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Hay sensación de frustración o derrota alrededor del proceso con las Farc. Además de los tropiezos concretos, hay otras explicaciones. Análisis del investigador Luis Trejos en nuestra red de expertos Caribe.

Los continuos ataques y cuestionamientos que viene recibiendo la Jurisdicción Especial para la Paz JEP, el nombramiento de un negacionista del conflicto armado al frente del Centro Nacional de Memoria Histórica, el asesinato sistemático de lideres sociales, la lentitud en el proceso de reintegración social y económica de los excombatientes de las Farc y el fin de la mesa de negociación con el ELN han venido generando una especie de frustración o sensación de derrota entre quienes creen en la salida negociada.

Eso podría explicarse en esos tropiezos y situaciones concretas, pero también en un asunto que tiene que ver más con las narrativas.

La primera es que el proceso con las Farc se ‘vendió’ amarrado a un valor universal como lo es “la paz”, ya que por lo menos en público es difícil negarse u oponerse a ella de manera racional. Sin embargo, ese no fue un proceso de paz en el sentido de “la paz completa”, ya que no se negoció con todos los actores generadores de violencia. 

Se trató de un proceso de finalización del conflicto armado con el actor ilegal que tenia en ese momento histórico mayor presencia territorial y capacidad de fuego.

Por otro lado, y creo que también por efectos de marketing político, se usó (y se sigue usando) equivocadamente la palabra posconflicto, aún cuando falta mucho para poder hablar de eso, ya que realmente lo que sucedió con la firma del Acuerdo del Teatro Colón fue que se pasó de la fase de negociación a la fase de posacuerdo o implementación de lo pactado, etapa del proceso que no culminará en menos de 20 años.

En otras palabras, el errado uso y asimilación de los conceptos de paz y posconflicto ha podido causar confusión o desánimo en una gran parte de la población que apoyó el proceso de negociación con las Farc y que no percibió grandes cambios en la situación general del mundo urbano, cosa contraria a lo que sucedió en muchos de los territorios en los que las Farc eran el único actor armado y el ambiente de tolerancia política que se instaló en el país durante más de un año.

Pero también parte del desencanto se debe a que los colombianos no pensamos en procesos de mediano o largo plazo, sólo reconocemos los hechos inmediatos ya que nuestra temporalidad es muy corta, de ahí a que muchos pensaran que la paz se materializaba con la firma del Acuerdo del Teatro Colón, es decir, se asumió que el Acuerdo era un punto final y no se entiende aún que el Acuerdo es el inicio de un largo proceso de construcción de paz que debe conducirnos en algún momento a la erradicación de la violencia del escenario político y a la construcción de Estado, constitución del tejido social y circuitos económicos legales en las periferias colombianas.

Para que esto se de debemos abordar el proceso con las Farc, y los que vengan después, como lo sugiere Robert Ricigliano, desde dos enfoques:

El primero es el Sistémico, partiendo de que el conflicto armado produjo unas interacciones entre sus actores directos e indirectos y esas interacciones generaron y generan aún interdependencias y retroalimentaciones (discursos y representaciones de los aliados y los enemigos), y que estas interacciones se traducen en patrones de comportamiento o costumbres que persisten en el tiempo (tales como desconfianzas, odios, venganzas y miedos).

El segundo enfoque es el Complejo: reconociendo que muchas cosas suceden de forma impredecible. Como por ejemplo, sujetos que no se comportan de la manera que esperaríamos o como lo hacían anteriormente (cambios de gobierno, desconocer lo pactado, arrepentimientos).

En nuestro caso, siguiendo a Ricigliano lo ideal es combinar ambos enfoques y analizar los procesos de negociación como Sistemas Complejos, asumiendo que un proceso de paz es algo en movimiento continuo y es impredecible e incontrolable. Casi como una actividad que nunca termina, es decir, nunca se termina de construir la paz.

En este sentido, debemos tener en cuenta que en todo proceso de negociación se presentan dos tipos de problemas, unos técnicos y otros socioculturales.

Los primeros se resuelven con voluntad política por medio de leyes, resoluciones y presupuestos. Los segundos son más complejos, porque implican prácticas culturales que no desaparecen con decretos o normas sino con políticas públicas de largo plazo y con educación, asumiendo que su modificación puede evidenciarse sólo en términos generacionales.

(Un aporte clave para resolver los más complejos podría ser el trabajo de la Comisión de la Verdad y el gran diálogo entre improbables que propone hagamos como sociedad).

En esta línea y sin desconocer el complejo escenario político y social al que se enfrenta la implementación del Acuerdo del Teatro Colón, debemos entender que son normales este tipo de resistencias a cambios que amenazan estructuras de poder y que la construcción de paz tenemos que asumirla como una carrera de varias etapas, en la que apenas estamos empezando. 

Si construir paz fuera sencillo, hace décadas lo habríamos hecho.

Es profesor en la Universidad del Norte. Se doctoró en estudios americanos con mención en estudios internacionales en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile. Sus áreas de interés son negociaciones de paz, conflicto armado y seguridad ciudadana.