“La valentía es la primera de todas las virtudes políticas”, Hannah Arendt

Hace unos días tuve el honor y el placer de participar en la conmemoración de la Masacre de Los Guáimaros y El Tapón, en el municipio de San Juan Nepomuceno, en los Montes de María, una de las regiones más afectadas por el conflicto armado y las violencias sociopolíticas que tanto ha sufrido Colombia.

Las conmemoraciones, como todo acto de memoria histórica, cumplen varios propósitos de gran importancia. Sirven para recordar momentos significativos de nuestro pasado compartido y son parte sustancial de la construcción de nuestra memoria colectiva. También sirven para reconocer la dignidad y recordar con respeto a las víctimas, quienes muchas veces han sido – intencional o inconscientemente – estigmatizadas injustamente; cuántas veces no hemos escuchado la insensible e insensata expresión del “algo estarían haciendo o algo habrán hecho, para que les pasara lo que les pasó”.

Pero las conmemoraciones, como todo acto de memoria histórica, también cumplen con el propósito del aprendizaje social: ¿qué lecciones nos dejan como legado las tragedias del pasado, los sufrimientos y los actos de nuestros seres queridos y conciudadanos ausentes?

Para mí, el legado histórico de la Masacre de Los Guáimaros y El Tapón es una gran lección de valentía. Fueron unos valientes campesinos quienes salieron una mañana a trabajar y buscar el sustento para sus familias, en un campo invadido por el terror de diferentes actores armados. Fueron unos valientes los familiares, amigos y conciudadanos que se unieron para ir a buscarlos cuando ellos no regresaron, arriesgando y, finalmente, como los primeros, perdiendo sus vidas. Fueron inimaginablemente valientes las mujeres que lograron sacar adelante a sus familias pese a la terrible tragedia de la pérdida de los horcones de sus hogares; mujeres a quienes se les expresó un merecido y especial homenaje en la conmemoración de este año. Y han sido muy valientes los familiares, amigos y acompañantes de las víctimas de esta masacre, hasta hace muy poco una masacre invisible, que se han atrevido a sacarla a la luz pese al profundo temor que genera un caso aún no resuelto por la justicia en un territorio donde aún persiste el dominio de los violentos y sus aliados.

La valentía es la primera de todas las virtudes políticas”, dijo sabiamente la gran filósofa, y estudiosa de la violencia y de la banalidad de la maldad, Hannah Arendt. Por eso es tan importante la lección histórica de la memoria de Los Guáimaros y El Tapón: porque es una historia que inspira, que debería inspirarnos, como ciudadanos, a emular esa valentía e informarnos, pensar críticamente, expresarnos libremente y actuar a conciencia, para recuperar el gobierno de nuestros territorios urbanos y rurales.

Politólogo, magíster en filosofía y doctor en economía. Ha sido asesor del gobierno nacional y de gobiernos departamentales y municipales en Colombia, así como de diversas organizaciones sociales, no gubernamentales e internacionales, en temas de planeación estratégica, diseño institucional y...