Ya que “ por el desayuno se sabe cómo será el almuerzo “, quienes votamos por Ivan Duque y aún esperamos que haga un buen gobierno, no podemos callar ante los crasos errores del inicio de su mandato.

Ya que “ por el desayuno se sabe cómo será el almuerzo “, quienes votamos por Ivan Duque y aún esperamos que haga un buen gobierno, no podemos callar ante los crasos errores del inicio de su mandato.

El Presidente tiene un grave problema de gobernabilidad: habiendo transcurrido tres meses desde su posesión no ha podido encontrar el rumbo de lo que será su estilo de gobierno, ni ha descubierto cuál es el sello que va a imprimirle al País. Un País que lo eligió para atajar el radicalismo de izquierda que representaba la otra alternativa electoral,  tema sobre el cual no se ha vuelto a pronunciar: pelear con Maduro (cosa que ha hecho internacionalmente) siempre traerá réditos, pero el mandato en las urnas fue para ejecutarlo en Colombia, no allende las fronteras.

Y no es un asunto menor eso de definir la impronta; Colombia eligió un derrotero, un camino que debe liderar quien escogimos para ello: atajar el populismo de izquierda, reformar el estropicio causado por la negociación de La Habana, recomponer el desastre de la corruptela y la politiquería que dejó su antecesor, darle un vuelco a la política de inseguridad que se tomó a Colombia (la de seguridad desapareció en los 8 años de Santos), bajar los impuestos para reactivar la economía y encarnar un liderazgo para recomponer el rumbo que, como consideró el País al votar por el cambio, nos está llevando hacia el abismo. 

Confiamos en que Duque sería el piloto para evitar el desastre; pese a ello, ninguna agenda hemos visto desde Palacio que marque el nuevo camino: ni reformas al pacto de La Habana, ni fórmulas para lograr que “el que la haga la pague”, ni erradicar la corrupción y la politiquería – se están hundiendo sin pena ni gloria los proyectos anticorrupción en el congreso -, ni nombramientos de personas de talante en el gobierno salvo contadas excepciones  (mucha embajada, eso si) y en cuanto a bajar impuestos, mejor no hablar. 

Estos tres meses han sido un desastre si entendemos que son los meses en los que se debe montar la estructura que pueda soportar semejantes retos, que no son para nada fáciles, y son un desastre porque se nombró un gabinete que no tiene una alineación ideológica con un proyecto; es un agregado de personas preparadas, muchas de ellas técnicas pero sin bagaje ni liderazgo y sin una visión clara de proyecto País. 

El primer reto del gobierno era el de aliviar la polarización política y eso no se hace con técnicos; ahí están las marchas estudiantiles, las convocatorias públicas de Petro, la parálisis de la agenda legislativa, la inconformidad de los aliados y la furia de la oposición para probarlo (y ni se diga de los impactos que todo esto está causando en las encuestas sobre favoritos para triunfar en las elecciones regionales del 2019, la izquierda y la oposición parecieran tener en el bolsillo la alcaldía de Bogotá para dar solo un ejemplo).

En el tema que más está afectando al ciudadano de a pie; el de la seguridad, no solo conserva el Presidente una cúpula que sirvió a Santos con  sus propósitos de mano blanda para los bandidos, con la consecuente ausencia de fortaleza y resultados que requiere el Pais, sino que, manda un mensaje equivocado a la sociedad en general: elegimos un cambio para seguir igual (eso sin contar con las decenas de ratificados en cargos de altas responsabilidades en el Estado). 

El ministro de defensa no tiene ninguna ascendencia sobre la tropa; la cúpula santista, fiel a su inactividad, no produce resultados, entre otras cosas porque se siente interina y los que vienen atrás en la cadena de mando tampoco arriesgan porque no saben si es un vuelco hacia la operatividad lo que quiere el gobierno o más de lo mismo que impuso el antecesor. Así están las Fuerzas Armadas que enfrentan secuestros, extorsiones, homicidios, hurtos, robo a residencias, etc, conductas – algunas de ellas – que volvieron a ser titulares, otras que no dejan de serlo y lo peor: nadamos en las cientos de miles de hectáreas de coca controladas por elenos, pelusos, “disidencias”, bacrim y ¡ hasta por los carteles mexicanos ! 

No es más que recordar el “oso” al que sometieron al Presidente con las versiones contradictorias y al parecer fantasiosas, de la muerte y-o herida grave de Alias “Guacho” o ver los titulares de secuestro que vuelven al Magdalena, del asesinato del jefe de seguridad de la gobernadora del Valle, etc para darnos cuenta de lo grave de la situación. La respuesta de los consejeros palaciegos:  irse a Medellin a hacer “ positivos con Federico ” y repetir las visitas a los batallones al estilo de Alvaro Uribe para lavar imagen: Uribe solo hay uno.

La cereza envenenada de este pastel de inicio de gobierno es sin duda la reforma tributaria, cuyo alias: “Ley de Financiamiento”, no pegó. 

En ese asunto se cometieron todos los errores: un ministro herido de muerte en su imagen – así lo hayan salvado de la moción de censura en lo político, la opinión lo condenó por el escándalo de los bonos de agua -, no puede sustentar, defender, patinar y sacar adelante una reforma tributaria que va totalmente en contra de lo prometido por el candidato en campaña: “ voy a bajar los impuestos “ fue la promesa; presentar a las pocas horas de haber superado la moción de censura, un proyecto inconsulto, en el que, nada más ni nada menos se grava con impuestos la canasta familiar, fue la acción de gobierno. Los dinosaurios de la  política y sus asesores se regodeaban con el adagio “ una cosa dice el candidato y otra hace el gobernante “ pero, en el mundo moderno, del ciudadano hiperinformado y productor de contenidos, esa afirmación es una estupidez. 

El estropicio inconsulto fue de inmediato rechazado por el propio Álvaro Uribe y el partido del presidente; al rechazo se unieron la oposición, los partidos de gobierno, los que están neutrales, los trabajadores, la opinión, etc; ante ese panorama, con la castración política y de legitimidad del Ministro Carrasquilla y el tizón caliente que es el tema como para dárselo al presidente, la estrategia del Gobierno consistió en lanzar a los lobos a un joven y aunque técnico e inteligente, inexperto vice ministro, a quien el Pais conoció defendiendo lo indefendible. 

Mientras todo esto ocurre, los asesores de imagen del Presidente lo llevan a la foto con el Papa, a lanzar a Carlos Vives a la alcaldía de Santa Marta, a cantar Pitán, Pitán, Pitán con el mismo cantante, a hacer conversatorios con Nairo Quintana y a darle un tour por palacio a Maluma. 

Se ha formado una camarilla que atrapó en palacio al Presidente y piensa que poniéndolo a generar titulares inocuos en los medios lo está posicionando; cuando lo que están logrando es hacerle perder prestigio, liderazgo, imagen y lo más grave: el corazón de los colombianos que se sienten sin quien conduzca el barco. 

Pese a lo anterior, hay tiempo para recobrar el mando, dar un timonazo y recomponer el rumbo; Duque demostró en campaña que es capaz de lograr imposibles, ahora tiene que demostrar que es capaz de hacerlo también desde el gobierno.

Seguir en twitter a @carlossuarezrSoy abogado de la Universidad Externado de Colombia. Con Posgrados en derecho Constitucional y Penal Especial de la Universidad de Salamanca. Especializado en Gerencia Pública y Control Fiscal de la Universidad del Rosario. Fundador de la Firma de Marketing Político...