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La “Marcha de las Puncheras” (como le dicen en lengua palenquera a la ponchera), convocó el pasado martes 26 de marzo a decenas de vendedores informales, artistas callejeros, gente que los apoya y, como no, políticos en campaña.

Abre la boca ancha
y su pregón llena la calle
los niños miran los pies descalzos
sobre la tierra
buscando las raíces de este árbol
en cuya copa maduran todos los frutos

– Palenquera, Rómulo Bustos Aguirre.

A las palenqueras no las quieren en el centro histórico de Cartagena. A las mujeres nacidas en San Basilio de Palenque, vendedoras de frutas, cocadas y alegrías con coco y anís las persigue la Policía, las corretea Espacio Público, se les llevan las palanganas, las mesas o sillas que a veces usan para descansar de largas caminatas con la ponchera en la cabeza.

No importa que Palenque sea Patrimonio de la Humanidad, ni que esas mujeres sean portadoras de saberes ancestrales, de recetas tradicionales, descendientes de un pueblo que guerreó su libertad. No son un patrimonio de veneradas piedras viejas, o estáticos bloques de mármol, que es el único patrimonio que vale cuando se trata del Centro Histórico de Cartagena, aunque sus ancestros lo hayan ayudado a construir. 

Que es el Código de Policía, que es la protección del Espacio Público, que la ley es para todos, que el Centro Histórico debe ser sostenible… Es una historia en círculos en la que siempre habrá una justificación para imponer un modelo de desarrollo que profundiza desigualdades y exclusiones, en el que las personas sólo caben si tienen con qué pagar o si hacen parte del decorado de ese parque temático sin alma en que lo están convirtiendo.

Porque esas mismas palenqueras son imagen de la ciudad, pero para ello deben disfrazarse de colorines (no, amigo turista, ese no es su vestido tradicional) y lucir exóticas, pintorescas, acordes con “uno de los diez pueblos más coloridos”, o cualquier otro de esos espejismos que inflan los egos de poco mundo. Disfrazadas y uniformadas, aunque sólo lleven en sus poncheras cogollos de piña, manzanas y pimentones para la foto, o ni siquiera sean de Palenque.

En ese Centro Histórico que aún no tiene Plan Especial de Manejo y Protección como corresponde a un Bien de Interés Cultural patrimonial, la ley que impera es la del mercado, y rige la tiranía del espacio público, que parece definirse como ese espacio urbano que no puede ser usado por la gente, a menos que esté dispuesta a pagar por poner mesas y sillas, o dispuesta a pagar por sentarse en esas mesas y sillas. 

Por eso tampoco caben los artistas urbanos, los artesanos, los pintores, los bailarines folclóricos. No importa que muchos de ellos sean jóvenes que escapan cada día a la terrible realidad de las pandillas en las faldas de la Popa y prefieran ganarse algunos billetes con su arte. Son ruidosos y molestos esos tambores, a menos que acompañen a mulatas disfrazadas de esclavas haciendo corte de bienvenida en millonarias bodas.

No importa que todos esos trabajadores -informales pero al fin trabajadores- sirvan para inflar las estadísticas de “empleo” en la ciudad y en el país, aunque para llevar la comida a sus casas deban sortear cada día la realidad de no tener derechos.

La “Marcha de las Puncheras” (como le dicen en lengua palenquera a la ponchera), convocó el pasado martes 26 de marzo a decenas de vendedores informales, artistas callejeros, gente que los apoya y, como no, políticos en campaña. Se reunieron con el Alcalde y este se comprometió a iniciar la construcción de políticas públicas que beneficien al “pueblo raizal”, a establecer una mesa de trabajo permanente que genere bienestar y consenso entre todos los actores que hacen uso del espacio público, respetando las leyes y valorando la cultura, el arte y las tradiciones. 

Antes que cualquier ley están la dignidad y el respeto a las personas. Antes que los turistas están los ciudadanos. No hay Patrimonio si no está vivo, si no se conecta con las prácticas, dinámicas y manifestaciones que le dan identidad, sentido y significado.

No hay Centro Histórico que valga, para el turista o para el ciudadano, si se convierte en la ciudad de los disfrazados.

 

Foto de portada tomada de El Heraldo

Investigadora, periodista y gestora cultural. Abogada, con Maestría en Desarrollo y Cultura. Es docente universitaria, columnista ocasional (https://ginaruz.wordpress.com/) e investigadora y consultora de proyectos regionales y nacionales para la creación, desarrollo y fortalecimiento de iniciativas...