urna.jpg

A pesar del auspicioso triunfo de los sectores alternativos, siguen en grave riesgo las principales reformas que necesita el país (Tierra, Justicia y Política). Los sectores tradicionales siguen mandando.

Resulta sorprendente el significativo porcentaje de renovación del Senado en los pasados comicios. Aunque sigue siendo mayoritaria la presencia de los partidos tradicionales, se nota una importante disminución, con relación a las últimas elecciones.

El llamado oficialismo (Conservadores, Liberales, Cambio Radical y La U) representaban más o menos el 70% del total del Senado (2014), después del domingo, su poder dentro de la cámara alta se ve disminuido al 60% obteniendo alrededor de 59 senadores. En la cámara baja, la disminución también estuvo por el mismo orden, de 125 representantes a la cámara en (2014), solo eligieron 113 en (2018), 12 menos.

Los grupos alternativos de centro izquierda por primera vez tendrán una participación cercana al 20% dentro del Senado de la República, nada despreciable si tenemos en cuenta que hace 4 años sólo representaban cerca del 10%. Duplicaron su número de congresistas.

En las toldas de la derecha (Centro Democrático), a pesar que se mantuvieron en su número de senadores, hubo renovación de liderazgos. También aumentaron su presencia en la Cámara de Representantes.

A pesar de estos cambios, en una mezcla de nepotismo y transfuguismo político, las “casas” o clanes políticos, siguen siendo fuertes en algunas regiones. Según la Fundación Paz y Reconciliación, de 70 congresistas cuestionados por corrupción y vínculos con actores ilegales, llegaron al congreso 42 el (60%), de los cuales 23 el (55%) pertenecen a la Cámara de Representantes.

Las circunscripciones regionales parecen estar dominadas por las irregularidades electorales y el dominio de las prácticas tradicionales. Hay más posibilidades de cambio en el Senado que en el cerrado ámbito departamental, en donde mandan los caciques de siempre.

Por ese motivo, a pesar del auspicioso triunfo de los sectores alternativos, siguen en grave riesgo las principales reformas que necesita el país (Tierra, Justicia y Política). Los sectores tradicionales siguen mandando.

En un eventual gobierno de los candidatos de la centro derecha, continuarían haciendo coalición con el grupo de congresistas que representan estos sectores tradicionales clientelares. Ya se asoma esta alianza. Después de las consultas, los dos representantes de este espectro que se encuentran en contienda, se están peleando los favores de estos grupos tradicionales.

En la otra orilla, la centro izquierda trata de hacer coaliciones entre candidatos presidenciales con miras a pasar a primera vuelta. Impulsarían las reformas con un congreso adverso, pero tendrían una mayor posibilidad de prosperar.

Mientras no se garantice un nuevo modelo político-electoral, que cambie sustancialmente la forma en que se desarrollan las elecciones, las oportunidades de cambio y renovación tendrán un límite. 

El vergonzoso escándalo de los tarjetones, matizó el problema de fondo de nuestro frágil sistema electoral -tenemos unas elecciones de cartón-, sin las mínimas garantías para el libre ejercicio del voto.  

Si con unas normas obsoletas y un sistema poco transparente, se logró un significativo cambio ¿Cuánto se podría lograr con una verdadera reforma política, que modernice los partidos y sancione efectivamente los delitos electorales?

Es profesor universitario y promotor del desaroollo en temas de fortalecimiento democrático y ciudadanía. Estudió economía en la Universidad del Atlántico y una especialización en cooperación internacional.