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Los esfuerzos de la política pública en el Caribe colombiano, de preservar y fortalecer la vida festiva, se quedan cortos ante la falta de una plataforma de política cultural que se articule eficazmente con las realidades económica y sociales de los contextos populares.
Ya en una nota anterior, de preludio a los carnavales de Barranquilla 2019, pulsé una visión crítica sobre la ausencia y baja de actividades festivas en los entramados barriales frente a un favorecimiento por parte del estamento a los grandes eventos de carnaval; lo que de paso me permitió contextualizar otros casos, Cartagena y Santa Marta, donde se presentan igualmente tensiones en la vida festiva de estas ciudades .
La política pública en el Caribe urbano ha apalancado proceso de patrimonialización en aspectos importantes a nivel cultural e histórico sobre el universo festivo, de instituir fechas y espacios para las actividades artísticas y musicales, pero no se ha presentado una articulación estratégica y pertinente con las políticas culturales, que en términos sencillo son iniciativas locales de cambio bajo lógicas culturales y de recrear, en este caso, las prácticas sociales alrededor de lo festivo.
En estos términos, si se construyera una plataforma de políticas culturales, se sumarían los esfuerzos de los gobiernos locales alrededor de gestión cultural sobre lo festivo, teniendo como radar las diferentes manifestaciones sociales de empoderamiento, como la corriente de gestores culturales, músicos, organizadores de eventos populares, artistas y demás actores articulados con la realidad festiva.
Es posible que en muchas ciudades se estén desarrollando iniciativas de articulación con la política cultural festiva, pero sin un soporte programático y estructural, ya que lo que se evidencia son procesos aislados y con poca coherencia con las realidades sociales.
Solo para ilustrar, en términos generales las fiestas populares, como carnavales y eventos tradicionales, artísticos y culturales, la tendencia por lo menos en las ciudades del caribe, unas con mayor intensidad que en otras, es la merma de actividades en los entramados barriales por varios factores, por lo cual se concentran en grandes eventos y en partes céntricas, favoreciendo así las vitrinas turísticas de las ciudades, pero desfavorece las economías populares y la tradición festiva.
La vida festiva dinamiza las economías familiares o pequeñas empresas dedicadas a los eventos y fiestas populares, las cuales se articulan a las economías barriales y por ende fortalece la transformación positiva, digna y estable de las familias en los barrios populares. Esto es poco tenido en cuenta en los análisis técnicos de los gobiernos locales ya que no se identifica que esto hace parte de las políticas culturales.
Igualmente, se contempla a grandes rasgos una desarticulación de la política pública versus realidades socioculturales. Tomando como caso ejemplo Barranquilla, donde se concluye para su Plan de Desarrollo: “no cuenta con una política clara en materia de cultura”. Esto en una ciudad con tanta actividad festiva (solo por mencionar el carnaval) y con una diversidad étnica y cultural, se debe considerar seriamente una plataforma de política cultural.
Para este desconocimiento sociocultural desde la política pública hace falta mucho trabajo de campo, etnografías urbanas que logren hacer un inventario de activos culturales y memoria de las tradiciones (Santa Marta comenzó un interesante procesos tras su Plan de Desarrollo), concertación con actores barriales para definir los ciclos y espacios festivos acorde con los anhelos sociales; búsqueda de indicadores de creación de empresas culturales que dinamicen la cadena de valor de las economias barrailes, generación de estrategias de mercadeo a festividades y/ eventos culturales; rutas culturales creadas y divulgadas, inclusión social con proyectos turísticos, patrimonialización de bienes culturales y artísticos desde una valoración social.
Es mucho lo que se debe hacer y trabajar para construir una plataforma de política cultural festiva en las ciudades del Caribe colombiano. Se debe optar por descentralizar las actividades festivas, empoderar las iniciativas barriales; desarrollar grandes eventos artísticos, musicales y culturales, que se potencialicen a partir de la articulación estratégica entre las realidades socioculturales, la tradición y las políticas públicas; replantear desde las autonomías locales las normatividades que afecten los entornos festivos (como el Nuevo Código de Policía -Artículo 33-).
La consolidación de la plataforma de política cultural sobre el universo festivo puede tener muchos alcances, incluso fortaleciendo las iniciativas de política pública ya existentes: secretarias de cultura departamental, distrital y municipales, escuelas de bellas artes, casas de la cultura, organismos responsables de la planeación de determinadas fiestas, entre otras instituciones.
Estas áreas de trabajo institucional a largo plazo, deben fomentar la interrelación de las políticas culturales, a manera de unificar criterios asertivos para la región del Caribe colombiano, con temas y problemáticas trasversales; fomentar la investigación social de los contextos festivos y dinamizar las experiencias donde se ha instaurado la plataforma de política cultural festiva.
La plataforma de política cultural festiva se realiza desde un documento construido entre los actores institucionales de la política pública y los actores sociales. Plataforma que funcionará como un derrotero con la política pública donde se desarrollaran mecanismos de comunicación, discusión y acercamiento con los actores sociales implicados en la plataforma; que puedan ejercer una participación plena en el proceso de fortalecimiento de las políticas culturales.
Por lo cual el documento de política cultural sobre lo festivo se articule efectivamente en lo público, pasando a ser una política cultural pública, donde tenga una visión institucional y social, objetivos, en lo posible con decreto departamental e inscrito en las acciones y espacios de gestión pública sobre el universo festivo municipal y departamental.
Para tener una idea de los que estoy planteando, resalto el caso de la ciudad de Quito (Ecuador), que desde el 2016 le apuesta a un tipo de política pública anclada en las políticas culturales y desde una plataforma:
“El objetivo de la Secretaría de Cultura del Distrito Metropolitano de Quito es garantizar los derechos culturales de todas las personas que habitan en el DMQ, afianzando la cultura como medio para el ejercicio pleno de los derechos humanos, la libertad, la democracia, la justicia social, la interculturalidad y el desarrollo integral de las personas, y para la construcción de una ciudad inteligente, de oportunidades y solidaria, donde exista un espacio para todas las expresiones artísticas y culturales a diferentes escalas, así como la recuperación y actualización de la memoria cultural.”