidad nacional, la misma tan solo se concibe en torno a su idea de centro y a los líderes que la visibilizan, pero bajo ninguna circunstancia en una negociación o acuerdo que permita, así sea de manera coyuntural, hacerlo alrededor de otros.
El reto de este extremo centro y sus posibilidades de futuro habría que analizarlo en este momento coyuntural, donde por un lado tenemos un conjunto de fuerzas alineadas en torno a una propuesta que representa, como lo decía hace un momento, un retroceso en materia de derechos y un avance en concentración de poderes, a la cual han llegado adicionalmente los máximos exponentes del clientelismo, la corrupción y las peores prácticas de la cultura política de nuestro país, y que por demás aparece en el espectro como ganadora mayoritaria en la primera vuelta y con expectativas de crecimiento para la segunda por las adhesiones.
Del otro lado, tenemos una propuesta política que tiene un lastre de críticas relacionadas con la anterior administración de Petro y muchas más relacionadas con las potenciales consecuencias que podría tener un gobierno de izquierda en nuestro país, y otras, más asociadas con la personalidad del candidato y con la beligerancia de algunos grupos de sus seguidores, que con las apuestas consignadas en su programa de gobierno.
Estoy consciente de que para muchas personas podría no ser fácil la adhesión a uno u otro bando, pero con seguridad uno ganará y hoy por hoy uno de ellos es el que está más opcionado. Las cartas están echadas y si no se logra convocar al gran público abstencionista, el futuro inmediato de lo que pase en nuestro país está en manos de las decisiones que se puedan tomar en este centro. De hecho, la posición que tomen en la coyuntura va a determinar su potencial expansión hacia el futuro, pues, entrados en cuentas, no creo que una postura como ésta pueda crecer en el marco de gobiernos autoritarios, negadores de derechos y represores de cualquier forma de oposición. Es más, así subsista, sería improbable que llegara a consolidarse en próximas elecciones como un centro de unidad nacional, cuando gran parte de la sociedad que hoy lo apoya sienta que fue dejada, junto con su país, a expensas de un gobierno de una clase política contra la cual precisamente estructuran todos sus argumentos.
Me preguntaba entonces, si para conseguir la paz fuimos capaces de hacer el sacrificio de votar por Santos, que representaba las peores cosas del establecimiento, ¿será tan difícil hacerlo esta vez por Petro, aunque tengamos también con él grandes diferencias, para profundizar en los acuerdos y evitar que hagan trizas lo avanzado?