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Mientras en el sur de Córdoba azotan las disidencias y bacrim, en tierra cesarense la guerrilla sigue en guerra. Análisis de Reynell Badillo.

En el Caribe colombiano hay tres subregiones en las que la guerra no ha cesado: el sur de Córdoba, el sur de Bolívar y el sur del Cesar.

En el sur de Córdoba, como ya ha sido mencionado en este portal, la disputa territorial entre el Clan del Golfo, los Caparrapos y disidencias de las Farc ha producido una crisis humanitaria que parece escalarse continuamente.

En el sur de Bolívar, la presencia de rentas ilegales –principalmente cultivos ilícitos y minería ilegal- ha atraído a organizaciones como el Clan del Golfo y el ELN que se disputan el control territorial, como lo mencionó el profesor Luis Trejos.

El sur del Cesar, por su parte, sigue siendo estratégico para organizaciones armadas como el ELN, que hace presencia allí desde la década de los setenta y, como lo han demostrado en varias ocasiones, siguen teniendo la capacidad de afectar la estructura vial y a la población civil.

Para comprender las razones por las cuales el ELN sigue actuando en esta subregión puede ser útil mirar la historia de violencia de un departamento que, a pesar de tener escasos 51 años de existencia como entidad administrativa, no ha vivido un solo día sin conflicto.

Antes de la creación misma del departamento del Cesar, ya autores como LeGrand (1988) evidencian conflictos por tierras entre colonos-campesinos y hacendados. En ese contexto, se establece una élite económica local que estigmatizó las luchas agrarias a fin extender sus posesiones territoriales y beneficiarse del cultivo extensivo de algodón, en ese momento muy apetecido a nivel internacional. Esa confrontación resulta importante porque luego sería utilizada por los grupos guerrilleros como excusa para justificar su incursión en el departamento (Barrera, 2014).

El departamento del Cesar fue esencial para la expansión del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Este se conforma en Simacota (Santander), a pocos kilómetros de municipios como San Alberto (Cesar), y posteriormente se asienta en el Catatumbo, desde donde se expande hacia el sur del departamento y conforma en la década de los setenta el frente Camilo Torres Restrepo (todavía presente en el territorio). Desde el sur del Cesar, el ELN, atraído por la explotación de minas de carbón, logró expandirse hacia los municipios del centro y norte del departamento y conformó los frentes 6 de Diciembre, José Manuel Martínez Quiroz y estructuras armadas de menor capacidad como el frente Héroes y Mártires de Santa Rosa en Aguachica y Pailitas.

En 1980 la otrora guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hizo presencia en el Cesar y estableció el frente 41 (Cacique Upar) y estructuras más pequeñas y menos influyentes como la compañía Marlon Ortiz y la columna móvil Marcos Suárez Castellanos. No obstante, las FARC tendieron a establecerse en el centro y norte del departamento dado que en el sur el ELN siguió siendo el actor preponderante.

Uno de los mayores efectos de la presencia guerrillera en el departamento puede ser evidenciado en las cifras de secuestros: entre 1992 y 1997 este departamento fue el que mayor número de delitos de este tipo reportó, y entre 1970 y 2010 es el tercer departamento con más secuestros de Colombia (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013).

La amplia presencia de organizaciones subversivas y el sometimiento de los terratenientes a continuas extorsiones y secuestros sirvieron de pretexto para que estos conformaran grupos de vigilancia privada que, posteriormente, serían caldo de cultivo para la estructuración de grupos paramilitares.

Así aparecieron las Autodefensas del sur del Cesar (organización comandada por los hermanos Prada), las autodefensas de Chepe Barrera, las Autodefensas de Santander y sur del Cesar y, finalmente, estructuras adscritas al Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) como los frentes Héctor Julio Peinado y Resistencia Motilona.

La desmovilización de los grupos paramilitares a mediados de la década del 2000, si bien disminuyó considerablemente delitos como las masacres y los homicidios en el departamento, no significó la pacificación de subregiones como el sur del Cesar, en donde el ELN sigue ejerciendo presencia activa. En ese sentido, el conflicto que puede evidenciarse hoy es, más bien, una transformación de las luchas armadas que el Cesar ha presenciado desde su conformación.

El departamento presenta entonces una gran paradoja: mientras en el norte, en la vereda San José de Oriente, hay un Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) que demuestra los frutos del Acuerdo de Paz con las FARC, en el sur el ELN no da tregua y mantiene a varios de esos municipios sometidos a la dura realidad de la guerra.

Referencias

Barrera, V. (2014). “Las vicisitudes de la integración: Trayectorias de desarrollo y conflicto armado en el Cesar”. En F. González G., D. Quiroga, T. Ospina-Posse, A. Aponte G., V. Barrera y E. Porras M., Territorio y Conflicto en la Costa Caribe (pp. 227-330). Bogotá: Fernán E. González G.

Centro Nacional de Memoria Histórica (2013). Una verdad secuestrada: cuarenta años de estadísticas de secuestro 1970-2010. Bogotá: Imprenta Nacional.

LeGrand, C. (1988). Colonización y protesta campesina en Colombia. Bogotá: Centro Editorial, Universidad Nacional de Colombia.

Es investigador adscrito al centro de pensamiento UNCaribe de la Universidad del Norte. Estudió relaciones internacionales en la Universidad el Norte.