Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Cuando los profesores protestan buscan adicionalmente que el Estado garantice las mejores condiciones para poder hacer su oficio, para dar más de sí mismos, por la existencia de sitios dignos para estudiar y enseñar. Pero lo más importante, para que esos entornos permitan que los estudiantes consideren que los sueños que allí forjan sean reales y posibles para ellos.
No hay nada más importante que tener un buen maestro en la escuela primaria. Sobre todo porque una de las formas más dramáticas en las que se reproduce la inequidad es en la repartición de los sueños. Cuando hablo de sueños no me refiero tanto a esos que estudió Sigmund Freud, sino a todas esas imágenes sobre nuestro futuro que nos pasan día a día por nuestras cabezas y que comúnmente llamamos soñar despiertos.
Lo que soñamos despiertos por supuesto es objeto de repartición, pues a menudo soñamos nuestro futuro de acuerdo con el contexto en el cual crecemos y que nos influencia. A esos sueños también los llamamos expectativas de futuro y dentro de ellas están las cosas que realmente concebimos, con algún nivel de certeza, que vamos a hacer o vamos a lograr hacia adelante.
Por supuesto no hablo aquí de esos sueños ilusos y frustrantes como el ganarse la lotería, regalarle la luna a nuestra pareja o amanecer un día, a la inversa de lo que concebiría Franz Kafka, convertidos en bichos raros, en millonarios con todo el mundo a nuestros pies.
Hablo aquí de esos sueños que día a día nos llevan a hacer planes. De esos que dependiendo de nuestro contexto nos hacen bien sea comenzar desde muy jóvenes a crear nuestras propias empresas, a estudiar con ahínco para terminar con éxito una carrera universitaria, a luchar día a día al estar convencidos de que podemos lograr transformaciones en nuestra sociedad, o por el contrario, nos llevan a pensar en que para nosotros no habrá ningún futuro, que los éxitos ya fueron a priori repartidos para otros, razón por la cual nos puede dar lo mismo amanecer en nuestra cama, en un hospital, en una cárcel o inclusive en un cementerio.
Gran parte de esos sueños están también en las expectativas que las personas que nos significan algo tengan y expresen sobre nosotros. No es lo mismo cuando nuestros amigos, vecinos, padres o profesores todos los días nos reiteran que tenemos madera para hacer grandes cosas y nos lo van ejemplificando con nuestros pequeños logros, que cuando estas mismas personas nos reafirman cada día que no somos nadie, que seremos unos fracasados y cada vez que compartimos un sueño que vaya un poco más allá, nos lo sepultan con una lapidaria frase sobre el hecho de que ese tipo de cosas no las logra gente como nosotros, nos dicen que miremos a nuestro alrededor para que constatemos que nadie lo ha logrado, y si alguien lo ha hecho, nos dicen, es porque la suerte le ayudó, pues ese tipo de metas solo las consigue otro tipo de personas.
Yo he tenido la fortuna de tener importantes profesores en distintos momentos de mi vida. So pena de desconocer todo lo que me ha aportado cada uno y cada una de mis profesoras en todas las etapas, recuerdo en especial a Lucilio, quien en mi primaria, a pesar de mi contexto y de una grave enfermedad, me hizo creer que podría lograr, tal vez mucho menos de lo que he alcanzado, pero mucho más de lo que el intentó.
Lucilio no fue para mí un profesor de matemática, español, ciencias naturales o sociales, a pesar de que en una escuela rural el profesor del curso nos enseñaba de todo. Simplemente fue quien me enseñó a soñar, a soñar despierto y a creer en que era posible construir esos sueños. Una de sus clases o de sus conversaciones se puede comparar con un meme en cual en los primeros dos cuadros se ve a una profesora pintando una ventana con una tiza blanca sobre un pizarrón verde, hasta dejarla completa en el tercero, luego, en el último recuadro simplemente abre la ventana permitiendo a sus estudiantes ver a través de ella el mundo que está más allá.
Hoy cuando veo a los maestros en paro, pienso que es bien paradójico, pues no lo hacen, como en otros casos, solamente por sus reivindicaciones personales y gremiales, las cuales ya de por sí son suficientemente justificables pues el status de un forjador de sueños debería ser de los mejores de la sociedad, en su salario, en su seguridad social, como lo es en los países que valoran realmente la educación. Sin embargo, cuando los profesores protestan buscan adicionalmente que el Estado garantice las mejores condiciones para poder hacer su oficio, para poder dar más de sí mismos, por la existencia de sitios dignos para estudiar y enseñar, para que haya los mejores materiales, con una buena oferta alimentaria. Pero lo más importante, para que esos entornos permitan que los estudiantes consideren que los sueños que allí forjan sean reales y posibles para ellos.
Por supuesto que apoyo la movilización de los maestros, es nuestra propia lucha para contribuir a una sociedad más equitativa permitiendo que cada colombiano tenga derecho a sueños de futuro, aunque los construya desde el contexto más remoto o excluido de nuestra sociedad.