Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
La política de restablecimiento social a punta de mercados, además de generar altos riesgos por corrupción es poco funcional. Los escándalos a nivel nacional y local son patéticos y por más que se den explicaciones, es muy difícil no generar suspicacias.
Resulta trágico, por decirlo menos, invitar a una familia de 4 integrantes (el promedio de las clases populares), a hacer rendir un “mercadito” por quince días que contiene: 2 papeles higiénicos, 2 latas de Atún, un jabón de baño, 1kg de lentejas, 1kg de Zaragoza, 1.5 kg de arroz, 500g de pasta y 900 gr de aceite. Es Imposible estirarlo.
La política de restablecimiento social a punta de mercados, además de generar altos riesgos por corrupción es poco funcional. Los escándalos a nivel nacional y local son patéticos y por más que se den explicaciones, es muy difícil no generar suspicacias sobre su costo y cantidades. Es increíble, por ejemplo, que se tasen los suministros a precios convencionales, cuando se pudo comprar por cantidad abaratando los costos, en esa misma dirección, se debió exigir al contratista utilizar proveedores locales que requirieran activar sus negocios.
Pero además de las dificultades en la opacidad de la contratación, es muy complejo entender como la tercera parte del valor de los contratos los representan los gastos indirectos. En Barranquilla, según las explicaciones del alcalde, cada mercadito cuesta $60.000 de los cuáles se destinan a gastos logísticos $ 20.000; por lo que el valor real de la cesta de bienes es en promedio de $40.000. Según las explicaciones, los $20.000 (33 por ciento del costo total) se destinan a logística e impuestos sobre los contratos. Queda la duda sobre el margen de ganancia del operador como agente privado. Tremendo esfuerzo financiero para llevar un mercado a todas luces muy precario, constituye una total ineficiencia en el gasto.
También se asume un costo tremendo en salubridad por todo el personal que trabaja en el embalaje y transporte de los alimentos, los estamos exponiendo. Ni hablar de la incongruente estrategia de la alcaldía de establecer puntos de entrega para los mercados del pasado fin de semana. Hubo un fuerte daño por la aglomeración de personas y se mandó un pésimo mensaje ciudadano de poca planeación en contravía del aislamiento. Afortunadamente se rectificó regresando a la entrega casa a casa.
Finalmente, lo más trágico de los mercados es la fuerte asimetría con las necesidades de la gente; como hace una persona que sufre de una enfermedad especial como la diabetes, con el alto contenido de carbohidratos que contienen las ayudas, ¿no come?; o un hogar en donde la familia esté compuesta por la madre, el padre y tres hijas, como hacen para obtener los elementos para la higiene normal de las 4 mujeres ¿Se aguantan?; o un ciudadano en situación de discapacidad que en su cesta básica normal requiere de sondas, ¿Deja de comprarlas?.
El modelo de los mercaditos para atender la crisis humanitaria no es sostenible en el tiempo, los problemas sociales apenas comienzan y se debe empezar por cambiar el modelo de atención por métodos más eficientes y efectivos como los bonos o los apoyos monetarios directos. Cuestan menos, son mejor auditables y no lesionan la autonomía de las personas como los apoyos caritativos. Además, pueden activar el comercio minorista en los barrios, tan golpeado por lo duro del aislamiento, a ellos los podemos involucrar en la solución.
Le sugerimos a las autoridades locales una mayor receptividad y apertura frente a la emergencia, más Gobernanza. El tamaño de la emergencia requerirá sistema integral de ayudas y una red humanitaria para la reconstrucción social. Necesitaremos de muchos esfuerzos sociales, financieros e institucionales, mucho mas que mercaditos.